El sistema no puede reflotar

RENZO ROSALRenzo Lautaro Rosal


 

¿Qué significará iniciar al frente de un gobierno que, además de las agendas históricas cargadas de pendientes, se enfrenta a un nivel de expectativas no visto durante la era democrática? Qué se sentirá si, además, el desgaste se inició antes del acto formal de toma de posesión por la demostración tímida e inconsistente de quien fuera electo, y si, además, la semana pasada quedó demostrado que los señalamientos sobre las relaciones entre J. Morales y militantes de la línea dura del Ejército no eran más que realidades. Dos de los 18 señalados están en la picota por haber cometido delitos de desaparición forzada y contra la humanidad, con lo cual el presidente electo inicia debilitado. Cuando el segundo a cargo del partido oficial aparece en la lista (Édgar Ovalle) y cuando otro fundador y financista también lo está (César Augusto Cabrera Mejía), la cosa se muestra cuesta arriba. Eso significa no iniciar desde 0, sino desde -10, golpe al esternón o algo similar. Reponerse resulta poco posible, obviar el asunto y dejar que pase el tiempo sería un craso error. Pensar que el mandatario electo aproveche el momento para tomar distancia y comenzar a edificar una agenda más propia, es lo deseable, pero al mismo tiempo impensable, porque implica una serie de capacidades de orden estratégico para montar un proyecto político sobre la marcha, donde la atención de las crisis no da chance para sentarse a pensar más que por ratitos.

Lo peor podría estar por delante. Con los dados tirados sobre la mesa, los 23 “afectados” resistirán a morir y contraatacarán. Es posible que usen la plataforma del nuevo gobierno como su buque insignia, forzando la agenda, de por sí incipiente, como herramienta para  echar atrás el atrevimiento del Ministerio Público y regresar la correlación de fuerzas hacia donde ha estado durante décadas, movimiento que no debió suceder, a decir de las élites tradicionales.

Eso de cambiar la configuración de la máquina creadora del hardware, llamado sistema político, se está convirtiendo en asunto difícil. Antes esa configuración era distinta. La Constitución signó un pacto de dominación que, a pesar de las debilidades mostradas por décadas, se había logrado mantener, donde toda crisis servía para su readecuación y donde los detractores eran vistos como actores disfuncionales, pero nada más. La dinámica que comenzó a dibujarse en 2015 decía otra cosa. Las mismas manos que eran responsables de manipular la máquina ahora formaban parte de los señalados; expresiones ciudadanas reclamaron por un cambio en la ecuación central, pero, a pesar de todo, las elecciones y sus resultados hicieron ver que aún el sistema podría lavarse la cara para seguir tirando las mismas cartas. El golpe de la semana pasada pone las cosas en otra dimensión; el rancho ardiendo diría Abdón Rodríguez. En la configuración, el Ejército ha jugado una pieza clave; ha servido para protegerla y para su propio beneficio. ¿Podrá ese sistema, visto desde el lente de sus guardianes, salir a flote? ¿O es que estamos en el inicio del punto de inflexión, donde no hay vuelta al pasado por mucho que los cuestionados hagan uso de todo tipo de alharacas?

El apresamiento de los militares en retiro es una de las partes que faltaba para que lo sucedido en 2015 tome más sentido, adquiera más contenido y represente un punto más en favor del cambio sociopolítico de fondo. A medida que se van llenando los estantes, las complejidades se hacen más evidentes. ¿El desafío está en seguir llenándonos de casos paradigmáticos y forzar al sistema de justicia a trabajar a marcha forzada, la que debería tener desde hace tiempo, o esperar a que esté en mejores condiciones para aguantar la lluvia a cántaros? Esperar lo segundo suena a ingenuo. Todo sistema se adecúa, revisa y transforma al enfrentar casos concretos, especialmente si estos son desafiantes y obligan a dar fuertes golpes de timón. Eso es lo que debe suceder con el sistema de justicia.

renzolautaro.rosal@gmail.com

Pensar que el mandatario electo aproveche el momento para tomar distancia y comenzar a edificar una  agenda más propia, es lo deseable, pero al mismo  tiempo impensable…