El “purikura”, el fotomatón de los jóvenes japoneses que sobrevive al selfi

De pie frente a un gran espejo, dos estudiantes de uniforme se arreglan el peinado. Un poco más allá, otras se retocan el maquillaje. En este sótano de una gran tienda del barrio de Shibuya, en Tokio, esperan su turno para hacerse una foto con un «purikura».

Esta suerte de fotomatón aumentado, un verdadero fenómeno social de finales de los años 1990 en Japón, celebra sus 25 años y sigue siendo muy popular en el archipiélago, pese a la competencia de los teléfonos inteligentes y sus selfis, de los que es ancestro.

A diferencia de los fotomatones corrientes, los «purikura», nombre derivado de «print club» pronunciado a la japonesa, permiten tomar fotos con varias personas, retocarlas, añadirles decoraciones o incluso escribir por encima con un lápiz táctil.

«Para nosotros, es un elemento indispensable del día a día», explica Nonoka Yamada, una estudiante de 17 años. «Todas las chicas de mi clase lo hacen», agrega.

«Esto permite tener una apariencia ‘kawaii’ [bonita], transformar tu cara», agrega.

Análisis

Según Yuka Kubo, una investigadora independiente que lleva varios años estudiando este fenómeno, el atractivo del «purikura» entre los jóvenes japoneses se explica por la herencia de la tradición pictórica nipona, donde «la cara que mostramos y que expresa su individualidad no es, paradójicamente, la que tenemos, sino la que hemos creado».

Así, en el «bijin-ga» (pinturas de personas bonitas), una e las grandes corrientes del arte pictórico japonés antiguo, «no es el verdadero rostro de esas bellezas lo que está representado, está maquillado en blanco y deformado, hasta ser irreconocible», explica a la AFP.

Siempre de moda

El mercado del «purikura» culminó en 1997 con 101.000 millones de yenes de ingresos (el equivalente, en aquella época, a 689 millones de euros), según la Asociación Japonesa de la Industria del Entretenimiento (JAIA). 

Su declive se aceleró después por la llegada de los primeros celulares con cámara de fotos integrada. En 2018, los ingresos que generaba el «purikura» eran de 23,900 millones de yenes (190 millones de euros, 227 millones de dólares).

En 2018, había unos 10,000 «purikura» en todo Japón, cinco veces menos que en 1997, según la JAIA.

Con todo, estas máquinas han continuado encontrando su público, adaptándose a las modas, inspiradas a su vez por los avances tecnológicos.

Las funciones rudimentarias de retocado de fotos aparecen en 1998. El reconocimiento facial, introducido en 2003, permite concentrarse en algunas partes de la cara, que dio lugar a «la moda de los ojos enormes», explica Kubo. A partir de 2011, «la tecnología permite retocar más finamente los rostros» para tener «mejor aspecto, la piel lisa, la cara más alargada».

En los últimos años, el «purikura» trata de imponerse como un elemento complementario de los celulares inteligentes y las redes sociales, desmarcándose del selfi ensalzando la experiencia fraternal de hacerse una foto de grupo. 

Las máquinas proponen descargar las fotos y también publicarlas en las redes sociales. «Las chicas también se graban con su teléfono durante la sesión y publican el video en Instagram, para compartir toda la experiencia», indica Kubo.

El retorno de Sega

Una de las razones del éxito duradero del «purikura» es que este «siempre fue un medio de comunicación», considera la investigadora.

En los años 1990, «no había redes sociales, pero las niñas recortaban la página de 16 fotos que salía de la máquina, pegaban una parte en un cuaderno especial y se paseaban con el resto, que se enseñaban e intercambiaban», como una versión analógica de lo que se hace hoy en día con las fotos en las redes sociales.

Como cualquier industria del entretenimiento, los «purikura» se vieron impactados por la pandemia de coronavirus. Las salas e juegos de arcade, donde suelen encontrarse los aparatos, tuvieron que cerrar entre abril y mayo a causa del estado de emergencia decretado en Japón. 

Ahora, el sector intenta tranquilizar a la clientela. 

«Tomamos medidas de higiene, colocando gel desinfectante a la entrada o acortando las cortinas de las cabinas para que el aire circule mejor. Y las clientas ya han vuelto, más rápido de lo que pensábamos», comenta Yuki Hikita, portavoz del fabricante de «purikura» Furyu.

En una muestra del potencial que sigue teniendo en el sector, el grupo Sega, uno de los pioneros del «purikura», anunció no hace mucho que en otoño lanzará una nueva máquina, su primera en los últimos veinte años.