// ENFOQUE \\ Otra tragedia desnuda la cruda realidad nacional


Se suma otra tragedia que nos muestra el fracaso del sistema político, provocado por politiqueros avorazados que se olvidan de servir y se sirven con la cuchara grande..

Gonzalo Marroquín Godoy

En menos de un año hemos vivido tres tragedias viales en las que han muerto 81 guatemaltecos –entre ellos varios menores–, todos con un común denominador: viajaban porque sus condiciones socioeconómicas eran desesperantes y perdieron la vida porque el sistema político imperante en el país ha sido incapaz de darles, al menos, un nivel de vida aceptable.

Dos de esas tragedias tuvieron lugar en el exterior e involucraron a connacionales que decidieron migrar en busca del sueño americano, ese que muchos alcanzan en base a dolor y sacrificio, un esfuerzo que, sin embargo, termina siendo justificado.

La primera tragedia ocurrió el 10 de diciembre de 2021 en Chiapas, México, en donde 42 guatemaltecos murieron cuando el tráiler en el que viajaban hacinados volcó aparatosamente. En total iban 55 personas, pero la gran mayoría eran connacionales que no soportaron la falta oportunidades que el Estado de Guatemala les brindaba y optaron por arriesgarlo todo y viajar hacia Estados Unidos.

Huían de muchas cosas: pobreza; pésima educación pública; falta de empleos dignos; mala calidad de atención en salud; y creciente inseguridad, derivada de la violencia común y el crimen organizado.

Fueron dramáticas las escenas que se vieron en el lugar del accidente.  Las filas de cuerpos sin vida envueltos en mantas mientras eran trasladados y, en los días sucesivos, las declaraciones de los familiares y algunos de los sobrevivientes, quienes narraban el drama humano que se vive cuando se tiene que tomar la decisión de abandonar su país.

Recuerdo que el hermano de uno de los fallecidos dijo a un periodista que el plan familiar es que primero saliera el joven que había muerto y que luego lo haría él.  De todas maneras, pronto me iré yo, porque aquí no tenemos la menor oportunidad de salir adelante.  Un tío de ellos los esperaba en algún lugar de California, en donde les dijo que tendrían trabajo, educación y oportunidad de ayudar a la familia que dejaban aquí.

Parecido fue lo que ocurrió el 28 de junio en San Antonio. Texas, en donde 58 migrantes murieron asfixiados en un camión, entre ellos, 21 buenos guatemaltecos que intentaban reiniciar sus vidas en Estados Unidos porque en Guatemala no encontraban futuro para ellos y sus familias.

Esas dos tragedias muestran con crudeza los esfuerzos y el peligro que corren los migrantes en su búsqueda de una vida mejor. Esas dos tragedias nos dicen que no se están haciendo las cosas bien en el país, porque no se han mejorado las condiciones de vida y de oportunidades tras casi cuatro décadas de la nueva era democrática, iniciada en 1986.

¡Esas dos tragedias dejaron al desnudo que el sistema político que viene imperando es un fracaso!

Pero si hacía falta algo, nos encontramos ahora con otra tragedia que, aunque relaciona con el tema migratorio refleja la misma realidad. Hace unos días, un pick-up que transportaba al menos 30 personas entre el caserío el Conacaste y la cabecera municipal de Jocotán –con altísimos índices de pobreza–, cayó en un barranco y murieron cerca de 18 personas, la mayoría de ellas mujeres y algunos menores.

¿Por qué viajaban en esas condiciones?

Primero, porque no hay otro medio de transporte en ese lugar.  Segundo, porque tenían necesidad de hacerlo, pues iban a la cabecera municipal para recibir una transferencia social de un programa internacional de ayuda, porque su nivel de pobreza es extremo, y ese dinero serviría para atender las necesidades mínimas de sus familias.

Como puede apreciarse, es la misma razón por la que los inmigrantes de aquellas otras tragedias murieron. Aquellas víctimas, como estas, son producto de un sistema político que tiene prioridades distorsionadas y que, para ellos, los que están en la guayaba –en su más amplia concepción–, lo importante es estar bien, sin pensar en lo que están pasando los de abajado, el pueblo.

Casi todas las mujeres fallecidas aplicaron a un programa de asistencia social de Naciones Unidas y recibían cien quetzales mensuales de asistencia. ¡Por eso murieron! No iban a recibid miles de quetzales, querían tener un pequeño ingreso adicional para dar de comer algo mejor a sus hijos.

Esa es la Guatemala de hoy, en donde tenemos al segundo presidente mejor pagado de Latinoamérica, en donde todos los servidores públicos se llenan de dinero sus bolsillos, mientras la pobreza aumenta.  Lo peor, ni siquiera se esfuerzan por tener decisiones acertadas en su gestión para coadyuvar a resolver los problemas nacionales, sino que anteponen la voracidad de su enriquecimiento personal al bien común.

Son tres tragedias.  No hay duda de ninguna de ellas. Son tres formas en las que se muestra el fracaso del sistema político. Son tres muestras de la clase política que tenemos.  Son tres evidencias de que las cosas se vienen haciendo mal desde hace tiempo, ¡claro¡, pero cada vez que llega un nuevo gobierno, actúa de peor manera –malintencionada– y de forma más ineficaz.  Hay muchos culpables de estas tragedias.