Haciendo un recuento a lo largo de mi ya larga carrera periodística –más de cuatro décadas–, puedo ver que he tenido
la oportunidad de reunirme o conversar con presidentes de varios países: México (4), El Salvador (3), Honduras (2), Nicaragua (1), Colombia (2), Perú (3), Uruguay (1), Chile (1), Argentina (2), Bolivia (2), España (1) y Aruba (1/Primer Ministro). No puedo decir que con todos tuve conversaciones que me permitieron conocerles a fondo, aunque con algunos de ellos sí.
Previo a las reuniones con gobernantes, un periodista tiene que informarse sobre el personaje, conocer su ideología, su trayectoria, lo que está haciendo o dejando de hacer en el cargo, así como sus fortalezas y debilidades. Es un aprendizaje increíble, pero sirve para la función que tenemos. En mi caso, la mayoría de esas reuniones o entrevistas era para discutir sobre el tema de libertad de prensa en sus países.
En el caso de Guatemala, me parece que desde el Gobierno de Romeo Lucas García, cuando yo era corresponsal de la agencia de noticias France Presse (AFP), he conocido a cada uno de nuestros presidentes. Con todos he tenido una relación profesional de respeto, aunque con algunos han sido polémicas o enfrentamientos significativos, específicamente por su intolerancia a la crítica, cuando desde los medios para los que he trabajado se han producido señalamientos a su gestión mala, mediocre, corrupta o poco transparente.
También he leído libros sobre gobernantes de otras latitudes y diferentes épocas, con sus luces y sombras. Me ha llamado la atención siempre la historia, la política y el quehacer de aquellos que han tenido el poder y la oportunidad de hacer algo por sus países, por sus pueblos o por la humanidad.
Volviendo a nuestro país, que es lo que más me importa, he podido ver que personas con diferentes características han ocupado el cargo de presidente, pero, al menos durante mi época como periodista, no he encontrado a uno que haya promovido cambios sociales, cambios significativos e importantes para el país. Ha habido unos menos malos que otros, pero ha faltado aquel que pueda demostrar con sus políticas, con su liderazgo, que debemos y podemos cambiar el rumbo en el que nos encontramos… ¡que no nos lleva a ningún puerto seguro o prometedor!.
Al contrario, la media se ha caracterizado por la mediocridad, pero la mayoría por la corrupción. Algunos han llegado a esbozar buenas intenciones, pero poca capacidad o habilidad para provocar los cambios que el país necesita, partiendo de hacer a un lado a lo más oscuro de esa clase política, que se nutre de lo peor de los demás grupos de presión con poder e influencia.
Pero ahora no se trata de ver hacia atrás, sino hacia adelante. Mi inquietud para este Enfoque surge cuando quise comparar a los presidentes que he conocido con los participantes de la actual contienda electoral. Lo primero que pensé, es en las cualidades que he visto –o no– en algunos de ellos. Para gobernar bien un país se necesitan tres cosas fundamentales: Inteligencia, capacidad que incluye habilidad para lograr cosas y honestidad.
Cuando buscamos esas características reunidas en uno de los aspirantes presidenciales, no es fácil encontrarlas, y por eso el nombre de la columna: ¿Quién será? ¿Habrá alguno?
Yo quisiera ver en alguno las tres cualidades. Inteligencia pueden tener varios, entre los al menos 13 aspirantes presidenciales, pero eso no significa que
tenga, además, madurez emocional y capacidad de discernir. Cuando hablamos de capacidad, la cosa empieza a ser más complicada. No bastan las palabras, las promesas ni la demagogia. Hay que ver lo que han logrado en la vida, ¡pero ojo!, es indispensable saber y confirmar que lo han alcanzado con honestidad. Si su palabra no responde a sus acciones, no hay razón para creer en esa persona.
Medir la honestidad no es fácil, pero tampoco complicado. Hay que poner atención a su entorno –dime con quién andas y te diré quién eres–, a sus actos,
a su forma de hacer política. Hay que conocer la fama del candidato, no dejarse llevar simplemente porque es un buen orador –pico de oro se les llama–, o por- que nos dice lo que queremos escuchar.
Chávez (Venezuela), como Correa (Ecuador), nunca aceptaron reunirse con representantes de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Inteligentes y hábiles los dos, pero incapaces de aceptar críticas, porque no eran transparentes
ni honestos. Su discurso fue y ha sido a favor de la democracia, pero no creen en sus principios ni en sus valores. Así son la mayoría de políticos. Endulzan sus palabras para ganar las elecciones, pero después no hacen más que trabajar por sus intereses. Eso nos pasa aquí constantemente.
La clase política se ha excedido en el abuso del poder. Los guatemaltecos ya no aguantamos esto. No hay nadie perfecto ni lo habrá jamás–, pero en la medida que más nos aproximemos al ideal que se busca y necesita, los resultados serán mejores.
Electores todos, es momento de pasar un escáner muy sensible a cada candidato, para encontrar sus fortalezas y debilidades. Candidatos, llegó el momento de dar muestras de por qué podemos o no confiar en alguno de ustedes. ¿Quién será? ¿Habrá dos, uno… o ninguno? Cada quien debe encontrar su respuesta, pero les anticipo que no será fácil, porque las cualidades necesarias no abundan.