El fin de la democracia, la decadencia de Occidente

rodolfo bay1Rodolfo Bay


Cuando alguien lea el título de este nuevo artículo pensará que es algo exagerado.

También, seguro que cuando las primeras voces críticas en contra de la corrupción romana surgieron de la penumbra, muchos se rieron. Y Roma tardó siglos en caer.

Pero hoy las noticias vuelas, los acontecimientos se precipitan, las catástrofes geopolíticas se multiplican, y los políticos occidentales, en vez de preocuparse por hacer lo correcto, se preocupan por decir lo políticamente correcto. Lo políticamente correcto para estar 4 años u 8 años más en el poder. Cada vez quedan menos políticos que vayan a servir, sin importar lo que pase mañana; y cada vez son más los que quieren disfrutar y extender al máximo la erótica del poder. Y todo pasa con demasiada velocidad.

Y así, la creación más genial de Occidente, creada siglos atrás por griegos, y adaptada a en la historia de los últimos siglos por los británicos, puede ser su propia enemiga. Y puede autodestruirse en menos de lo que pensamos: Ahora con internet, las crisis, como los virus, vuelan a velocidad electrónica.

Pero no es solo un asunto de ambiciones personales de los líderes políticos, es un error de la concepción post-moderna de la democracia.

Estoy hablando de la igualdad para ser electo, y que cualquier persona preparada o no, pueda ejercer un cargo político.

Y pregunto al estimado lector: ¿Quién dejaría pilotar un avión a alguien que no haya pilotado nunca? ¿Quién se dejará operar por alguien que no haya estudiado medicina? Y cómo es que aceptamos que alguien sea ministro, por ejemplo de salud —y es un ejemplo teórico, por favor que nadie se vea eludido—, sin la mínima experiencia o preparación?

Evidentemente, que alguien tenga la experiencia o preparación no garantiza que vaya a gobernar bien, igual que la operación a corazón abierto, por parte de un médico, siempre supone riesgos. Pero justo por eso, y aun con todo el riesgo, deseamos mejor ser operados por el mejor doctor, y no uno que pasaba por ahí y me prometió que lo iba a hacer bien.

Hoy el mundo necesita una operación a corazón abierto. Y para ello precisa de doctores de la política que tomen decisiones difíciles.

Europa se esta desangrando por atentados viles, salvajes, de personas que fueron recibidos con los brazos abiertos por los europeos —o sus padres o abuelos—. Personas sin corazón —por llamarlos de alguna manera— que lo agradecen de esa forma monstruosa, por motivos teóricamente religiosos, que son en realidad un insulto a cualquier Dios, religión o filosofía humana. En Estados Unidos pasa algo más de lo mismo, pero peor todavía, ocurre también entre ciudadanos que llevan compartiendo siglos comunes de historia e incluso la misma religión. En Turquía, el ejemplo de un islam laico y democrático se tambalea ante un misterioso golpe de Estado.

Los movimientos populistas, no siempre moderados como gracias a Dios es el caso de Guatemala o Italia, afilan sus cuchillos hacia caminos de tinieblas para la democracia. Parece que lo que el mundo quiere es un macho alfa que haga como tarzán. El riesgo es que esos machos alfa establecerán un estado alfa, donde poco a poco se vaya eliminando la democracia. Ya pasó hace no tanto tiempo con la Alemania nazi, que quiero recordar para quien no se acuerde, ganó las elecciones democráticamente. Y si estos populistas más radicales llegan al poder, traerán con ellos entre otras políticas negativas, medidas proteccionistas, que estrangularán el comercio, y con ello la prosperidad. Y la pobreza, traerá más populismo, y con ello aún menos democracia.

Hace falta que los políticos moderados dejen de ser políticamente correctos, y se dediquen a gobernar con valentía, sin importar que puedan perder las siguientes elecciones. Que se expulse, se deporte, se retire el pasaporte, o simplemente se envíe a una isla inhabitada al lado más alejado del mundo, aquellos que no quieren convivir bajo las leyes por las que fueron amablemente recibidos. Y a los que si acepten vivir bajo el modelo de convivencia libre y abierto, se le deje vivir, sin importar fe, raza o vestimenta. Hay muchas formas de descubrir quien quiere vivir de una forma u otra, desde investigaciones, evaluaciones psicológicas, pruebas de polígrafo. Pero ante la menor duda, es tiempo de decisiones fuertes, el que esté libre de pecado no debería temer.

Que los políticos moderados se den cuenta también de una vez, que desde la lejanía no se toman las decisiones mejores, que hay que delegar a los que están más cerca. La “holacracia” es una nueva forma de ver la vida, un gobierno debe ser como un cuerpo humano, que se gobierna automáticamente, se debe cuidar y respetar, y solo cuando surgen situaciones difíciles, se pasa el control temporal, al gobierno central.

Los políticos intervencionistas (la mayoría) han querido estar en todo, y no están en nada, es el momento de dejar hacer a los que mejor saben que hacer, los problemas de las empresas, a los  empresarios, los problemas de las ciudades, a los ciudadanos, los problemas de las regiones a los gobernadores, y los problemas (los menos) de estado, a los estadistas.

El otro día Obama llamó a la unidad, frase sabia en tiempos actuales de alguien con buenas intenciones, pero se olvidó decir que unidos si, los que aceptamos vivir bajo un sistema de convivencia, no con el que quiere volar dicho  sistema.

Antes, el mismo líder de Estados Unidos, cuando llegó al poder, no estoy seguro si llegó a pensar que la razón por la que fue electo presidente, es porque llegó a un país donde cualquiera (con preparación adecuada insisto, igualdad de oportunidades, no de resultados), podía gobernar al país más fuerte de la tierra, y que esa fuerza había nacido de la libertad y la autonomía de sus habitantes, no del desarrollo de una burocracia cada vez más dominante y controlante. Espero que su sucesora o sucesor, lo entienda, o ya será tarde, para la democracia, para occidente. Como dirían los americanos, “In God we trust”.