ENFOQUE: La “maldición del oficialismo” no ha fallado ni una vez desde 1991


La respuesta a un mal gobierno se da en las urnas y, cada cuatro años, el resultado se ha repetido: el candidato oficial es repudiado y el partido político en el poder muere o tiende a desaparecer».

Gonzalo Marroquín Godoy

Aunque arrastramos un cúmulo de imperfecciones, la llamada –por algunos– nueva era democrática, ha entrado en su noveno proceso electoral consecutivo, el período más largo en nuestra historia republicana en cuanto a elecciones consecutivas respetando los períodos constitucionales y con votaciones que reúnen condiciones mínimas de transparencia.

Lamentablemente esta característica positiva de nuestro sistema político no ha sido suficiente para consolidar la democracia y encontrar un funcionamiento acertado para impulsar al país hacia dimensiones de desarrollo y crecimiento social.  Por el contrario, hemos vivido fracaso tras fracaso de gobiernos y partidos políticos, como se puede mostrar con los índices de desarrollo humano, en los que muy poco o nada hemos avanzado en 37 años.

Además, el resultado de cada votación ha mostrado la clara intención de los electores de castigar al partido de gobierno: ¡Ningún candidato del oficialismo ha ganado!  En cada elección hemos comprobado la maldición del oficialismo, como un mensaje de desaprobación del pueblo.  Veamos:

Elecciones de 1990: tras cinco años de gobierno democratacristiano bajo la conducción de Vinicio Cerezo, el partido postula cómo delfín ­a Alfonso Cabrera.  La DC viene de barrer literalmente en las elecciones anteriores, cuando además del Ejecutivo, logra el control del Congreso con mayoría absoluta y un gran número de municipalidades. 

Todo el aparato del oficialismo se pone en movimiento para retener el poder, pero Cabrera apenas logra quedar en tercer lugar –muy cerca del cuarto– y, aunque la bancada de la DC  en el Congreso es la segunda en tamaño, se hace evidente el retroceso del que fuera partido oficial. Una participación más y la DC se muere.

En las siguientes elecciones (1995), no hubo candidato oficial, tomando en cuenta que Jorge Serrano intenta dar un golpe de Estado y luego renuncia; termina el período Ramiro de León Carpio, quien no llega con partido político alguno.

Elecciones 1999: Álvaro Arzú gana con el PAN y obtiene también una aplanadora en el Congreso, aunque no tantos alcaldes en el interior.  Su delfín, Oscar Berger, obtiene el segundo lugar detrás del FRG y Alfonso Portillo. El mejor resultado hasta ahora de un candidato oficial. Sin embargo, el PAN inicia ahí su declive y, aunque hasta la fecha no ha desaparecido, ha cambiado de manos al menos en dos ocasiones y en esencia, no es el mismo partido fundado por el expresidente Arzú.

Las sombras de la corrupción acompañaron a los gobiernos de Cerezo, Arzú y Portillo.

Elecciones 2003: El FRG cree que será el primer partido en repetir, al lanzar a su mejor carta al ruedo electoral.  El general Efraín Ríos Montt se considera invencible en las urnas, pero recibe un batacazo al caer al tercer lugar, perder el control del Congreso y debilitarse en cuanto a municipalidades.El ganador es Oscar Berger, esta vez con el partido Gana.  El segundo lugar es para Álvaro Colom (UNE). La maldición del oficialismo coge fuerza en el ambiente electoral chapín.

Elecciones 2007: Aunque ha pasado por varios partidos, la Gana se inclina por la nominación como candidato del oficialismo de Alejandro Giammattei, pero de nuevo vuelve la maldición y, aunque cuenta con todo el apoyo del aparato estatal, se ve relegado a una tercera posición, muy lejos del ganador, Álvaro Colom (UNE). La Gana entra también en barreno y sus días están contados, hasta terminar desapareciendo.

Elecciones 2011: Contrario a la maldición, parece que empieza también una bendición, la cual es para el candidato que ocupa la segunda posición, ya que suele ganar la presidencia –así sucedió con Portillo, Berger y Álvaro Colom, sucesivamente–.  Esta vez se repiten ambas, maldición y bendición: Otto Pérez, segundo en 2007, gana las elecciones y la UNE falla en su intento por tener una delfina, pues la ambiciosa Sandra Torres no puede participar a pesar de divorciarse de Colom para intentar ser inscrita como candidata.

Elecciones 2015:  Convulsas elecciones tras el destape de toda la corrupción y podredumbre durante el gobierno del Partido Patriota (PP).  Antes de la debacle nominan como candidato a Alejandro Sinibaldi, pero este no puede participar porque huye para evitar la cárcel, que si alcanza a Pérez y su vicepresidenta Roxana Baldetti.

Mario David García se convierte en el candidato del oficialismo y le cae la maldición con todo el peso de los acontecimientos.  El castigo del voto popular es tremendo y apenas queda en octavo lugar. Sería también la tumba del PP.

El ganador es un cómico desconocido en la política, que resulta un gran fiasco para los electores que esperaban algún cambio en el quehacer político.  Jimmy Morales y el FCN Nación hacen una de las peores administraciones.  

Elecciones 2019: El repudio se manifiesta en las urnas, y el delfín del partido, Estuardo Galdámez, de tendencia militarista, queda en octavo lugar, con menos del 5% de los votos. El partido sigue vivo, pero sin fuerza significativa. Giammattei es el ganador.

En esta ocasión, el oficialismo busca fuera del partido a su delfín ante la falta de liderazgos propios.  Será Manuel Conde, aliado de Vamos durante los tres años en el Congreso.  Sin ser adivino, es fácil suponer que, aunque muevan todo el aparato para impulsar su candidatura, no parece, ni siquiera de manera remota, que vaya a terminar la maldición del oficialismo.  Ya veremos hasta dónde cae.