Se saben muchas cosas de él. Se dicen otras tantas. La verdad es que no tiene ningún mérito… ¡y sí muchos deméritos!, para ser ministro de Gobernación.
Gonzalo Marroquín Godoy
Es difícil saber lo que pasa por la cabeza de otra persona. No es fácil entender a un presidente cuando nombra como ministro de Gobernación –que es de los más importantes en el gabinete–, a una persona sin experiencia ni capacidad comprobada, falto de habilidad política y, para colmo de males, con una hoja de vida que tiene un sinnúmero de tachas.
La cartera de Gobernación ha sido una de las más sacudidas durante la administración del presidente Alejandro Giammattei y, de acuerdo a los hechos, no ha tenido buen tino en la selección de ninguno de los tres ministros que han pasado por ella. Primero se inclinó por un general retirado, Edgar Godoy Samayoa, uno de los exmilitares que formaron La Cofradía, tristemente célebre por sus vínculos con la corrupción y la cercanía con otro general retirado y mal visto, Ortega Menaldo.
Godoy renunció por razones de salud y Giammattei se vuelve a equivocar al nombrar a un exdiputado –de los depurados– Oliverio García Rodas, quien dura poco tiempo en el cargo y es destituido en medio de una controversia pública a causa de una fundación extranjera. En vez de buscar enmendar sus dos errores anteriores, el presidente encuentra a un personaje sombrío y con serios señalamientos de corrupción, aunque con fama de poder ser un buen encargado de limpieza, si esa fuera la tarea de Gobernación. Así llega al cargo, Gendri Reyes.
¿De dónde lo sacó? ¿Quién lo recomendó? ¿Por qué otro ministro oscuro? Quien sabe, solo Giammattei puede responder a las interrogantes, pero la verdad es que bien puesto está el mote de impresentable –puesto por El Peladero–, que dice mucho de un funcionario que está llamado a cumplir con la ley y dar seguridad a la ciudadanía. Apenas unos días después de haber asumido el cargo, quedó al descubierto su incapacidad para dirigir ese ministerio.
Reyes es uno de los principales responsables de la violencia policiaca que se produjo durante las manifestaciones del pasado sábado. Ahora, la ciudadanía y diversos sectores de la sociedad, piden su renuncia o destitución inmediata. El presidente Giammattei ni siquiera ha formulado comentario y todo indica que le respalda. Esto es peligroso para el mandatario, porque ese soporte que le da, le hace corresponsable y las criticas a su gestión –que ya son muchas y variadas–, subirán de tono.
Ya antes cometió un error similar. Luego de destaparse varios casos de corrupción en Covial, el vicepresidente de la República, Guillermo Castillo, le pide a Giammattei la destitución del ministro de Comunicaciones, Josué Edmundo Lemus, responsable de la cartera, pero la respuesta del mandatario fue confirmarlo en el cargo.
Dejar a este tipo de funcionarios en sus puestos, cuando es evidente que deben ser destituidos envía un mal mensaje a lo interno de su administración, pero también para la población: se tolera la represión y abuso de autoridad, y no hay intención de combatir la corrupción.
Errar es de humanos, perdonar es divino, rectificar es de sabios. Ante tantas evidencias, ante la presión ciudadana y ante la presión de organizaciones civiles, ¿será incapaz de corregir Giammattei? No tiene tiempo. Si no lo hace, subirá la fuerza ciudadana para decirle a él mismo: #Fuera!!!