Para alguien a quien le va mal en todo lo que hace, se le aplica un refrán popular que dice: Este sí que no da pie con bola. Algo así le está pasando al presidente, desde hace mucho…
Gonzalo Marroquín Godoy
Al presidente Alejandro Giammattei las cosas no le salen bien, ni siquiera medianamente. Si hacemos un ejercicio para calificarlo en diferentes áreas, encontramos respuesta a la poca popularidad que le está quedando. Veamos si aprueba o reprueba:
Cumplimiento de promesas de campaña: reprobado.
Atención a la pandemia por el covid-19 –prevención, atención y vacunación–: reprobado.
Lucha contra la corrupción: reprobado.
Fortalecimiento institucional: reprobado.
Respeto a la independencia de poderes: reprobado.
Promover la unidad nacional: reprobado.
Relaciones internacionales: mediocre a reprobado.
Lucha contra la pobreza, la desnutrición infantil crónica: reprobado.
Acciones para crear oportunidades para los guatemaltecos: reprobado.
Por supuesto que todos los aduladores y cercanos al presidente le dicen al oído que todo marcha a pedir de boca, y le presentan resultados maravillosos, en diferentes áreas. Mientras, la población muestra desencanto, frustración y hastío, porque no mira que el país vaya en la dirección correcta para atender, siquiera, alguno de los problemas que arrastramos de gobierno en gobierno.
Por eso se han alzado voces pidiendo su renuncia, porque ven tremenda inacción de su parte. A ver qué pasa después del hoy, cuando termine el plazo que le han fijado los dirigentes de los pueblos indígenas, con los que, por cierto, no ha tenido una buena relación.
Todo esto viene al caso, pues principian a escucharse voces para que se tome en serio el tema ambiental y, específicamente, se regule drásticamente el uso de plástico de un solo uso, acción que, en teoría, debiera entrar en vigor el próximo 20 de septiembre, en cumplimiento del acuerdo gubernativo 189-2019.
Como todos los focos de atención están centrados en los problemas más relevantes del momento –pandemia, corrupción e impunidad–, se ha dejado a un lado –como muchos otros– la enorme necesidad de proteger nuestro ambiente. El uso de plásticos y el mal manejo de los desechos sólidos persiste, sin que las autoridades hagan algo al respecto.
Ciertamente aquel acuerdo gubernativo no contempla la problemática de forma integral, porque se hizo de manera demagógica, pero nadie –con conciencia– ignora que el mal uso y abuso de los productos plásticos se ha convertido en un problema de gran impacto, no solo en Guatemala, sino en todo el planeta.
El ejemplo más claro lo podemos encontrar en la contaminación y traslado de desechos sólidos –casi todos de plástico–, que se da en el río Motagua, al extremo que las autoridades hondureñas han dicho que no encuentran respuesta del lado guatemalteco y que la contaminación crece en la desembocadura del río, en las playas de Omoa. Han sido varias las quejas que se han elevado ante las administraciones de Jimmy Morales y ahora Giammattei.
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La organización ambientalista, Voces del planeta, ha pedido públicamente al presidente que promueva la aprobación de una ley para prohibir el uso de plásticos de un solo uso y que su ministerio de Ambiente promueva otra ley para la gestión adecuada de los desechos sólidos.
El tema ambiental es de importancia vital. Hay quienes piensan que atender los problemas ambientales es detener el crecimiento económico, sin alcanzar a ver qué, si seguimos destruyendo nuestro planeta como hasta ahora, pronto tendremos una pandemia ambiental mortal.
¿Pronóstico? No es difícil. Se atenderá el problema peor de lo que se hace con la pandemia. Se darán algunos pasitos para decir que algo se trabaja, pero en el fondo se dirá lo mismo: la culpa es de las personas, que consumen plásticos de forma desmedida. Es cierto –como en el tema de la pandemia–, pero el Estado tiene la obligación de marcar la ruta, regular y pensar en el bien común. La figura de Pilatos –que ya vimos con el covid–, es nefasta.