José Alfredo Calderón: CISMA SANGRIENTO

José Alfredo Calderón

Historiador y analista político

Aliados de la superstición y la ignorancia, estaban convencidos de que el Paraíso se hallaba más allá de las nubes, y de que el aire era un espacio poblado por demonios.”[1]

Se acaban de cumplir 501 años de la mal denominada Reforma Protestante[2] y 472 años de la muerte de su paradigmático iniciador: Martín Lutero. “El museo de los horrores erigido por el cristianismo a lo largo de la historia es ubérrimo y fecundo.”[3] Trece millones de muertos son los mudos testigos de la barbarie que superó muchas guerras fratricidas, pero a diferencia de esas, aún hoy en día se desconocen pormenores de la lucha entre las dos Iglesias que duró más de un siglo. Si bien la intención inicial era depurar el cristianismo, en la práctica se convirtió en una dantesca exhibición de odio y violencia entre ambos bandos. Depurar la Curia de Roma y libertad para interpretar las Escrituras sin el rígido canon del Vaticano eran las demandas de origen. Tanto protestantes como católicos eran “hijos” de una misma Iglesia, la de Roma.

“Los hombres que prendieron la mecha de la Revolución Protestante eran clérigos abrasados por el fanatismo religioso y la obsesión de suprimir al adversario en el fraterno y parecido modo que la Iglesia de Roma deseaba exterminarlos a ellos.”[4] No es de extrañar entonces, esa extraña y religiosa manera de bendecir a todo mundo, con la misma facilidad que se maldice. Basta leer en las redes sociales la pasión que desatan los piadosos cristianos para pronunciarse a favor de la muerte, en todas las formas posibles. Pérez de Antón nos sigue ilustrando: ¿Y qué decir de los jueces e inquisidores dominicos, para quienes incinerar un hereje nunca fue pecado ni crimen y que durante cientos de años dictaron las inclementes sentencias del Santo Oficio? La superstición y el fanatismo suelen ir acompañados en torno a la estupidez humana más flagrante. Los casos en la historia son profusos. Por eso no extraña –repito– esa fusión de piedad-odio tan especial en el continente americano, pero con particularidades especiales en Mesoamérica.

Pero las enseñanzas de estos pasajes de horror, nos señalan otra característica: “Hubo un tiempo en que maleantes y pícaros buscaban refugio en los templos para protegerse de las autoridades civiles. En parecida manera, “acogerse” a sagrado” ha sido el recurso favorito de la clerecía para esconder los delitos.”[5] ¿No les suena el tema de los pederastas? ¿O el papel del representante de Roma en Guatemala Nuncio Nicolás Thevenin a favor de los sectores más conservadores y corruptos? ¿O el lavado de dinero y otros ilícitos a través de las mega Iglesias neo-pentecostales? ¿O la presencia de corruptos, ladrones y asesinos en los servicios religiosos, a los cuáles son invitados por los mismos presbíteros de esas Iglesias?

Dentro de la ignominia que significaron estos hechos, lo más abominable del caso fue que se hizo en nombre de un mandato sagrado y luego se ocultó como lo hicieron los perpetradores de los genocidios más infames en la historia.

Otra enseñanza de la historia religiosa en general y de la lucha entre la Reforma y la Contra Reforma en particular, es la sucesión de toda una serie de engaños, patrañas, sortilegios y muchos mecanismos a los que el autor denomina “trampas de fe”, que funcionaron como instrumentos de exacción, chantaje y extorsión; muchos de los cuales, solemos ver hoy en versiones más modernas pero no por ello más originales. Por cierto que el cielo cristiano resulta ser el más caro y difícil de alcanzar, pues como bien nos narra Pérez de Antón: “Hay otros paraísos, desde luego, como el Valhalla (nórdico), el Séptimo Cielo (hebreo), la Yanna (islámico) o los Campos Elíseos (romano) a los cuales es más fácil acceder. Pero alcanzar el paraíso cristiano es un auténtico viacrucis…”[6]

Finalmente me parece genial el pasaje que nos refiere el autor, cuando habla de los mercaderes de Roma y los predicadores, esos benévolos salvadores de almas y elocuentes traficantes de personas, en realidad “…no vendían indulgencias, vendían miedo, el chantaje más infame que se pueda ejercer sobre la bondad, la ignorancia o la inocencia. El miedo, por ser contagioso, mueve más voluntades que la fe y, por ser irracional, cierra los ojos al entendimiento. Se adueña con facilidad del albedrío ajeno y es fácil de impartir, pues no exige teologías ni saberes. Solo basta interpretar con visajes y aspavientos una historia aterradora.”[7]

Librazo de obligada lectura la fuente de este artículo. Entenderemos muchas cosas que nos afectan hoy en día y que se proyectan con la fuerza ominosa del pasado. Europa pareció entender la lección. América Latina –aún con sus matices– reproduce vestigios legados del viejo continente y por el cual tuvieron que pagar un gravísimo costo.

 

[1] Ibid. Pp. 16

[2] Mal denominada Reforma por todo lo que implicó de radicalidad, dolor y muerte. Superior en barbarie a lo ocurrido en las revoluciones mexicana o francesa, en Bosnia, Vietnam, Armenia, Ruanda o las guerras napoleónicas.

[3] Francisco Pérez de Antón. Cisma Sangriento. Pendim Random House Editorial. México 2017. Pp. 14.

[4] Ibid. Pp. 17

[5] Ibid. Pp. 15

[6] Ibid, Pp. 32

[7] Ibid. Pp. 45