Europa corre el riesgo de ampliar sus desigualdades, advierten los economistas

Europa sigue siendo la región más igualitaria del mundo pero la crisis actual puede ampliar las diferencias de ingresos, según los investigadores del World Inequality Lab, que piden que se ponga fin a la «carrera mortal» hacia impuestos cada vez más bajos a las multinacionales.

Esta advertencia llega cuando la Unión Europea está dividida sobre su plan de recuperación de 750,000 millones de euros (unos 880,000 millones de dólares), crucial para hacer frente a las dramáticas consecuencias económicas de la crisis sanitaria.

La conclusión del último análisis del WIL –codirigido por el economista Thomas Piketty– que recopila datos sobre la distribución de los ingresos en 173 países, fue sin embargo positiva para Europa.

El continente sigue siendo el menos desigual del mundo, con diferencia. En 2019, los ingresos del 10% de la población más rica representaron el 35% de los ingresos totales.

Al contrario, en Oriente Medio, la región más desigual del mundo, el 10% de los más ricos captan el 56% de los ingresos nacionales.

En el Viejo Continente, “se ha producido un aumento de la desigualdad desde los años 1980, pero mucho menor que en Estados Unidos. Europa se ha resistido a la mercantilización de todos los aspectos de la sociedad y sigue siendo una isla de relativa equidad en el mundo”, dice Lucas Chancel, investigador de la Escuela de Economía de París (PSE), que alberga el laboratorio.

Esta resistencia puede explicarse por las políticas de redistribución de los ingresos, pero también por la elección de financiar infraestructuras y servicios públicos de calidad, gratuitos o de bajo costo, y por la reglamentación del mercado laboral.

Recuperación en forma de K

En Francia, la diferencia de nivel de vida entre los más ricos y los más pobres se ha reducido incluso en 2019 gracias a las medidas adoptadas tras la crisis de los “chalecos amarillos”, en particular la extensión de la llamada prima de actividad, según reveló el miércoles el instituto francés de estadística INSEE.

Una situación que sin embargo podría cambiar.

Se prevé que el PIB de la zona euro caiga un 7.8% en 2020, un récord desde la creación de la moneda única en 1999.

Al mismo tiempo los ingresos de las 108 personas más ricas de Europa aumentaron un 15.7% desde noviembre de 2019, según el índice Bloomberg de los 500 multimillonarios más ricos.

Esto supone un aumento de unos 200,000 millones de euros (unos 238,4000 millones de dólares), el doble del plan de recuperación francés.

Esta cifra hace temer un escenario de recuperación en forma de “K”, marcada por fuertes divergencias de ingresos, y nuevas crisis sociales en Europa.

Es por eso que muchos economistas abogan por la rápida implementación de un impuesto a los GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon).

Para Lucas Chancel, hay que abandonar la regla de la unanimidad en materia fiscal en favor de una “cooperación reforzada” entre Alemania, Italia, Francia y España.

De lo contrario, el impuesto GAFA, al igual que el mecanismo de ajuste de carbono en la frontera que los 27 se comprometieron a poner en marcha en julio, corre el riesgo de estancarse, como ocurrió con el impuesto sobre las transacciones financieras.

Si el objetivo sigue siendo financiar el acceso a los bienes esenciales como la educación, la salud, el transporte y el acceso al agua potable, debemos detener esta carrera mortal hacia cada vez menos impuestos a las multinacionales”, afirma.

Entre 1980 y 2019, la tasa del impuesto de sociedades en Europa se redujo a la mitad, del 50% al 25%, mientras que el IVA, que grava a los consumidores sin ninguna consideración de redistribución, aumentó en 4 puntos, del 17,5% al 21,5% en promedio.

Marc Morgan, también investigador del PSE, está preocupado por el restablecimiento de la norma europea que limita el déficit público al 3% del PIB, suspendida al principio de la crisis: “Es un punto crucial para el desarrollo de las desigualdades en el futuro”.

Sin embargo, Bruselas advirtió el miércoles a cuatro países, entre ellos Francia e Italia, que no superen sus déficits cuando termine la crisis sanitaria.