Enfoque: ¡Congreso sinvergüenza!… Reflejo de partidos

— Gonzalo Marroquín Godoy
El Congreso de la República no logró ayer elegir a su nueva Junta Directiva. A la larga, eso tiene poca relevancia para cualquier análisis que se quiera hacer sobre la actual legislatura, sin duda una de las peores que hemos visto desde que se reinició la democracia en el año 1986.
Hay que recordar que solamente una vez en el pasado, otro presidente ha llegado con tan poca fuerza legislativa como Jimmy Morales. Eso sucedió en 1991 con Jorge Serrano Elías, quien apenas logró que su partido (MAS) tuviera 18 diputados. En mayo de 1993, Serrano intenta darle golpe de Estado a los organismos Legislativo y Judicial, en buena medida producto de esa debilidad parlamentaria.

Si tan solo tuviera “cuatro idiotas” sería maravilloso. Pero además incluye corruptos, ineptos, abusivos y tontos útiles.

Jimmy Morales intentó aprovechar las oleadas de transfuguismo que había en el Congreso y logró crear la bancada mayoritaria, aunque ha necesitado de una alianza oficialista, para aprobar aquello que les conviene –aunque casi nunca es lo que le interesa o necesita el país­–.

Lo interesante es que el partido FCN-Nación, que no se destacaba precisamente por tener diputados insignes, se ha nutrido de uno, quizás peor, el cancelado Lider. Esa amalgama no ha podido producir nada bueno, y ha requerido de una alianza con otros grupos políticos, a la larga, tan cuestionados que los muestran como una mara verdaderamente infernal.

Los partidos Todos, Unionista, UCN, Reformador, Convergencia, Alianza Ciudadana y PAN forman esa alianza macabra que ha defendido lo indefendible, que ha legislado en contra de los intereses de la población y que pretende mantener y fortalecer el muro de la impunidad, que le

beneficia –por supuesto– a ellos mismos.

El hecho de que no hayan podido elegir ayer a la directiva, no demuestra más que otro de sus grandes defectos: incapacidad. Ni siquiera eso pueden hacer, porque se trata de grupúsculos con fines, afanes y ambiciones gigantescos, lo que hace que a veces fallen en sus planes perversos. Son inútiles en serio.

Se han repartido el pastel, pero cada sector juega cartas debajo de la mesa. Tienen los votos, pero si no alcanzan lo que cada uno quiere, entonces dan marcha atrás, sin siquiera respetar el Pacto de Corruptos, que tan bien les identifica.

Es una pena que no haya surgido ninguna candidatura totalmente limpia, por más que no pudiera ganar, porque es evidente que en el Congreso mandan los peores, los que no tienen interés en que el país mejore, quienes quieren impedir cualquier cambio para mejorar y los que están a favor de seguir como estamos… y mejor si volvemos al momento en que la impunidad no era siquiera cuestionada.

Hay que entender que el Congreso es un reflejo de los partidos u organizaciones políticas que lo integran. Los diputados representan a esas fuerzas vinculadas con la corrupción que necesitan seguir controlando las instituciones y mantener los privilegios que ahora se ven tan amenazados.

Por esa razón es que la Junta Directiva es el plato de poder apetecido del momento. Ante un Ejecutivo débil –como lo es–, el Congreso puede convertirse en la institución dominante o, al menos muy influente en el rumbo que tome Guatemala. Por eso, tanto interés en controlar el poder político del Legislativo.

No recuerdo –de verdad– tanta mediocridad parlamentaria. No la hubo siquiera en aquellos gánsteres de la época de Serrano. Estos no solo son corruptos, sino también ineptos. La mediocridad es el común denominador en la mayoría de bancadas, lo que facilita que sean utilizados por sectores interesados.

Fíjense bien: no importa cómo se conforme la nueva Junta Directiva. Si responde a la línea de la alianza oficialista, no se puede esperar ningún cambio –y me temo que así será–. Claro que no, porque ya sea Perico de los Palotes o Juan Caca, será más de lo mismo. El interés del oficialismo no es otro que mantener el control de un poder del Estado. Al fin de cuentas, cuando se logre elegir esa directiva, hay que ver cuántos de ellos votaron a favor de favorecer la corrupción y a los delincuentes –el famoso Pacto de Corruptos–.