El legado artístico y cultural de Ernesto Cardenal vive en Solentiname

En el lejano archipiélago nicaragüense de Solentiname, muchos campesinos combinan sus trabajos de siembra con la pasión por las artesanías y la pintura de cuadros que heredaron de la revolución cultural que el recién fallecido poeta y sacerdote Ernesto Cardenal impulsó en este lugar.

Tucanes, loras, garzas, guardabarrancos, mariposas y tortugas, elaborados a mano con madera de árbol de balsa y pintados con intensos colores, son exhibidos en pequeños ranchos de la isla Mancarrón, la mayor de este archipiélago que se extiende al sureste del lago Cocibolca, en Nicaragua.

«Es una isla de artesanos», cuenta a la AFP Ingris Carrillo, de 30 años, quien trabaja la madera junto con sus nueve hermanos y su padre José, encargado de vender las artesanías a intermediarios.

A veces, el hombre viaja en lanchones de madera, que rechinan y se balancean de un extremo a otro cuando navegan entre las olas del Cocibolca, para llegar a la capital nicaragüense a vender sus productos.

A la par, la familia siembra frijoles, arroz y maíz para asegurar la alimentación del hogar, que complementan con el consumo de animales de monte o los peces guapote, mojarra, róbalo o Gaspar que abundan en el Cocibolca, la mayor fuente de agua dulce de Centroamérica y que tiene dos islas y cientos de islotes.

La familia Carrillo forma parte de la segunda generación de campesinos que incursionaron en el arte inspirados en los talleres que promovió en las islas Cardenal, una de las grandes figuras de la literatura latinoamericana.

Solentiname es un archipiélago de más 35 islotes, entre los que destacan Mancarrón, Mancarroncita, San Fernando y La Venada, y donde sus más de mil habitantes viven en su mayoría sin energía eléctrica o usan paneles solares.

«Voy a vivir con ustedes»

En Mancarrón, Cardenal, de la orden trapense, formó en 1966 una comunidad contemplativa, atraído por la belleza del lago, cuando los tiburones toro aún nadaban en sus aguas.

«Voy a vivir aquí con ustedes para ayudar en lo que pueda», recuerda la isleña Esperanza Guevara que les dijo el escritor y sacerdote al llegar. Y allí se quedó para siempre, pues sus restos -primero cremados- fueron enterrados el viernes en secreto en Mancarrón.

En esta isla, cruzada por pequeños caminos y abundante vegetación, el poeta impulsó talleres para que los nativos aprendieran a pintar, hacer artesanías y leer.

«Cardenal inventó la artesanía con balsa», un árbol que crece en la isla, cuenta José Peña, descendiente de otra familia de artistas.

El poeta, quien murió el pasado 1 de marzo a los 95 años, «dejó una identidad cultural a los pobladores», dice con orgullo el profesor Fredy Muñoz.

Otros, como Esperanza Guevara, se dedicaron a la pintura primitivista.

El escritor argentino Julio Cortázar, quien visitó la isla en los años 1970, comentó en uno de sus escritos que Cardenal le explicó que «la venta de las pinturas ayudaba a tirar adelante» la vida de los isleños.

Pero el poeta, también «reunía a los jóvenes de la comunidad» para hablar sobre la Biblia o para leerles sus poemas, dice Gloria Guevara, quien participaba en esas juntas desde que tenía unos 13 años.

«Los comentarios de los campesinos suelen ser de mayor profundidad que la de muchos teólogos, pero de una sencillez como la del mismo evangelio», escribió Cardenal en su obra «El evangelio de Solentiname».

Fue autor también de numerosas obras traducidas a 20 idiomas como «Oración por Marilyn Monroe y otros poemas», «Oráculo sobre Managua» y «Canto Cósmico».

El sacerdote fue además ministro de Cultura durante la revolución sandinista (1979-1990) que encabezó el actual presidente Daniel Ortega, con quien después rompió y al que incluso acusó de «dictador» por aferrarse al poder tras su retorno a la presidencia en 2007.

«Las obras de una revolución verdadera nacen por amor a los demás, para los pobres que no tienen», dice Cardenal en un video sobre su vida que los isleños reprodujeron en los homenajes que le rindieron tras su muerte.

«La revolución fue muy bella, pero se perdió, pero seguimos creyendo en ella, en una verdadera, que dure más».