ENFOQUE/ Descubrir el agua azucarada: “Un país difícil de gobernar”

Gonzalo Marroquín Godoy

Para no ir demasiado lejos en el tiempo, los titulares de prensa en los últimos 30 años han variado poco, seguramente más por semántica que por connotación.

Los temas se vuelven repetitivos y permanentes: conflictividad social, corrupción, impunidad, permanentes crisis hospitalaria y de presidios, inseguridad ciudadana, confrontación ideológica y social, pobre ejecución del trabajo gubernamental, payasadas de diputados, abuso de autoridad, tráfico de influencias…

El descalabro nacional se sigue viendo a cada momento en los tres poderes del Estado.

La desconfianza interpersonal e interinstitucional es terrible –por eso las apasionadas polémicas–. Todo el mundo desconfía, se esconden cartas bajo la manga y es poco probable lograr a acuerdos. La batalla ideológica nunca termina y vivimos en una permanente confrontación. Como bien reza el refrán popular, cada quien lleva agua a su molino, mientras el país marcha a la deriva.

No se puede decir que TODOS saben esto. Algunos pueden ignorarlo –por falta de información­– y otros por no tener el alcance para entender su dimensión, pero seguramente es un porcentaje mínimo de la población, porque es una realidad muy cruda la que nos golpea a diario.

Por eso es penoso escuchar al presidente Jimmy Morales lamentarse porque Guatemala es un país difícil de gobernar. ¡Claro que lo es! No solo porque gobernar es complicado en cualquier parte del mundo, sino por la complejidad social y política que se ha creado en Guatemala. ¿Qué no lo sabía el Presidente?, porque la mayoría de la población sí lo sabe. Si es difícil dirigir una pequeña empresa, cuánto más un país lleno de clavos sociales, políticos, económicos y jurídicos.

Darse cuenta de los difícil que es gobernar, es lo mismo que descubrir el agua azucarada. No hay muchos secretos por descubrir. Eso si, los guatemaltecos, como pueblo, tenemos que aprender que al elegir un gobernante, tenemos que hacerlo con conocimiento y conciencia de su alcance y capacidad.

Así como es un poco iluso que el presidente Morales pensara que llegar a la Casa Presidencial era recibir una papa pelada, tampoco se puede esperar demasiado de su gestión, porque no es descubrir el agua azucarada, darnos cuenta de su limitado alcance para gobernar. Así como él no se presentó como un estadista, su pasado tampoco era garantía para una gran gestión política, social o económica.

El problema que tenemos ahora, es que el país ha venido cayendo con el paso de los años. El nivel de confrontación es grande, y no hay escenarios en los que se vea la posibilidad de diálogo y consensos. No hay esfuerzos en buscar soluciones, aunque nos damos cuenta de lo complicado que se está volviendo la situación.

En cualquier conversación que se tiene, se menciona lo mal que estamos: ¿a dónde irá a parar todo esto? ¿qué soluciones hay? ¿qué nos depara el futuro? ¿qué viene ahora?, son algunas de las preguntas sin respuesta que flotan en ese ambiente de incertidumbre que vivimos. Es difícil que las soluciones provengan de la Casa Presidencial… pero tampoco hay otras fuentes de esperanza.

Al parecer, aún no se toca fondo. Aún se ven payasadas en el Congreso, resoluciones sorprendentes –y frustrantes– en tribunales, y fuera del Estado, hay sectores desconfiados, indecisos y algunos cuantos todavía esperando compartir la corrupción.

Guatemala país de contrastes: falta educación, pero tenemos Nobel de Literatura; nos peleamos unos con otros y la violencia es marca nacional, pero tenemos Nobel de la Paz; la Fiscal General es incluida por la revista Time entre las 100 personas más influyentes del mundo, pero aquí no avanza ni el caso La Línea. ¡Claro que es difícil de gobernar!