Un gran hombre es el que deja huella con su familia, su profesión y con los amigos, pero se engrandece el que se sacrifica por los principios, ideales y su país.
Gonzalo Marroquín Godoy
La mayoría de sus amigos le dicen Chepe. Yo, desde niños le digo Jose, así, sin tilde. Siempre fue inquieto, desde patojo cuando estudiaba en el colegio Preparatoria destacaba por su inteligencia, sobre todo, por su personalidad estoica, su constante lucha por superarse a sí mismo y trazarse metas que para otros eran inalcanzables.
En sus años juveniles vivió bajo el alero de nuestro abuelo, Clemente Marroquín Rojas y en las vacaciones llegaba a trabajar en los talleres de La Hora. Creo que fue allí donde, sin darse cuenta, le entró tinta en las venas, lo que más tarde le llevaría a la profesión de periodista.
Se graduó con excelentes notas como ingeniero industrial y creo que agarró gusto especial por el estudio, porque de inmediato se fue a Nicaragua para sacar una maestría en administración, siempre con resultados académicos sobresalientes. En ese caminar de juventud se casó con Minayú, una patoja linda en todo sentido. Ella ha sido su compañera de vida y apoyo en todo momento.
Vinieron pronto los hijos: José Carlos, Rodrigo y Ramón, los tres brillantes y excelentes seres humanos. Ese es el núcleo familiar, ampliado por su nuera y dos nietos, los hijos de José Carlos que estaban el pasado viernes de visita en su casa cuando sufrió el atropello del allanamiento que, dicho sea de paso, tuvo varias ilegalidades y abuso en su forma.
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Vuelve con la maestría del INCAE y pronto alcanza altos puestos ejecutivos, primero en Shell Guatemala y luego Cementos Progreso, en donde destaca por sus habilidades gerenciales y estrategias. Parecía tener el mundo de los negocios en sus manos, pues además, participaba en las cámaras empresariales y sus puntos de vista eran tomados en cuenta y hasta aplaudidos.
Es entonces cuando aquella tinta que corría por sus venas actúa y se acerca al periodismo, que pronto se convertirá no solo en su profesión, sino también en su pasión, el medio para exponer sus puntos de vista y la trinchera desde donde defenderá los principios de libertad, respeto y democracia, al tiempo de denunciar y luchar contra la corrupción, prepotencia, intolerancia, impunidad, y el abuso del poder sobre la sociedad.
Esta profesión es muy sacrificada, aunque también gratificante cuando los resultados llegan. Fue exitoso con el diario Siglo Veintiuno en su mejor época, desde donde denunció y enfrentó los intentos de Jorge Serrano por convertirse en dictador. Cuando el aprendiz de tirano quiso censurar el diario, publicó una edición bajo el título de Siglo Catorce, la cual aceleró que se diera el llamado Serranazo.
Luego vino elPeriódico, que siguió con la línea particular de Jose. Desde ese medio denunció acciones corruptas y antidemocráticas de los gobiernos de Álvaro Arzú, Alfonso Portillo, Álvaro Colom, Otto Pérez y Jimmy Morales. Todos ellos dirigieron fuertes embestidas en su contra, desde cercos comerciales, procesos judiciales y acoso fiscal. Portillo y la turba del FRG llegaron más lejos y allanaron brutal e ilegalmente su residencia, con vejámenes para toda la familia Zamora Marroquín, seguido de un intento de asesinato.
De esa cuenta dos de sus hijos viven fuera y han tenido que abrirse camino profesional en Estados Unidos. En Guatemala, su país, las condiciones de inseguridad y falta del Estado de derechos son abrumadoras.
Una vida de grandes logros, con enormes sacrificios. Así lo reconoce el mundo periodístico internacional, que le ha convertido –estoy casi seguro– en el periodista latinoamericano con más galardones de enorme prestigio mundial: el primer premio que llegó es el International Press Freedom Award, que otorga el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés); luego vino uno de los más prestigiosos del periodismo mundial, el Maria Moors Cabot Award. Esto le valió ser incluido en la lista de Los 50 Héroes Mundiales del Periodismo en el siglo XX.
Pero llegan mas. En el año 2003 se le entrega el Premio Internacional de Periodismo de la fundación Knigth, una de las más reconocidas en materia de libertad de prensa. El último llegó el año pasado desde Europa, cuando recibió el Premio Rey de España, de manos del propio monarca español.
Esto demuestra que su labor periodística ha logrado trascender. Su característica ha sido la independencia editorial de todos los poderes, tanto políticos, como económicos. Su misión ha sido clara: fiscalizar al Estado y denunciar cualquier clase de abuso.
Eso, por supuesto, le ha llenado de enemigos, aunque el reconocimiento es superior. Ahora se ha convertido en un preso político por órdenes de Alejandro Giammattei, Consuelo Porras y la “alianza oficialista” que, como he comentado en otras ocasiones, incluye a políticos, magistrados, jueces, empresarios, militares, mafias, estructuras criminales y una gran cantidad de peones como Fundaterror.
Es un preso político, pero nadie lo ha derrotado. Sigue siendo el mismo Jose de siempre, el peleador, el soñador, el temerario y valiente que lucha por principios y valores, los mismos que compartimos la mayoría de guatemaltecos.