Alabando corrientes diabólicas

MARTA ALTOLAGUIRREMarta Altolaguirre L.

¿Será que las palabras emitidas con pasión ofensiva, difamatoria, demagógica e irracional, son las que atraen a las mayorías que consideran que semejantes afirmaciones les prometen superación en su calidad de vida? Uno se pregunta, ¿cómo puede ser que se incline el favoritismo escogiendo liderazgos de quienes exhiben un egocentrismo prepotente y un poderío supremo?

La tendencia de los personajes que logran brillar mediante afirmaciones mesiánicas y falaces, así como los fanatismos de masas que alimentan la arrogancia y el ego personal, impulsan esa expresión apasionada de un poder excepcional, que conlleva al irrespeto a los más elementales valores morales que definen el respeto recíproco entre seres humanos, a partir del derecho a pensar y vivir conforme a las propias convicciones.

Pero también promueven la proliferación de dictaduras, abiertas o disimuladas de dirigentes, algunos con inteligencia, que pueden generar beneficios hacia algunos grupos o favorecer al país en cuestiones específicas (como la seguridad), pero que limitan la libertad y los derechos fundamentales de los ciudadanos ignorando elementos tradicionales al mundo occidental, que han avanzado desde el siglo pasado favoreciendo a toda la ciudadanía.

En esa línea, enfrentamos acontecimientos alrededor del mundo, marcadas por alteraciones en el control territorial, las dictaduras despóticas y por el terrorismo, en un período en el que los cambios en las sociedades y los modelos de Estado hacen prever un ambiente complejo que revertirá los avances alcanzados en gran parte del planeta en cuanto a los valores y objetivos que han sustentado la vida civilizada.

Lo estamos viendo con la fuerza y el poder armado de los integrantes del Estado Islámico (ISIS), quienes en equipo, o como lobos solitarios, atacan aisladamente y se enorgullecen de la destrucción sádica y masiva de vidas humanas, que por el hecho de discrepar en nacionalidades, culturas y creencias, son metidas en el costal de los enemigos mientras hacen alarde de un sustento dogmático y religioso, acomodado a sus deseos.

Consecuencia lógica es que para la contraparte, una mayoría aplastante a lo largo y ancho del planeta, las acciones terroristas sufridas en los últimos años implican una declaración de guerra y un enfrentamiento necesario dirigido a la destrucción de la organización islamista extrema, para garantizar la defensa de la vida y la libertad de la humanidad en las diversas culturas (mi vida o la suya).

Pero también debe destacarse que no es válido utilizar el islamismo fanático y radical, ni la migración pacífica, para exhibir y alimentar el racismo y la xenofobia que manifiesta el candidato estadounidense D. Trump, quien vende su imagen atacando la migración y persiste en su decisión de construir el absurdo muro entre México y EE. UU. para bloquear el paso vía terrestre. A lo anterior, que se suma su propuesta de deportar a los más de 11 millones de latinoamericanos que se han establecido en su país favoreciendo la productividad de aquella nación.

No comprende que el combate exitoso a los intentos riesgosos de traslado hacia EUA se va a lograr mediante el impulso a la productividad en las áreas de peligro y sin oportunidades, donde se origina el mayor número de emigrantes. Es un hecho que la cooperación en proyectos dirigidos a abrir espacios de oportunidad a la juventud en esas comunidades es lo que tendría éxito permanente.

Asimismo, en el caso de los musulmanes, el candidato republicano quiere meter en el mismo costal a todos, cuando resulta evidente la división que existe entre los musulmanes, siendo ellos también víctimas de los actos del terror de ISIS. No puede ignorarse el impacto que ocasiona ver cómo matan a mansalva a los también creyentes de Alá, incluyendo a niñitos víctimas de su inhumanidad, que son degollados y sus cuerpos cercenados, por el solo hecho de pertenecer a familias con un criterio humano y evolucionado del islam, que resisten el salvajismo y la inhumanidad del radicalismo criminal.

Un caso a destacar que demuestra la integración de musulmanes en aquella nación, es el ejemplo del soldado estadounidense, Khizz Kahn, (pakistaní), quien perdió la vida en Irák y precisamente fue reconocido con la medalla de oro por sus servicios en el ejército.

Y debe resaltarse, cómo semejante corriente la estamos viendo extendida en el mundo entero, ante la reiterada admiración con la que tantos ciudadanos escuchan a los candidatos, que lucen su personalidad autoritaria y mesiánica, empachados con el poder que manejan, (generalmente económico y político), quienes de manera exclusiva se centran en afirmaciones falaces y controversiales, que llegan a las emociones de aquellos que admiran la prepotencia, las andanadas pasionales, insolentes y normalmente ofensivas.

El colmo es que descalifiquen la cortesía en los mensajes de analistas y políticos, poniendo en entredicho la expresión educada con la que expresan sus criterios; pero ahora resulta que esa decencia se descalifica con la  etiqueta de políticamente correcto (como si fuera hipocresía).

La situación es preocupante y descorazonadora, porque pareciera que la mayoría solo responde racionalmente cuando las consecuencias les han golpeado intensamente.