ENFOQUE: Queda mucho, pero mucho, por mejorar!!!

Gonzalo Marroquín Godoy

Dos noticias diferentes, que se están produciendo en paralelo, dejan al desnudo el enorme fracaso de nuestro sistema político.

A lo largo del año se han desarrollado dos acontecimientos noticiosos que no son una suma de hechos en desarrollo que tienen gran trascendencia y una connotación particular para Guatemala, pero que, a la vez, dejan al desnudo el gran fracaso del sistema político que –obligatoriamente– debe cambiar radicalmente, si es que queremos avanzar como Nación hacia un desarrollo en el que se tenga como objetivo principal la mejora de las condiciones sociales de los guatemaltecos ¡todos!.

Esos dos acontecimientos a los que me refiero, son:  a) las tristes y preocupantes noticias sobre los migrantes que viajan a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, con caravanas, muertes de niños y connacionales en aquel país, así como las constantes amenazas y chantajes de parte del presidente Donald Trump y; b) el maltrecho proceso electoral que se inició con incertidumbre, el escrutinio sembró más incertidumbre y los resultados nos colocan ante un futuro plagado de mayor incertidumbre.

La falta de políticas para un desarrollo integral mantienen a la mayor parte de la población sin oportunidades de trabajo y de una vida mejor, lo que les obliga a migrar, aún sabiendo los riesgos y dificultades que implica caminar cerca de 2.500 kilómetros en medio de la adversidad, con peligros que incluso amenazan sus vidas.

Hay quienes, con argumentos que pueden resultar válidos, hablan de más de 500 años de rezago social, con una economía que, si bien crece, no lo hace a un ritmo suficiente y nunca cierra la brecha que existe entre ricos y pobres.  Sin embargo, no se necesita ir tan lejos.  A mí me gusta analizar a partir del llamado retorno a la democracia que se dio en 1986, pues es el momento en el que el pueblo recobra la esperanza de un cambio sustancial que, hasta la fecha, no llega.

La democracia, se supone, es el sistema que debe promover el desarrollo político, económico y social.  A mayor democracia debe existir un efecto que se traduzca en mayor desarrollo.

Veamos, por ejemplo, El crecimiento que ha tenido Costa Rica en este período, comparado con Guatemala: El ingreso por persona en aquel país centroamericano era de US$1,605 anuales, mientras que el nuestro ya era inferior, a pesar de tener una economía más grande: US$669 anuales.  Diez años después, la brecha principia a verse más grande –siempre a favor de los ticos–: US$3,437 anuales, contra apenas US$1,335 anuales de nuestro país.

Otra década más tarde (2006), Costa Rica ha alcanzado el PIB per capita de US$5,295 anuales y Guatemala apenas llega a US$2.256 anuales.  Para 2018 los costarricenses han alcanzado ingresos por US$11,744 anuales, mientras nosotros nos hemos quedado en US$5.575 anuales.  Es decir que apenas hemos llegado al punto en que Costa Rica se encontraba en 2005, con la gran diferencia de que allá no es tan marcada la diferencia de clases. 

A los ticos la democracia les ayuda a mejorar, mientras nosotros hemos tenido apenas un crecimiento vegetativo.  ¿Por qué sucede esto?  Aunque parece sencilla la respuesta, es complicada, pero en resumen, podemos decir que es porque su sistema político funciona mejor.

Nuestro sistema está podrido.  La corrupción de la clase política ha impedido que progrese el sistema –partidos políticos, procesos electorales, instituciones–, lo que hace que vivamos en un círculo vicioso –laberinto sin salida–.  Si lo político no funciona –la cabeza–, lo demás tampoco lo hace y el efecto negativo se puede ver con crudeza en el orden socioeconómico.

Por eso, unos 2.7 millones de guatemaltecos han abandonado el país a través de los años, la mayor parte de ellos desde 1986 a la fecha.  El sistema económico, ligado en muchos aspectos al político –o dependiente de este– puede mostrar crecimiento, pero nunca alcanza los niveles ideales. 

Eso nos lleva a situaciones dramáticas.  La educación es deficiente y limitada –sobre todo a nivel diversificado y universitario–, la salud de la población no se atiende y la falta de oportunidades es tan grande que empuja a salir del país. 

Donald Trump quiere cortar de tajo la llegada de migrantes centroamericanos.  Está en todo su derecho, pero lo que no termina de entender es que no cambiará el flujo migratorio mientras continúen las causas: si no cambia de raíz el sistema político, no puede haber mejoras sustanciales en el orden socioeconómico y la violencia y falta de oportunidades seguirán empujando a miles y miles a salir para buscar mejoras en su vida.

Los gobiernos, empezando por el de Jimmy Morales, debieran saber que no es con represión y con campañas engañosas que se detendrá el flujo.  Es con un cambio en el quehacer político.  Si los políticos trabajan responsablemente, el país cambiará.  Pero hace falta mucho, pero mucho por hacer en el país para provocar un verdadero cambio que, por ahora y a mediano plazo, se ve más que difícil.