ENFOQUE: ¿Y cuántos somos en realidad?

Gonzalo Marroquín Godoy

El INE dio ayer los resultados y el resultado difiere muchísimo de los números que presenta el Renap y de los que se daban en las proyecciones.

Con bombos y platillos –a un costo de Q279 millones–, el año pasado se llevó a cabo el XII Censo de Población y VII de Vivienda que, según los datos presentados ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE), dice que somos solo 14.9 millones de guatemaltecos, mucho menos que los 17.5 millones que mostraban todas las proyecciones sobre las que se venía trabajando desde hace muchos años.

Lo más curioso, es que después de un retraso en el procesamiento de datos, no se tuvo el cuidado de cruzar información con el Registro Nacional de Personas (RENAP), que ha dicho que tiene registradas –a diciembre del año pasado–, más de 21 millones de personas, entre adultos y menores.

¿Cuántos somos entonces en realidad?  Pues ahora dependerá de las explicaciones que nos puedan dar los expertos y técnicos en la materia.  De hecho, horas después de presentar los resultados, principiaron las aclaraciones por parte de las autoridades.  Las fuentes del Gobierno aducen la enorme diferencia al número de defunciones que no habría procesado a tiempo el Renap.

A eso tenemos que agregar que no hay estudios, mucho menos estadísticas confiables, sobre el número de guatemaltecos que se encuentran en Estados Unidos –esos valientes y sacrificados migrantes a los que el Gobierno de Jimmy Morales no les concede importancia a pesar de ser vitales para nuestra economía–, y por lo tanto no pudieron ser tomados en cuenta por el censo.

Antes hay que recordar que el censo se hizo en medio de criticas de ciertos sectores.  Luego se anunció que los resultados se darían a conocer el pasado mes de mayo.  No hubo tales y no fue sino hasta ayer, 17 de septiembre, que se hizo un acto con todas las pompas de rigor, para presentar los resultados del Censo.

Y en cuestión de minutos se armó la de Troya, porque los medios pronto descubrieron el dato que el Renap había presentado el pasado diciembre, el cual daba cuenta que somos un montón más de chapines de los que antes creíamos.  Y ahora sale el INE con que somos solo 14.9 millones, y entonces no hay a quien creer.  Lógicamente la cifra oficial será la del Censo, con todo lo que ello implica.

Yo me temo que el INE sigue siendo una institución con una credibilidad bastante dudosa.  Guatemala es uno de los países que tiene peores registros estadísticos en Latinoamérica, al extremo que los organismos internacionales se han tenido que basar en muchos estudios únicamente en proyecciones.

A pesar del gran gasto que se hizo para el censo, seguiremos con dudas.  Somos un país en el que cuesta determinar el número de personas en muchos sentidos.

Por ejemplo, ha sido imposible que algún Gobierno pueda establecer plenamente cuántos trabajadores hay en el aparato burocrático.  Esto, por supuesto, favorece a cada administración, por aquello de que en río revuelto –o podríamos decir ante la falta de información– ganancia de pescadores.  Porque si nadie sabe cuántos burócratas hay, entonces no se pueden identificar las plazas fantasmas y, mucho menos, saber si el número de empleados estatales son suficientes, pocos o muchos.  Simplemente se puede seguir contratando a diestra y siniestra.

Ojalá que con el resultado lleno de dudas de este censo no se trate también de esconder parte de la realidad socioeconómica de los guatemaltecos.  Seguramente Jimmy Morales estará saltando de felicidad con los resultados, porque eso quiere decir –creerá el pobre– que su administración ha logrado de reducir el número –no el porcentaje–, de pobres y de niños con desnutrición infantil crónica (DIC). 

Mientras el país se ve agobiado por gigantescos problemas de todo tipo, este de no saber ni cuántos somos puede resultar irrelevante.  La vida seguirá igual si somos 14, 18 o 21 millones, pero la planificación de muchos programas si puede verse trastocada, desde el tamaño de la operación, hasta el presupuesto a invertir.

A mí me cuesta creer en la “gran rigurosidad” que se tuvo para realizar el censo, porque me he encontrado con muchas personas que aseguran que “a mi casa no pasaron”.  En algunos casos –dicen–, fueron colonias completas que no se censaron.

En los edificios de apartamentos se conformaron –en varias ocasiones–, con recibir información básica en la administración, sin realizar entrevistas en las unidades de vivienda. 

No parece lógico que el X Censo de Población, que se hizo en 1994 dijera que en ese momento éramos 8.3 millones, que el XI Censo (2002) fijara el número en 11.2 millones –2.9 millones de crecimiento en ocho años–, mientras que 16 años después, solamente hemos crecido en 3.7 millones–.  Eso quiere decir que el crecimiento poblacional está cayendo muchísimo en el país, algo que visto así, podría ser hasta una buena noticia.

¿A quién creerle, al Renap, o al INE… o a ninguno?