Editorial: El problema es no saber a dónde vamos…

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¿A qué le apuesta Guatemala? Toda nación necesita un rumbo en las diferentes áreas de desarrollo socioeconómico. Su gobierno y pueblo deben saber qué se necesita, qué se desea, y tener una hoja de ruta para alcanzar metas y objetivos que permitan mejorar las condiciones de salud, educación, ingresos, seguridad, justicia y oportunidades.

Recordemos que esta era democrática se inició con la promesa política del gobierno de la DC y Vinicio Cerezo, que decía: hay un camino, pero nunca se definió cuál era. De hecho, lo que se pudo ver es que nunca se crearon políticas públicas definidas, aunque sí discursos y frases bonitas. Principiaba a construirse el entramado de poder político que nos llevaría al descalabro que hoy vivimos.

Entre los años ochenta y noventa del siglo XX, se habló de la década perdida en Latinoamérica —para unos países antes y para otros después—.  En el caso de Guatemala fueron simplemente años de continuismo en mediocridad política, sin crear un marco económico y social que nos permitiera salir de la pobreza y mejorar en los índices de desarrollo humano. La economía crecía —no mucho tampoco—, pero el país no mejoraba.

Si los países latinoamericanos tuvieron una década perdida, en nuestro caso suman ya más de tres. Cuando se decidió abrir la economía y privatizar, se hizo piñata con los bienes del Estado; cuando se ha promovido la defensa de los más pobres, bajo ese noble fin, se ha escondido el saqueo a las arcas del Estado. Cuando se ha prometido que habría hambre cero y se combatiría la desnutrición, lo único que se hizo fue engordar las chequeras de quienes hoy están procesados.

Nunca se ha apostado fuertemente por la educación en lo social, jamás se han definido políticas públicas en materia económica y tristemente no sabemos si somos un país con vocación turística, tecnológica, de servicio, forestal, o de cualquier otro tipo. Simplemente nunca se define aquel famoso camino del que una vez habló aquel partido político que tan perdido y sin rumbo estaba, y que ya ni siquiera existe.

Bien dice la sabiduría popular que si no sabes hacia dónde vas, cualquier camino te lleva. Eso sí, caminar sin rumbo es agotador, desgastante y frustrante. Eso le ha sucedido a Guatemala y a los guatemaltecos. Los gobiernos se han sucedido y se entregan puntualmente la estafeta democrática, y aunque han cambiado de colores, canciones y rostros, en el fondo se ha mantenido la misma tónica: no se fija rumbo y, si se hace algún esbozo de plan, no se llega a desarrollar con energía y eficiencia.

En Justicia pareciera que apostamos fuertemente a la lucha contra la impunidad y corrupción. Eso es claro, destacable y hasta maravilloso —aunque aún falta el famoso retopón que muchos esperan de la clase política—.  En el orden político no hay apuesta definida. Por supuesto, los políticos aspiran a que no haya más que un cambio superficial y que ellos puedan seguir en ese rumbo de desastre al que conducen al país, pero que resulta maravilloso para sus fines de enriquecimiento.

En lo social hay total desorientación y falta de políticas públicas. No cabe la menor duda de que la educación debería ser la gran apuesta del país, pero el Gobierno y el presidente Jimmy Morales no parecen tener más visión que convocar al oscuro y mediocre personaje de Joviel Acevedo para que influya con sus ideas. Estamos presenciando las mismas acciones de los gobiernos anteriores. Si se hace lo mismo, ¿cabe esperar un resultado diferente?

Pero tampoco en el plano económico hay definición. Costa Rica, para citar un caso cercano, apostó a la defensa de su naturaleza y turismo como ruta de desarrollo económico. Lo hace bastante bien. Guatemala tiene más potencial turístico —recursos naturales, arqueología, folclore, etcétera—, pero no hemos sido capaces de desarrollar estrategias adecuadas para definir alguna política integral.

Es una lástima que no estemos pensando en el cambio que debe tener el país después de este terremoto que se está viviendo con todo lo que sucede en torno a los procesos judiciales por casos de corrupción. Este debiera ser el punto de partida para un cambio, para tener una Guatemala mejor

Casa de citas

Mario Vargas Llosa

(1936)

Escritor peruano

La incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de

deshojar.

El mensaje del premio nobel apunta a demostrar el problema que crea la incertidumbre cuando no se logra erradicar.

Thomas Carlyle

(1795-1881)

Pensador escocés

Para disipar una duda, cualquiera que sea, se necesita una acción.

Eso nos dice que para poder avanzar con certeza, en cualquier dirección, hay que definir las acciones a seguir.

René Descartes

(1596-1650)

Filósofo y matemático francés

Dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino.

De esta sentencia también se puede colegir que es preciso dar prisa a la búsqueda de soluciones encaminadas en la dirección correcta.