ENFOQUE: Aún en la adversidad… ¡Feliz Navidad!


Hace más de dos mil años, una pareja caminaba por las calles del pueblo de Belén, en Palestina.  No tenían dónde dormir, y la mujer estaba a punto de dar a luz».

Gonzalo Marroquín Godoy

La historia bíblica narra como María y José partieron de Nazaret hacia Belén para cumplir con el requerimiento de inscribirse en un censo ordenado por el emperador romano César Augusto. A al llegar, no encontraron donde alojarse, por lo que terminaron durmiendo en un incómodo establo en donde la virgen dio a luz a quien más tarde se convertiría el en personaje más influyente en la historia de la humanidad: Jesús.

Para los cristianos, Jesús es el mismo Dios hecho hombre.  Para otras religiones, es considerado un gran profeta.  Sin importar la religión y creencias, la Navidad se celebra en la mayor parte del mundo en el ya avanzado siglo XXI.  En Guatemala lo hacemos, la gran mayoría, para recordar cómo aquel nacimiento provocó un cambio en el destino de la humanidad.

Obviamente, cada persona tiene un sentimiento especial hacia la fiesta de Navidad.  Para muchos es motivo de júbilo y oportunidad para compartir con las familias, mientras que otros tienen sentimientos encontrados, especialmente aquellos que han perdido a seres queridos por estas fechas, o simplemente porque no está presente un ser amado especial.

La festividad, que tiene su raíz en la espiritualidad, se ha visto influenciada por el consumismo promovido especialmente en la segunda mitad del siglo XX, cuando se convirtió en una parte importante de la fecha el intercambiar regalos, muy propio de economías en auge, en donde uno de los índices de su crecimiento está en el comercio.

Apenas ayer tuve una conversación interesante con una de mis hijas sobre el significado de los regalos o su intercambio.  Ella, como más gente lo hace cada vez más, sostiene que no hay que inculcar la tradición consumista a las nuevas generaciones.  Específicamente hablaba de su pequeña hija de apenas poco más de un año.

Yo provengo de una familia muy grande de clase media.  No siempre había abundancia en casa, pero nunca faltaron los regalos de bajo del árbol, otra de las tradiciones que se han ido pasando de generación en generación.

Por lo tanto, para mí la Navidad sin regalos, carece de algo.  ¡Si! Navidad es una excelente oportunidad para dar y ese fue mi argumento.  Si le enseñamos a nuestros hijos a dar con amor, estarán encontrando mucho sentido a lo que Jesús vino a predicar.  Eso le dije a mi hija, pero le aclaré que no se trata necesariamente dar regalos materiales y costosos, sino aquellos que pueden hacer que, para los hijos y nosotros mismos, la Navidad tenga el sentido festivo, en el que vamos a recibir el amor del que Jesús tanto habló.

Desde hace algunos años, los regalos materiales han perdido sentido para mí.  Cuando los recibo, los disfruto, por supuesto, pero lo que en verdad me gusta recibir, es la prueba de amor que pueda acompañarlos, por lo que lo material se convierte en el medio y no el fin.

De hecho, hace ya algún tiempo, les entrego a mis seres más queridos una carta, en la que les manifiesto lo importante que son o han sido para mi vida.

Mientras hablaba con mi hija, tomaba yo más conciencia de lo que es la Navidad.  En efecto, creo que es una oportunidad grande para compartir, para demostrar amor.  Para hacerlo, no se necesita de grandes regalos, sino de sentir en nuestro corazón el amor hacia otras personas… ¡Y manifestarlo!

Para mí, la Nochebuena y la tradición del fiambre son los momentos familiares más importantes.  Esta noche comeré tamal, porque desde patojito, mi mamá me enseñó qué era el plato por excelencia de la cena navideña.  Prefiero un delicioso tamal colorado que un sabroso pavo, un plato que se ha ido volviendo como algo propio en esta fiesta.

Y como titular de este ENFOQUE escribo que hay que recibir la Navidad con felicidad a pesar de la adversidad, pues me explico: Hay un refrán popular que dice al mal tiempo, buena cara. Eso es algo que hoy podemos hacer.  Al recibir de tantas maneras el amor, entendemos que aún con limitaciones, carencias, ataques, enfermedades, y adversidades en general, es posible encontrar la paz y la alegría de las fiestas.

En el mundo hay muchas personas presas en las cárceles, hay personas que son perseguidas o acosadas y otras que tienen dolor en su corazón por problemas familiares o haber perdido a un ser amado.  Sin embargo, nuestro corazón es grande y tiene más espacio para el amor que para el sufrimiento.

Yo voy a disfrutar todo lo que pueda con mi familia, pero eso no quita que cargo también un sentimiento de tristeza por toda la injusticia que se está haciendo vivir a mi primo José Rubén Zamora Marroquín. Espero poder darle un abrazo. Si no permiten que sea hoy, será en estos días.  Creo que el mejor regalo que Dios le puede dar es fortaleza.  Fortaleza para soportar los atropellos que cometen en su contra toda esa mafia que ahora controla y manipula el sistema de justicia, pero también fortaleza para no llenarse de rencor contra ellos, porque entonces, sus enemigos ganarían la batalla.

Me desvié un poco, pero quería compartir eso también con usted, querido lector.

Por este medio le digo a cada uno de quienes leen Enfoque: ¡FELIZ NAVIDAD! Que cualquier regalo que demos hoy, esté lleno de amor.