¡ESTAMOS EN UN GRAN HOYO!

El invierno deja al desnudo muchas cosas de lo que está sucediendo en el país:  Se cae a pedazos la red vial, pero también afloran la corrupción y la profunda crisis institucional.

Gonzalo Marroquín Godoy

El invierno ha sido copioso.  Sin duda.  No nos ha golpeado ningún huracán o gran tormenta –y ojalá no suceda en octubre–, pero han sido muchos temporales provocados por diferentes fenómenos tropicales los que nos han afectado desde mayo pasado, al extremo de registrarse un sinfín de desastres que, al mismo tiempo, sacan a relucir otros males y debilidades que acarrea nuestro maltrecho y bello país.

El último que ha sido foco de noticia e interés es el segundo hundimiento que se produce a inmediaciones de Villa Nueva, esta vez con un drama humano-familiar que nos llama a la reflexión y hace que nos cuestionemos sobre la causa y las implicaciones, pero también deja flotando en el ambiente las dudas sobre la responsabilidad que puedan tener las autoridades y si la tragedia no se pudo evitar.

He escuchado con interés la opinión de algunos expertos en diferentes campos –geólogos e ingenieros– y en tan poco tiempo ninguno se atreve a asegurar que hay una relación directa entre el primero y segundo hundimiento, pero sí coinciden en señalar que es evidente que no ha existido la debida prevención de parte de las autoridades, al mismo tiempo que advierten que casos como este puedan darse en diferentes puntos del país, incluso en la ciudad capital.

Villa Nueva, la ruta a Antigua, el “libramiento” de Chimaltenango, así como gran cantidad de puentes y pequeñas carreteras por todo el país han sufrido destrucción por las lluvias, pero tristemente hay que reconocer que en la mayoría de los casos se debe a la mala calidad del trabajo que las constructoras han realizado, producto de la inmensa corrupción que se ha mantenido y desarrollado en Covial y el ministerio de Comunicaciones.

No son fake news las noticias constantes que llenan páginas y tiempo de la prensa independiente en donde se hace ver que la mayoría de los contratos que se dan por parte del Gobierno y municipalidades se hacen con empresas vinculadas a políticos –especialmente diputados o funcionarios–, las cuáles han sido creada específicamente para mantener el constante saqueo de los fondos del Estado, jamás para hacer un trabajo eficiente al servicio del pueblo.

Este ha sido un cáncer que ha venido creciendo y una práctica que primero era selectiva, hasta convertirse en generalizada.  Hoy en día, se puede decir que TODOS los contratos se hacen entre amigos, y se convierten en grandes negocios que dan beneficios extra a los constructores, a cambio de vulgares –pero millonarias– mordidas o sobornos, como quieran llamárseles.

La tragedia de Villa Nueva está sacando a relucir otro de los enormes problemas que afectan a la administración pública: los funcionarios cobran cifras estratosféricas como sueldo, pero tienen la capacidad de un empleado de segunda o tercera categoría. Ocurre tanto en el Gobierno Central como en las corporaciones municipales.

La comuna en cuestión es una de las más elocuentes en esto: El alcalde Alejandro Gramajo gana más de Q100 mil mensuales entre sueldo y dietas, y los miembros del Concejo Municipal se meten en la bolsa Q60 mil mensuales.  Nada mal ¿verdad?  Lo triste es que los exorbitantes ingresos que tienen son acompañados por una marcada incapacidad.  Me atrevo a decir que ninguno de ellos podría ganar una cifra parecida trabajando en el sector privado.

Ese, querido(a) lector(a), es un reflejo del sistema político que tenemos.  Gobernantes, funcionarios, diputados, alcaldes, concejales, magistrados y demás, no son otra cosa que vulgares chupasangre que viven del dolor del pueblo.

En muchas conversaciones he escuchado la frase: el país se está cayendo a pedazos Y no se dice solamente por la destrucción de carreteras y derrumbes, se dice también porque vemos que la institucionalidad se ha desmoronado ante la pasividad de todos nosotros, los ciudadanos.  ¿La causa?: la corrupción y la impunidad.

Ahora que nos aproximamos a un proceso electoral, el presidente Alejandro Giammattei ha venido facilitando la entrega de fondos a las municipalidades.  Lo que podría ser positivo y de beneficio para las comunidades, no es ni más ni menos que fondos para que los alcaldes busquen su reelección y en algunos casos apoyen a diputados cuates, o mejor dicho a todos los coyotes de la misma loma. 

Ellos nunca se preocupan de temas como drenajes, colectores, etcétera, porque saben que eso no gana votos.  Invierten en auténticas pendejadas y lo poco que hacen como infraestructura verdaderamente necesaria, lo llevan a cabo con sus empresas compinches, las que les devuelven de bajo de la mesa el dinero que les sirve para sus campañas… y las obras quedan, pero de mala calidad.

Deberíamos temblar, porque el proceso electoral no traerá los cambios que todos esperamos y el país necesita.  Recordemos que el sistema se recicla, se reciclan los partidos y algunos personajes, pero todo sigue igual, porque al desquebrajarse la institucionalidad, han dejado de funcionar los pesos y contrapesos que sostienen una democracia. La nuestra, por ahora, es completamente disfuncional y mientras siga así… ¡estaremos todos en el gran hoyo!