El que no quiera escuchar, que se fastidie…

GUSTAVO LEIVAGustavo Leiva


 

Uno de mis compañeros de trabajo hablaba por teléfono y utilizó una frase para concluir la conversación sobre este problema  que es  tan común hoy en día: no escuchamos, no vemos ni le ponemos atención a aquello que puede ayudarnos a resolver el problema que nos tiene atascados, y cuya solución está frente a nosotros. Tiene razón el  dicho:  el que no quiere escuchar, que se fastidie. También es válido  decir que el que  no quiera  ver, el que no quiera ir  más allá que sí mismo… en fin, que se fastidien todos aquellos que andamos perdidos en la soledad de nuestros enquistamientos de  ególatras.

De pronto, sin ni siquiera quererlo, me puse a pensar que esa manera de andar perdidos en nuestros pensamientos, y de no querer escuchar al mundo de  fuera  que quiere comunicarse con nosotros,  puede ser un problema realmente serio en el mundo de  hoy.  De  ahí que   la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial  esté ahora más cerca que nunca. En lugar de evolucionar como los  mamíferos que somos, que es nuestra esencia natural antes de ser primates,   nos estamos encasquetando tanto que corremos el riesgo de involucionar y de  volver a ser como los reptiles que hace millones de años nos antecedieron.  Estamos regresando a nuestra naturaleza de culebras… por eso una Tercera  Guerra mundial es ahora posible.

¿Por qué digo esto?  Aunque la imagen de convertirnos  en culebras  sea  grotesca, tiene explicación científica:

“Los científicos que confían en la evidencia proporcionada por los fósiles, y los que examinan los genes concuerdan en al menos una cosa:  los mamíferos estaban comenzando a desarrollarse, como clase, aproximadamente en la época de los morganucodóntidos—hace 240 millones de años. Los pequeños huesos de sus mandíbulas—de apenas unos tres centímetros de largo—muestran las diferencias existentes entre la forma de aquellos primeros mamíferos y la de los reptiles gigantescos. Estos huesos estaban comenzando a fundirse en una sola pieza. Rich Cifelli, paleontólogo estadounidense, comenta: Son muy diferentes de las mandíbulas de los reptiles, que están formadas por varios huesos. Las estructuras óseas de los mamíferos actuales migraron hacia atrás, para convertirse en los pequeños huesos del oído medio; por eso, los mamíferos oyen mucho mejor que los reptiles. La separación de la mandíbula y los huesos del oído medio permitieron que el cráneo de los mamíferos posteriores se expandiera hacia los lados y hacia atrás y éstos desarrollaron cerebros de mayor tamaño.”

Más claro no canta   un gallo. El milagro  de  ser mamíferos y  de habernos  apartado  de la ruta de los  reptiles,  es la historia de  una  especie que superó el punto evolutivo de bifurcación,   partió de este hecho insólito:   tener un par de oídos con que escuchar  el mundo,  que, con cada nuevo mensaje, expandía nuestra capacidad  cerebral.  Poco a poco esta nueva relación auditiva con el mundo  nos convirtió en especies  placentarias  hasta el  día que ocurrió el segundo milagro mayor:  alimentarnos de los pezones  de nuestras madres. 

Saliéndonos de la paleontología y pasándonos al drama diario de quienes viven enquistados en sí mismos, yo pienso que  el problema de no querer  escuchar lo que está fuera de nosotros  proviene  de  esa sordera mental  porque en Occidente se le  ha dado mucho  más importancia al mundo interno del espíritu,  y se desprecia el mundo de afuera porque  es lo material.  Hay quienes están seguros que la mente domina al cuerpo y viven en una represión de todos sus sentimientos.  Una vez tenemos un mundo interno muy fuerte y somos muy espirituales, la realidad externa nos parece aburrida y sinsentido.  Pero esta actitud de ser ajenos   al mundo externo  es algo  todavía pasable y perdonable.  Porque  la  peor sordera que existe, que es  la que si nos pone de regreso en  la era de  los reptiles,   es la de  aquellos  que no escuchan al mundo  porque, creen,  y están seguros,  que   ya se  lo saben  todo y no tienen nada más que aprender.

Estamos ubicados en las  puertas de entrada  de un nuevo periodo de gobierno que se va a  llamar,  como se ha hecho con otros gobernantes guatemaltecos, con el apellido del mandatario.  Se dice, por ejemplo, en los tiempos de Ubico…en la  era de Arévalo.  Ojalá que en este nuevo período  tengamos a un gobernante  que no caiga en la vieja trampa de los  presidentes  farsantes    que  tienen  que  demostrarle a todo el mundo  que, como su  papel es representar  a un  gran líder,  está   obligado a dar el  show  de ser alguien que se  las  sabe todas. ¡Ánimo Jimmy¡

*El Orígen de los Mamíferos. Ver  National Geographic en Español,  página 16.  Abril 2003

El problema de no querer escuchar lo que está fuera de nosotros proviene de una sordera mental.