ENFOQUE: Giammattei en la encrucijada… Porras, un lastre

El país atraviesa la peor crisis política desde que asumió Alejandro Giammattei, pero su alcance aún no se puede medir.  Credibilidad por los suelos; ingobernabilidad en alza.

Gonzalo Marroquín Godoy

Por más que sus más cercanos colaboradores le repitan al presidente Alejandro Giammattei que la cosa no es tan jodida, y lo animan a no ceder y echar punta –de eso me enteré– la verdad es que el mandatario enfrenta una crisis de gran dimensión, con un movimiento que se irá fortaleciendo y exigirá, cada vez con más fuerza, su renuncia y la de la fiscal general Consuelo Porras.

Ayer se hizo pública una carta abierta del doctor Edwin Asturias Barnoya –ex director de Coprecovid–, quien se suma a la demanda popular de exigir la renuncia del mandatario, a quien le dice en el escrito que, a este punto, todos sospechamos que Usted desea una presidencia soberbia, más parecida a un reinado sin restricciones, y (…) el tiempo de decir “hasta aquí” ha llegado.

Esa carta me recuerda que en la caída Jorge Ubico, tuvo que ver otra misiva, firmada por 311 valientes ciudadanos, quienes pedían la renuncia del tirano.  Entre los signatarios se encontraba nada menos que Mario Wunderlich, su médico de cabecera.  Era obvio que su gobierno se había convertido en indeseable.

Hay que recordar que Asturias se jugó su prestigio dejando el trabajo académico y profesional en Estados Unidos para venir a colaborar con Giammattei, aunque lo hizo para trabajar a favor del pueblo.  Se fue porque comprendió que no era ese el interés del presidente.  Dice en la carta con claridad que se marchó, al comprobar que su afán como líder nacional por mitigar la pandemia se había disipado o desviado.  Eso se hizo obvio más adelante y hoy esparte del malestar de la gente.

Por supuesto que el detonante para que Asturias escribiera la carta fue el mismo que produjo el #ParoNacional29J, es decir, la destitución abusiva e ilegal del fiscal Juan Francisco Sandoval, que vino a reconfirmar que Consuelo Porras es más bien una útil tapadera, para que el MP sirva a los intereses de la corruptela que predomina en la alianza oficialista.

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Por las declaraciones de los líderes de este movimiento –que ha sido espontáneo–, los manifiestos de instituciones y organizaciones de la sociedad civil, y lo expresado por la comunidad internacional, queda claro que la destitución de Sandoval es la gota que derrama el vaso, pero hay conciencia general sobre la forma en que la alianza oficialista ha venido cooptando las instituciones del sector justicia, hasta controlarlo totalmente.

El Congreso, pieza clave de la alianza, ha sido un gran manipulador y operador de esta estrategia para castrar a la justicia: no se elige a los magistrados para la nueva Corte Suprema de Justicia (CSJ), para seguir contando con la actual que, más que su marioneta, es un arma que se utiliza a favor de la clase política.  Uno de muchos ejemplos: se juramenta solamente a los magistrados afines a la CC (4), mientras se niega a juramentar a Gloria Porras, hasta que haya más impugnaciones contra ella –espurias, por supuesto–.   Manipulación pura y dura.

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Giammattei dice en un comunicado que está comprometido con continuar la lucha contra la corrupción. ¡¡¡¿Cómo?!!! Si es todo lo contrario.  Entonces su concepto de continuar, es advertencia de que seguirá la misma corrupción y se mantendrá el marco de impunidad ya existente. 

Casi todos los integrantes de la alianza oficialista se mantienen agazapados, pero a algunos de ellos, les piden pronunciamientos a favor del MP y Consuelo Porras, sin medir, quienes acceden paulatinamente, que no hacen más que ponerse del lado de la corruptela y se muestran a favor de que la impunidad sea absoluta y hasta descarada, lo que garantiza un desastre –tarde o temprano– para nuestra democracia.

Además, y ojo con esto, estos aliados están perdiendo también credibilidad.

Todos debemos tener presente que, en una crisis, como en las guerras, siempre se sabe como principian, pero es imprevisible como terminan.

La situación es complicada.  Que no extrañe que en algún momento se suelte el lastre, pero eso no será suficiente para estabilizar el barco, porque el malestar es mayúsculo.  Sin una respuesta positiva y concreta, eso sí, será cada vez más fuerte el clamor popular y la ingobernabilidad crecerá.

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