ENFOQUE: Mr.Trump, tiene plumas, camina como pato, hace cuac-cuac, y…

Gonzalo Marroquín Godoy

Desde su llegada a la Casa Blanca hace cuatro meses, Donald Trump no ha dejado sorprender con sus declaraciones, actitudes y políticas. No le ha ido bien en realidad, porque ha sido demasiado prepotente y, al parecer, no termina de entender que gobernar una democracia no es lo mismo que dar órdenes en sus empresas.

Por eso, algunas de sus políticas y órdenes presidenciales han encontrado oposición y rechazo de sectores políticos y sociales ­–la amenaza a las ciudades santuario en el tema de los migrantes indocumentados, por ejemplo–, mientras que otras terminan topando con el muro de la Justicia –diferente al que él sueña–, que allá si funciona de manera independiente.

La sombra de ‘obstrucción a la Justicia’ puede

dañar mucho su administración.

En ese sentido, son varias las resoluciones judiciales que le han marcado un alto a su presumida autoridad y le han obligado a dar marcha atrás, aunque él no se muestra conforme y advierte que llegará hasta la Corte Suprema de Justicia, en donde espera tener más “apoyo político”, aunque no debiera estar tan confiado.

Tampoco se pudo imponer al Congreso cuando intentó botar el llamado Obamacare –el programa de salud impulsado por Obama–, a pesar de la mayoría republicana. El poder de la Casa Blanca es enorme, pero el Presidente debe recordar siempre que dirige una Nación y no su empresa.

Ahora ha surgido un escándalo que puede alcanzar proporciones incalculables. En realidad se le han abierto dos frentes relacionados entre sí, con la Rusia de Putín como peligroso trasfondo común. Por un lado está la investigación federal que se ha iniciado para determinar el vínculo que pudo haber entre la campaña electoral republicana y Rusia, pero por otro –y esto puede resultar incluso peor­– su vano intento porque no se investigara a su ex asesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, y la solicitud se la habría hecho nada más y nada menos que al Director del FBI, James Comey, destituido hace pocos días.

Esta revelación la ha publicado el prestigiado diario The New York Times. Al igual que en los inicios del escándalo de Watergate ­que terminó con la renuncia de Richard Nixon en 1974, el diario cita fuentes confidenciales que aseguran que el mandatario pidió ‘discretamente’ a Comey que dejara en paz a Flynn, investigado entonces por sus vinculaciones con Rusia durante la campaña electoral.

El problema aquí es que se le podría llegar a acusar de “obstrucción a la Justicia”, el mismo delito por el que se persiguió a Nixon, y crimen muy delicado para un mandatario estadounidense, porque podría ser sometido más adelante al proceso conocido como impeachment, que no es otra cosa que un juicio político que se lleva a cabo en el Congreso contra el mandatario.

Nixon renunció cuando comprobó que perdería el juicio en el Congreso y sería destituido.

Es demasiado pronto para saber que se llegará a un escenario parecido. Sin embargo, las actitudes prepotentes, autoritarias y poco meditadas de Trump permiten suponer que, al menos, estará caminando en la cuerda floja un buen tiempo.

Por razones de oficio, suelo seguir las noticias de política internacional. Siempre los presidentes de Estados Unidos ocupan espacios noticiosos importantes, pero cuando empiezan a ganar titulares por situaciones como esta, hay que poner atención, porque algo grave puede ocurrir.

Nixon, que era un viejo zorro de la política, logró retrasar bastante el proceso de impeachment, pero Trump con sus actitudes, podría acelerar las cosas.

Los jóvenes no recuerdan el caso Watergate, ni el papel que tuvieron los diarios The Washington Post y el New York Times, pero no parece imposible que puedan ver una especie de “segunda parte” de este tipo de intentos por obstruir la justicia de parte de un gobernante estadounidense.

La desventaja de Mr. Trump es que camina como pato, hace cuac-cuac… y caga como pato a cada rato. Eso en política puede ser un suicidio.