Influir requiere fuerte nivel de liderazgo

 

CRONICA

Plaza Mayor/ Editorial


 

El 2015 ha sido atípico para nuestro país. Los liderazgos tradicionales, por su peso político y el poder que les suma el cargo que ocupan, se han visto desplazados por nuevos, surgidos del sector justicia, que vivió por muchos años un frustrante letargo que ha mantenido en parálisis socioeconómica a la nación, producto de la corrupción e ineptitud de la clase política.

¿Quién diría hace un año que los poderosos e influyentes gobernantes Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti terminarían su mandato constitucional en la cárcel? Su poder y falta de transparencia apenas si eran cuestionados por un pequeño sector de la prensa independiente, y en cambio su influencia trascendía a los organismos Legislativo y Judicial, así como a sectores empresariales, sociales y militares.

Su poder llegó a tal extremo que les hizo perder la dimensión. Como dijo en el siglo XIX el historiador británico Lord Acton: El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Lo que no señaló este personaje es que esa mezcla de poder y corrupción hace que los poderosos lleguen a creerse intocables, y en esa actitud encuentran casi siempre su caída y hasta su destrucción.

Eso les sucedió a los gobernantes guatemaltecos y a algunos de sus más cercanos colaboradores, que después de formar parte de los más influyentes del país hace un año, hoy se encuentran en prisión, reducidos en su libertad.

No es usual que fiscales sean los personajes más importantes en una nación. Cuando ello sucede es porque han realizado una tarea extraordinaria, digna de elogio y trascendental.  En el caso de Guatemala aparecen un fiscal especial, Iván Velásquez (CICIG); la fiscal general, Thelma Aldana, y un juez, Miguel Ángel Gálvez, entre los diez que sobresalen, un hito histórico que nos muestra que 2015 ha sido un año destacado para la Justicia.

La selección de Crónica de las figuras descollantes se hizo con base en la influencia que cada personaje ha mostrado en el año, y la tercera posición correspondió al presidente electo, Jimmy Morales, quien tiene el reto de convertirse en el número uno el próximo año, siempre y cuando demuestre que posee el liderazgo necesario para gobernar un país que enfrentará en 2016 grandes desafíos políticos, económicos y sociales.

Elaborar este tipo de listados requiere un seguimiento noticioso detallado. Eso es lo que esta revista lleva a cabo semanalmente. En el caso de algunos de los incluidos en el top 10 de influyentes es posible que no aparezcan cotidianamente en los medios, pero ello se debe también a la forma en que ejercen liderazgo. Esto ocurre principalmente en el sector empresarial, en el que se intenta influir en otros sectores, pero sin llamar la atención.

En el caso del binomio Velásquez-Aldana, cabe destacar que los méritos y la influencia alcanzada son casi un resultado compartido, porque, sin la acción del otro, ninguno de los dos hubiera alcanzado los logros que ahora muestran.

En efecto, si la CICIG no hubiera encontrado una contraparte nacional que respaldara sus investigaciones y el Ministerio Público (MP) hubiera sido un actor pasivo, nada de lo que vimos este año habría sucedido. En la otra mano, estamos convencidos de que ninguna fiscalía del MP hubiera sido capaz de llevar a cabo la tarea de investigación realizada por la comisión internacional, más independiente y con menores posibilidades de ser infiltrada e influenciada desde el poder político.

De tal cuenta, Velásquez recibió el apoyo vital de Aldana, y viceversa. El beneficio lo recibió Guatemala, que por primera vez en su historia ha visto un enfrentamiento directo contra la corrupción y la impunidad.

Es deseable que estos personajes mantengan su influencia en 2016, porque esa tarea emprendida apenas está principiando. Muchas batallas están pendientes en el campo de la Justicia.

En conclusión, hay una lista de influyentes insólita y novedosa, producto de los acontecimientos que se dieron. Ojalá que surjan nuevos liderazgos en el país, sobre todo porque hace falta una clase política muy diferente a la que sigue resistiéndose al cambio.