ENFOQUE/ Encrucijada: seguir igual, mejorar… o empeorar

Gonzalo Marroquín Godoy

 

Por razones profesionales, esta semana he tenido la oportunidad de conversar con personalidades del mundo empresarial, algunos analistas, políticos y jóvenes emprendedores, todos interesados y preocupados por el momento que vive el país, aunque –como es lógico– cada quien con sentimientos e ideas diferentes, ya sea por intereses o por la forma en que les afecta este ambiente de incertidumbre.

Hay claridad y coincidencia en algunas cosas puntuales: el Gobierno y el presidente Jimmy Morales lucen débiles, el Congreso se percibe como cueva de corruptos e ineptos, los sistemas político y de justicia están colapsados, la corrupción no termina y, por supuesto, persiste el marco de impunidad.

El sentimiento, bastante generalizado, es que el país no marcha en la dirección correcta.

Es claro que el MP y la CICIG ahora despiertan sentimientos encontrados. Algunos ven a los entes fiscales como poderosa herramienta para combatir la corrupción y la impunidad, mientras que otros consideran que la CICIG se excede en sus funciones, principalmente en torno a las ahora controversiales reformas constitucionales que –dicho sea de paso– no son de fácil entender.

Estas reformas han alborotado el cotarro político y, como sucedió antes con el tema de la justicia indígena –aún no resuelto, ni descartado–, han creado un agresivo debate ideológico que lleva a los sectores a asumir posiciones, casi como en las batallas de trincheras de la Primera Guerra Mundial.

Ante la debilidad de los tres poderes del Estado, y en medio de ese caldo de cultivo de polémicas y confrontaciones –en una sociedad ya de por si enfrentada y desconfiada–, sumado a la falta de representatividad de los partidos políticos, surge este entorno que en nada ayuda para que el país avance y mejoren las condiciones sociales que, entre otras cosas, se ven estancadas.

Guatemala está en una encrucijada: ¿qué fuerzas predominarán? ¿saldrá algo bueno de todo esto o nos entramparemos más?. ¿Tomamos el camino correcto o seguimos por la ruta de prueba y error?.

Lo que si es evidente, es que de la confrontación –en la forma en que se está procediendo– no puede salir nada bueno. Entonces ¿Qué hacer en esa encrucijada? Una pregunta que no tiene respuesta fácil, sobre todo, por la ausencia de liderazgos que, con credibilidad, puedan proponer un vía correcta.

Obviamente el diálogo puede aliviar el ambiente, pero hay que recordar que en el pasado se ha utilizado de manera antojadiza y manipulado, por eso, pocos de los encuentros organizados con este fin –por no decir ninguno–, han dejado frutos concretos y positivos.

Sin embargo, para que la conflictividad social disminuya, la certeza jurídica prive, si necesitamos mejores leyes, si es indispensable un ambiente de estabilidad en general y si ¡de verdad! queremos un cambio para Guatemala, algo que hacer algo y es urgente, porque de lo contrario, todo puede complicarse más.

No podemos dejar que se pierda esa cruzada contra la corrupción y la impunidad. El tema de las reformas, desde mi particular punto de vista, se ha complicado más de la cuenta, y ahora el riesgo es enorme, porque no se aprobará nada bueno ni suficiente en el Congreso, y luego tiraremos por un tubo los Q300 millones que cuesta una consulta popular.

No es fácil pensar a estas alturas que pueda surgir una instancia multisectorial con credibilidad, pero es lo que se necesita. Está claro que si cada quién se atrinchera en una esquina para disparar y defenderse, nada positivo puede esperarse. Gritos, señalamientos movimientos de redes sociales y ataques para desprestigiar a quien piensa diferente, de nada sirven en este momento. Al contrario, complican la búsqueda de soluciones.

Guatemala está llena de problemas. Esa es la mala noticia. La buena es que reconociendo cada uno de ellos, se pueden encontrar oportunidades. La cosa es quien o quienes ponen en movimiento el engranaje…

Como vamos, el país está a la deriva. Si queremos algo mejor es tiempo de actuar.