El teatro japonés “noh”, en peligro por el coronavirus

La potente voz de Kennosuke Nakamori resuena en la pequeña sala donde ensaya una obra «noh», un género tradicional del teatro japonés, pero la pandemia, que le ha impedido actuar en público desde hace meses, le preocupa. 

Mientras que otros movimientos artísticos tradicionales de Japón pueden apoyarse en el mecenazgo y en subvenciones públicas, el «noh» es muy dependiente de las ventas en taquilla.

Pero el coronavirus llevó al cierre de muchos teatros del país y este género teatral lo ha notado especialmente.

En la profesión, algunos temen que el virus le acabe dando el golpe de gracia a este arte.

«Hay muchos actores que dejaron de actuar» a causa del covid-19, declara Nakamori en el teatro propiedad de su familia, en Kamakura, una ciudad costera con un importante patrimonio histórico y cultural, cerca de Tokio.

«¿Cuántos espectáculos podemos dar durante la pandemia […], cómo vamos a ganarnos la vida? Esto es un gran problema», agrega el intérprete, de 33 años.

Aforo

Aunque existan algunas subvenciones públicas para el teatro «noh», las medidas de distanciamiento físico hacen que los teatros solo puedan completar la mitad de su aforo. Aún así, las obras se siguen representando, en salas medio vacías, según Nakamori.

«Cuanto más actúas, más dinero pierdes», afirma. «Necesitaríamos subvenciones que compensaran el dinero que no ganamos cuando no podemos actuar». 

Popularidad en declive

Los orígenes del «noh» se remontan al siglo VIII. Pero las obras de hoy en día datan, sobre todo, del periodo Muromachi (1336-1573).

Incluido desde 2008 en la lista de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad de la Unesco, el «noh» combina el teatro, la danza y la música en un estilo mucho más minimalista que el épico y colorido «kabuki».

Los actores, casi exclusivamente hombres, llevan máscaras de madera y kimonos. Se desplazan por el escenario en «tabi», unos calcetines japoneses que separan al dedo gordo del resto de los dedos del pie.

Los textos, que se pronuncian con voz grave y con parsimonia, pueden ser difíciles de comprender para el público moderno.

Detrás del escenario, que suele estar hecho de madera de ciprés, se sitúan los músicos, que tocan el tambor y la flauta. El decorado es muy sobrio, a menudo se compone de una representación de un pino japonés como fondo.

Antes de la pandemia, el «noh» no pasaba por su mejor momento. El público de sus obras estaba en declive y cada vez menos jóvenes quieren formarse para ser actores de este arte.

El «kabuki» cuenta con el apoyo de la Shochku, una gran productora de cine japonesa, que ha financiado los principales espectáculos de este tipo de teatro en el último siglo. Otras artes tradicionales del país, como el teatro de marionetas «bunraku», también están fuertemente subvencionados por el Estado.

«No hay que rendirse»

Genjiro Okura, que toca el «kotsuzumi», un pequeño tambor que se utiliza en el «noh», fue reconocido por el Estado como un «tesoro nacional vivo» por sus conocimientos excepcionales para tocar ese instrumento. Pero ese estatus no le libra de padecer la crisis actual. 

«Estamos sumidos en una situación difícil«, explica el músico, de 62 años, que tuvo que interrumpir su actividad durante cuatro meses a causa del coronavirus.

Los artistas del «noh» suelen completar sus ingresos enseñando teatro a aficionados, pero esta vía también se les ha cerrado. «Hay personas ancianas que quieren aprender ‘noh’ como afición, pero muchos lo dejaron estar a causa del virus», explica Okura. 

Algunos intentan adaptarse a la crisis sanitaria ofreciendo representaciones en línea, pese a que, según Nakamori, el «noh» deba experimentarse idealmente en un teatro, pues su estilo sencillo no se disfruta igual en video.

Aún así, tanto él como su padre, Kanta (59 años), que también es actor, se plantean ofrecer un servicio en ‘streaming’ de pago. Han lanzado una campaña de micromecenazgo para cubrir las pérdidas esperadas de las obras que pretenden interpretar este otoño y aumentaron el precio de las entradas.

«No hay que rendirse», insiste Nakamori, quien tiene esperanza de que «el encanto del ‘noh’ no desaparezca tan fácilmente».