En cuanto al señor Presidente

MARTA ALTOLAGUIRREMarta Altolaguirre L.


Muchas opiniones han sido publicadas en los últimos días sobre la personalidad y el desempeño del Presidente Jimmy Morales, en el marco de una situación particularmente inestable y ante la diversidad de circunstancias negativas que impactan a los guatemaltecos.

No se niegan los aciertos que ha tenido el Presidente en algunos nombramientos y escasas decisiones, pero la ciudadanía en general esperaba el ejercicio de un liderazgo firme y necesario para enderezar la contaminación que por años ha desviado el funcionamiento legítimo del Estado.

La ausencia de resultados positivos, luego de 8 meses de gobierno, desconsuela a las mayorías, ante la escases de medidas impulsadas y las propuestas excepcionales, (como el tema impositivo), que objetivamente analizadas, amenazan la ya frágil situación de los ciudadanos. Resulta así evidente, que el desempeño del gobernante, a la fecha, ha sido descorazonador para la mayoría de habitantes.

Razones hay muchas, tanto por acciones como por omisiones, a lo cual se suma la frustración que dejan los mensajes que transmite el Presidente por diversos medios, ante una población que espera un gobernante que posicionado de su cargo, con criterios sobre políticas y programas concretos, logre la superación nacional y personal.

Ciertamente, el presidente Morales ofrecía una perspectiva esperanzadora para la nación, de lo que podía esperarse de los otros punteros, los candidatos de LIDER y la UNE, razón por la cual optar por la preferencia que resultó ganadora, era lógica. Pero en una situación tan aterradora como la que afecta al país, sí hacía expectativa de una personalidad con criterio y consciencia sobre la responsabilidad de asumir la jefatura de Estado, así como ejercer las funciones que le corresponden, como lo fija el artículo 182 constitucional. Se esperaba un gobernante y funcionarios con carácter y una visión clara de las responsabilidades implícitas del Estado.

Pero pocos resultados hemos visto en el marco del Artículo 183, que entre otras funciones del Presidente establece la obligación de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes; ejercer el mando de toda la fuerza pública; sancionar, promulgar y hacer que se ejecuten las leyes…. ; dirigir la política exterior y las relaciones internacionales…

Los ciudadanos sabíamos de su falta de experiencia, pero se percibía una voluntad esperanzadora en un ciudadano ajeno a la corruptela, quien no había sido politiquero, y que si aspiraba a la presidencia, seguramente tenía un criterio y un esquema claro de las decisiones requeridas para impulsar la transformación del país en una nación desarrollada.

Y, al hablar de gobernar, me refiero a un presidente electo democráticamente, identificado con los desafíos de la nación, y que, precisamente, por su inexperiencia en temas de Estado, conformara un equipo de asesores decentes y experimentados, conocedores de temas candentes, que integrado con jóvenes capaces e idóneos, en pocas semanas le razonaran su visión e implementación de las medidas urgentes que debía adoptar en el país para promover la inversión y el crecimiento económico, abriéndose oportunidades de superación a los sectores de la llamada clase media y los más golpeados por la pobreza.

Y me refiero también a las decisiones de utilizar preferencias personales, priorizando los nombramientos de  personas afines por razón de parentesco o creencia religiosa. En tal sentido, cabe insistir en que creencias y prácticas no deben mezclarse con el funcionamiento del Estado, pues la laicidad que plasma nuestra Constitución (Art. 36), ha mostrado congruencia con el respeto a la libertad religiosa y la libertad individual, incluyendo el agnosticismo o ateísmo.

Es difícil entender y aceptar, cómo alguien, que se supone interesado en el país, puede aspirar a gobernar sin análisis previo y un razonamiento claro y objetivo. También es difícil aceptar la ceguera relativa al hecho de que la combinación de jóvenes dinámicos y adultos experimentados y con trayectorias exitosas y decentes es lo que da mejores resultados mientras él y el Vicepresidente, benefician a parientes y amigos colocándolos en cargos dispersos en los distintos ministerios y secretarías.

A lo anterior se suma la frustración, ante la asesoría de los clanes de militares de baja, expertos en seguridad, muchos de los cuales mantienen su apego a prácticas obsoletas con sus redes de protegidos, que contribuían al  enriquecimiento fraudulento y corrupto de funcionarios que tantos miles de millones ha estafado a la población.

Uno entiende el llanto de personas que sufren porque no tienen mecanismos para resolver la situación que las aflige, pero no entiende la manera en que un personaje que representa la unidad nacional, y que tiene a su alcance el poder de adoptar decisiones idóneas para superar la infinidad de problemas que deterioran el funcionamiento del Estado, pueda compartir sus lamentos y sus lágrimas como si su posición fuera de total vulnerabilidad.