José Alfredo Calderón E.
Historiador y analista
Como ya lo he dicho en varias oportunidades, en Guatemala hay un problema invisible/invisibilizado que todo mundo conoce pero no reconoce. En las encuestas de todo tipo, a la pregunta sobre cuál es el principal problema del país, casi todas las personas contestan invariablemente: Inseguridad/violencia; Desempleo/costo de vida. Cuando la pregunta se personaliza ¿Cuál es el principal problema que le afecta a usted directamente? Lo económico pasa a primer plano. Muy pocas personas mencionan la violencia a la mujer en todas sus formas: intrafamiliar, sexual, patrimonial, física, psicológica.
En mi experiencia docente y tallerista, obtengo respuestas (y hasta confesiones) en este tema, solo después de un raport[1]. Es altísima la cantidad de personas que vivieron o viven la violencia, con énfasis en las niñas y mujeres. Pero lo peor del caso es la normalización que hacemos del flagelo, ya sea restándole importancia, ignorándolo o revirtiendo la victimización. Partiré del ejemplo que me motivó a escribir esta columna. Titular en un matutino: “Multa de Q11 mil por agresión a pasajera”. En el desarrollo de la noticia informa: “Con los datos del bus y luego de una investigación, la DGT (Dirección General del Transporte) multó al transportista con Q5 mil por no tener el registro del piloto; Q3 mil por sobrecargar la unidad y Q1 mil por la agresión contra la usuraria.”[2] La nota se explica por sí sola, la agresión es lo menos importante. Incluso este tipo de noticias se vende más como “abuso de transportistas” en general.
En este proceso de normalizar la violencia contra la mujer se inscriben una serie de situaciones aparentemente insignificantes, pero que ayudan a ver como “natural” cualquier desprecio o agresión:
- Vas al supermercado con tu pareja y ella paga la cuenta. El cambio o el voucher (según el medio de pago), “normalmente” se lo dan al hombre.
- Vas a un restaurante y pasa lo mismo aunque claramente la dama sea quien pague. A la hora de servir la comida, el mesero (o mesera) regularmente le sirve primero al hombre.
- Acompañas a tu pareja o una amiga a realizar un trámite, aunque ella explique claramente la situación y que el asunto es suyo, el funcionario o empleado (público o privado) te voltea a ver y te pone atención a lo que puedas decir aunque la dama siga explicando.
- Vas a cita al IGSS e inconscientemente llamas doctor a todos los varones con bata blanca y “señorita” a las damas con bata.
- Hay un ejercicio que recientemente se reprodujo mediante un vídeo en redes sociales, en el cual se plantea la situación de una persona que viajaba con su padre en un vehículo, ambos se accidentan gravemente y el joven necesita de una operación que requiere la intervención de una eminencia médica –le indican en el hospital–. Llega esa eminencia pero al ver al paciente dice que no puede operarlo porque es su hijo. La recreación apela a la “creatividad” de cada quien para explicar el por qué si él se accidentó con su padre, la eminencia médica indica que es su hijo. También apela a la velocidad para contestar. Muchos fallamos en nuestra respuesta porque el inconsciente instalado en los varones, rápidamente nos hace pensar que esa eminencia médica tenía que ser hombre.
Se podrían mencionar muchos ejemplos más, pero el tema central es llamar la atención sobre las bases culturales e históricas de una sociedad machista, conservadora, patriarcal y sexista. Muestras aparentemente “insignificantes” como las mencionadas, sirven de silencioso insumo para las agresiones físicas y diversas de gran magnitud.
Soy uno de los primeros en esforzarme por desaprender y re aprender. Espero que algunos de mis lectores lo hagan también y que juntos reconozcamos la necesidad de caminar juntos y con claro sentido de equidad. El primer paso es reconocer la desigualdad y asumir el compromiso de luchar contra ella.
[1] “El rapport es el fenómeno en el que dos o más personas sienten que están en “sintonía” psicológica y emocional (simpatía), porque se sienten similares o se relacionan bien entre sí.” Stewart, Dorothy (1998). Mecanismo psicológico que se usa en diversas situaciones: Entrevistas de trabajo, docencia, grupos focales, etc. Básicamente consiste en acercarse a las personas, ganar su confianza y bajar tensión.
[2] Prensa Libre del martes 20 de marzo de 2018, página 12. Los paréntesis son propios.