El juego de las promesas

RENZO ROSALRenzo Lautaro Rosal


 

En términos del deber ser, un partido político que gana las elecciones debería contar con la información necesaria, un esquema mínimo de prioridades, el equipo básico para conducir la administración pública y algunas coordinaciones predialogadas que permitiera que al día siguiente del acto protocolario se comiencen a tomar decisiones. Este conjunto de supuestos son solamente eso, marcos de referencia alejados de la realidad. El momento actual arroja indicadores distintos.

El Gobierno que preside Maldonado Aguirre es un grupo de cierre que, en el mejor de los casos, está buscando ordenar parcialmente ministerios y otras dependencias en un marco de caos que continúa. No se trata de reconstruir lo destruido, sino, más bien, enterarse de a pocos de qué se trata la ruina en la que el Gobierno del PP contribuyó, pero que en diversas dimensiones corresponde con un acumulado histórico. Ese equipo temporal aún se está enterando sobre el estado de la casa.

Mientras eso sucede, el equipo entrante también está expectante; comenzando a ver de qué se trata la cancha real; buscando tempranamente  disminuir las altas expectativas de un Gobierno propositivo a una gestión, en el escenario optimista, que logre paliar una buena parte de las crisis acumuladas. Eso nos lleva a que, con facilidad, se generen al menos tres rutas que no cuenten con ejes de articulación: la primera, es de las expectativas ciudadanas, enormes, crecientes, diversas, donde se aspira a contar con resultados a la brevedad, donde no caben los compases de espera.

La segunda, la del equipo entrante, marcado por las expectativas que, aunque no claras del todo, tiene todo Gobierno entrante, más las demandas de los actores cercanos, con quienes hay compromisos a los cuales corresponde responder, porque estos a su vez ayudarían a ejercer presión desde fuera en momentos cruciales donde el grupo de Morales no dé la talla.

Aquí, el asunto se complica, puesto que algunas demandas son previsibles, las de los actores tradicionales; pero no sucede lo mismo con los móviles, los imprevisibles, quienes hoy se interesan por a y mañana por b. En el escenario real, caben de los dos tipos.

La tercera ruta es de las coyunturas, atender un abanico enorme de pendientes, de asuntos que no se conocen del todo, que no se tenían en el plano original, pero no se pueden ignorar.

Al final de cuentas, el acto permanente de gobernar se transforma en la entremezcla de esas tres corrientes y, seguramente, otras más que se desprenderán de ellas para tomar vida propia.  Lo deseable, para tomar pista, es tener ligera idea de lo que está por venir. En política no hay sorpresas, hay sorprendidos.

Lo que no se vale es reducir las expectativas sobre quienes deciden involucrarse en las grandes decisiones nacionales. Si algo no debe tener retroceso, después de las jornadas de abril y mayo, es el aumento de las exigencias ciudadanas y dejar de ser excesivamente tolerantes frente a las autoridades y decisiones públicas. Guatemala no debiera resistir más complacencias, improvisaciones y períodos de acomodamiento. Esto implica un férreo sistema de control político que se fije en los detalles y en los contenidos. Por dejar que las aguas se acomoden, seguimos pagando una factura interminable.

Estar atentos a los primeros movimientos que se dan en el Congreso es una medida afortunada. Servirá para medir las tácticas de los que creen en la superioridad del Legislativo sobre el Ejecutivo, porque poseen un conjunto de llaves mágicas, también las capacidades de maniobra de los que comienzan a aparecer tras bastidores.

Ese ejercicio tiene su límite; la correlación de fuerzas se modificará a partir de enero del 2016. Llegarán los diputados de nuevo ingreso, legisladores electos por Líder y PP, buscarán ubicarse en equipos más atractivos, la UNE iniciará su intento por convertirse en la oposición y las bancadas pequeñas observarán sus posibilidades de acción. La primera junta directiva será prueba interesante, sumada a la disputa por el control de las comisiones de trabajo. Presenciar esas dinámicas será importante, pero lo esencial es ver la letra pequeña, los mensajes sutiles, imperceptibles, pero determinantes a la hora de identificar los verdaderos cursos de acción.

renzolautaro.rosal@gmail.com

Si algo no debe tener retroceso, después de las jornadas de abril y mayo, es el aumento de las exigencias ciudadanas y dejar de ser tolerantes frente a las autoridades y decisiones públicas.