La violencia sigue enlutando y llenando de dolor el rostro de la sociedad guatemalteca.
Los altos índices de violencia, sumado a la ausencia de una verdadera reconciliación nacional tras el fin de la guerra interna, no permiten que la sociedad guatemalteca viva en paz. No puede haber tranquilidad, cuando mueren, en promedio, 13 guatemaltecos al día en hechos violentos.
Álvaro Alay / aalay@cronica.com.gt
A pesar de haber dejado atrás -hace 19 años- el conflicto armado interno, Guatemala no encuentra el camino para alcanzar y consolidar la paz. Miles de guatemaltecos, sin importar su condición social, edad o género mueren cada año debido a ola de violencia que azota a la nación, cobrando al año más vidas que las causadas durante la guerra interna, que duró más de siete lustros.
El 21 de septiembre se conmemoró el Día Internacional de la Paz, que fue establecido por la Organización de Naciones Unidas (ONU), en 1981. En esta ocasión, la mayor organización internacional que existe en la actualidad, hizo un llamado para reforzar los ideales de la paz y llevar a cabo programas de educación y sensibilización sobre este tema.
Guatemala, no obstante, tuvo pocos motivos para celebrar, ya que el luto en el seno de las familias, generado por la violencia, no tiene fin. De enero a agosto del 2015, según el Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala (Inacif), 3 mil 192 guatemaltecos perdieron la vida de manera violenta. De ellos, el 89 por ciento dejó de existir tras ser atacados o heridos con arma de fuego, mientras que el restante 11 por ciento murió por heridas provocadas con arma blanca.
Estas cifras evidencian una leve reducción, comparándolas con el mismo período del año pasado. Ello, debido que en los primeros ocho meses del 2014 la cifra era de 3 mil 323, de los cuales el 90 por ciento falleció por heridas de arma de fuego y el 10 por ciento fue atacado con arma punzocortante.
Causas y consecuencias
A criterio de Eleonora Muralles, directora de Familiares y Amigos Contra la Delincuencia y el Secuestro (Fads), existen varios factores que han generado que se continúe con la violencia en el país. Uno de ellos, considera, es que la sociedad vivió una guerra que duró 36 años, pero, luego de la firma de la paz en 1996, no se trabajó en el tema de la violencia.
Toda esta parte de rencores y odios vividos en esta guerra no fueron curados, ya que no se abordó en ninguna comunidad un tratamiento psicológico o sociológico para sanar las secuelas que deja esa violencia tan terrible, agrega Muralles. La analista reconoce que en pocas localidades se atendieron a familias, pero lamenta que estas hayan sido mínimas.
Mientras que Ronaldo Leiva, experto en temas de seguridad, del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), explica que, posterior a los Acuerdos de Paz, la violencia no estuvo tan desatada y los índices todavía no eran tan fuertes como ahora.
De hecho, la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes cerró, en 1999, tres años después de la firma de la paz, en 24.2 (en promedio 7 muertes por día), según estadísticas históricas de la Policía Nacional Civil (PNC).
Luego fue subiendo la tasa hasta llegar a 46.3 por ciento, en el 2009 (18 asesinatos por día), y, a partir de ese momento, empezó a bajar hasta ubicarse actualmente en 31 (un promedio de 13 muertes diarias). Aun así, esa cifra sigue siendo alarmante, ya que nos ubica como una de las naciones más violentas del mundo.
La corrupción, el reciclaje de agentes de la desaparecida Policía Nacional (PN), que participó en violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado, y el debilitamiento de la institución policial, también contribuyeron a que los hechos de violencia se dispararan, pues la PNC se volvió ineficiente en el combate a la delincuencia.
Impunidad, el detonante
La impunidad, coinciden los expertos, es otra de las razones que ha influido en el aumento de los hechos de violencia, ya que los delincuentes saben que difícilmente serán atrapados. Esta permisividad en el sistema de justicia, conlleva a que muchas personas puedan delinquir libremente. Sin embargo, a criterio de los analistas, esta tendencia de impunidad está empezando a cambiar.
Mario Polanco, director del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), asegura que la ausencia de una verdadera reconciliación social y la falta de castigo a los crímenes cometidos durante la guerra interna por el Ejército y la guerrilla, también impiden alcanzar un estado de paz en la sociedad guatemalteca.
Cuando finalizó la guerra interna hubo, enfatiza Polanco, una especie de acuerdo para no procesar penalmente a ninguno de los integrantes de los dos bandos. La situación generó una especie de impunidad, asegura el activista de los derechos humanos.
Una paz relativa
La paz es considerada como la ausencia de guerra, aunque esto no necesariamente es así, ya que la población tampoco vive tranquila cuando está temerosa e insegura por los altos indicadores de criminalidad.
La directora de Fads comparte que la paz no es solo la ausencia de un conflicto armado. Pareciera que vivimos en una guerra, pues cualquiera puede tener un arma y ser contratado como sicario, lo cual incluye a adultos y a niños. Por ello no vivimos en una paz, enfatiza Muralles.
Mientras tanto Leiva, del CIEN, comenta que para tener paz y tranquilidad, los guatemaltecos recurren a vivir en colonias amuralladas. Eso tampoco es positivo, ya que vivir en calles enrejadas o colonias con garita no es tan agradable, pero es una forma de tener seguridad, agrega el experto.
Además, agrega que hay una tranquilidad relativa para las personas que pueden pagar seguridad privada, pero la mayoría de la población no puede hacerlo, por lo tanto corre el riesgo de perder la vida en cualquier momento.
Los expertos aseguran que la violencia no se detendrá si los diferentes órganos del Estado encargados de la seguridad y la justicia no cumplen con su responsabilidad de perseguir y castigar a los criminales que generan violencia. En otras palabras, se debe poner fin a la impunidad.
En el 89 por ciento de los homicidios se utiliza un arma de fuego.