//ENFOQUE// ¡Sin miedo!: Resistencia pacífica, arma contra la opresión


No es poca cosa que la Convergencia Nacional de Resistencia la encabece un cardenal de la iglesia católica.  Es evidente que hay frustración y preocupación social en Guatemala.

Gonzalo Marroquín Godoy

Si miro a la izquierda veo pobreza, si volteo a la derecha, veo injusticia.  Mirando hacia arriba encuentro autoritarismo y viendo hacia abajo, desesperación. ¿Qué nos pasa? Desnutrición, destrucción de carreteras, violencia desenfrenada, corrupción e impunidad, protestas reales o montadas, intolerancia y opresión.  Son hechos, no fantasías.

Por supuesto que esto no ha brotado de la noche a la mañana.  Ha sido un proceso de deterioro que no se detiene y ahora alcanza su peor momento, aunque sigue la caída y crecerá.  Es como una bola de nieve que principia pequeña, pero al rodar y caer se vuelve gigante.

La población lo vive y sabe que es real, pero hábilmente se utilizan los medios oficialistas y la manipulación de las redes sociales para crear confusión y mantener desinformada a gran parte de la población.  Sin embargo, la verdad no se puede ocultar, porque está a la vista, por mas que los testaferros quieran culpar a otros de lo que sucede y buscan una justificación para la persecución de los no alineados.

Por eso no extraña el surgimiento de la Convergencia Nacional de Resistencia (CNR), un movimiento social que encabeza nada menos que el cardenal Álvaro Ramazzini, quien expone que muchos guatemaltecos perdimos el miedo y estamos en resistencia, y advierte que estamos bajo un régimen autoritario, muy cercano a la dictadura.

No está demás recordar que el cardenal es la figura más alta de la iglesia católica, solamente por debajo de la autoridad del papa.  Esto significa que dicha Convergencia surge bajo el liderazgo de un prelado de la iglesia católica, mayoritaria en el país y cuyos fieles debieran poner atención a lo que está diciendo Ramazzini, a quien no se le puede acusar de político, pero si de un activista por el bien común y la paz y respeto para los guatemaltecos.

Muchas veces se criticó en el pasado a la iglesia católica de activismo de izquierda, cuando denunciaban las condiciones de pobreza de la población.  Eso ocurrió durante el llamado conflicto armado interno, que se prolongó de 1963 a 1996.

Recientemente he escuchado a dos curas dar sermones en los que censuran los actos de corrupción y de incapacidad de funcionarios, diputados, magistrados y jueces.  Los religiosos no están a la caza de votos como los políticos, así es que no hacen mas que lamentar y crear conciencia sobre lo que está sucediendo en la Guatemala de hoy.

Seguramente el surgimiento de la Convergencia Nacional de Resistencia obedece a un sentir bastante generalizado, el mismo que se manifiesta en las encuestas, pero se mantiene reprimido por miedo o por esa desinformación.  En este caso, creo que hay que advertir que no es un sentimiento y pronunciamiento de la izquierda, sino que es una expresión auténtica de buenos guatemaltecos, de izquierda o derecha, cansados de la forma en que se está conduciendo al país.

Negocios turbios por todos lados, acoso y persecución contra aquellos a los que se califica de opositores -la lista ya es enorme–, incapacidad para atender los problemas de siempre, como son la salud, educación, seguridad e infraestructura, entre otras muchas cosas. Bueno, basta con decir que ni siquiera se ha podido combatir la desnutrición infantil crónica y somos el país con peor índice en Latinoamérica.  Lo que se podría hacer con todo lo que se roban los de la cúpula para cambiar esta triste realidad.

Creo que un movimiento serio como la Convergencia tiene que ser escuchado por otros sectores.  Supongo que pronto habrá un pronunciamiento de la Conferencia Episcopal de Guatemala, se ha sumado el movimiento estudiantil de la USAC y algunas organizaciones populares, pero es importante que cobre fuerza, para obligar a que el Gobierno y las autoridades tengan que escuchar.

Ramazzini y los demás organizadores de la CNR indicaron que se trata de un movimiento bajo el manto de la no violencia.  La misma que en el pasado utilizaron con éxito Gandhi en la India y Martin Luther King en Estados Unidos. Esto es plausible, porque lo que menos necesita Guatemala es que vuelva la confrontación con violencia.  Ojalá del otro lado valoren lo mismo.

Ciertamente hemos perdido y se pisotean los valores democráticos.  No hay pesos y contrapesos, pero el movimiento social puede venir a llenar ese vacío que permite que el pueblo se exprese ante la opresión y permita al menos el mínimo equilibrio para promover respeto al Estado de Derecho, tan siquiera.

La decisión de Ramazzini para ponerse al frente de ese movimiento no debe haber sido fácil, pero también sabe que era algo necesario y que no cualquiera podía asumir esa posición con los riesgos que implica. ¿Meterán preso a un prelado?  En este momento el MP se ha convertido en un órgano represor, pero es claro que sería complicado armarle un caso penal a un cardenal.

El movimiento pone a prueba nuevamente nuestra débil democracia.  Esperemos a ver la reacción de las autoridades.  Recuerden que en el Desayuno de Oración en Agosto, Giammattei dijo –palabras mas, palabras menos–, que Dios debe ser guía de los gobernantes. ¿Será cierto en su caso?

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