ENFOQUE: Mala Ley Electoral y mal TSE… ¡bomba de tiempo!

Gonzalo Marroquín Godoy

Votos van, votos vienen, y en el aire se detienen… cambian y vuelven a cambiar. ¡Qué desmadre! La mala organización y poca capacidad del Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha quedado al descubierto, a lo que hay que sumar los enredos creados –¡a propósito!– por la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) y su reglamentación, que han empañado como nunca un proceso electoral y creado este clima de incertidumbre que prevalece a casi una semana de la votación, con toda una nebulosa sobre algunos resultados, sobre todo a nivel de la integración del Congreso de la República.

Debo decir que hasta cierto punto era previsible, porque aquellas reformas aprobadas en 2016 no tenían la menor intención de fortalecer el sistema democrático, sino más bien pretendían asegurar que no hubiera cambios en el sistema político dominante, plagado de corrupción y que gozaba –y sigue gozando– de un marco de impunidad impresionante.

El país vive momentos complicados, producto del engaño, la falta de visión y el debilitamiento institucional.

Para colmo de males, los magistrados del TSE terminaron aquella mala obra con un reglamento que enredaba más todas las situaciones y, con el argumento de promover transparencia, terminan la perversa maraña en la que caemos la mayoría: candidatos y partidos no amañados, la población incauta y, en general, todos los que aspiramos a una Guatemala mejor. 

• Con el pretexto del controlar el financiamiento electoral ilícito, se pusieron tantos controles y cortapisas, que los financistas sanos, los que pudieron haber aportado de manera limpia, se atemorizaron.  Los de siempre, en cambio, los que dan dinero a cambio de influencia –narcos y corruptos–, de todas maneras encontraron la forma de hacer llegar los fondos en efectivo a los candidatos.

• En un país en donde se debiera promover la participación ciudadana de manera cívica y desinteresada, se prohibió que los fiscales de mesa pudieran ser voluntarios, lo que obligaba a pagarles o, en el mejor de los casos, reportarlos como aporte en especie, lo que de todas maneras llevaba la apertura de informe por cada uno.  Esto hizo que hubiera poca fiscalización en las mesas.

• Con salvo una o dos excepciones, los Q200 millones que se invirtieron en publicidad para los partidos,  se destinaron a medios de bajo impacto masivo, lo que se tradujo en una campaña silenciosa,en la que los medios tenían problemas para dar cobertura a cerca de 20 candidatos a la Presidencia y otros tantos a alcaldías, con interminables listas para diputados.

El multipartidismo tuvo el efecto esperado: divide y vencerás.

Todo eso era suficiente para que el proceso electoral fuera complicado y confuso para los electores.  Esta vez no hubo cancioncitas, pero los ciudadanos no tenían más que seguir como borregos a los más conocidos.  No hubo debate de ideas, de programas de gobierno, no hubo forma de comparar entre las propuestas.

Los magistrados del TSE pronto se vieron superados por las necesidades y se hizo notoria su limitada capacidad, cuando no mal intencionada.  No se midió con la misma vara a todos los candidatos.  Se dejaba fuera a unos y a otros, con los mismos impedimentos, se les permitió participar.  La campaña tuvo la característica de la incertidumbre en la participación de candidatos hasta la última semana.  Todo un desastre en el que se vio una discrecionalidad total.

Si lo que se quería era aumentar las dudas entre la población, se logró cuando se anuncia la salida a vacaciones del Fiscal de Delitos Electorales, Oscar Schaad y del director del Registro de Ciudadanos, Leopoldo guerra.  ¡Insólito!.  El argumento en el caso del primero fue que salía del país por amenazas recibidas.  ¿Qué fiscal no está sujeto a recibir amenazas?. 

Todo esas circunstancias y hechos se dieron en el marco del proceso y campaña electoral.  Pero había más.  Este TSE pasará a la historia como el peor que ha habido hasta el momento, y sus deficiencias continúan.

El mismo domingo empezaron las redes sociales a mostrar anomalías.  La lluvia de impugnaciones no se hizo esperar y continuará seguramente, porque hay un desorden e incapacidad que han dejado al desnudo que, a diferencia de anteriores jornadas electorales, en esta no se contó con los controles rigurosos para evitar la manipulación.

No queda más que dos caminos: para la ciudadanía y partidos políticos no comprometidos, exigir que haya una exhaustiva revisión de las actas, hasta lograr un cuadre perfecto.  A los magistrados al TSE, aceptar sus enormes errores y ahora responder a lo que Guatemala demanda.  Mamarracho de LEPP, mamarracho de reglamentos, mamarracho de autoridades.  Mala combinación.