Acciones o resultados

RENZO ROSALRenzo Lautaro Rosal


 

Está visto que el presidente Morales asumió el poder en un momento de altas expectativas, poco margen real de maniobra y presión para lograr resultados concretos en el corto plazo. Esa ecuación apuesta a romper con los esquemas tradicionales, pero lo que es más difícil, combinar componentes  inéditos. Nunca antes tanto rigor sobre quien se espera conduzca la locomotora deseable. ¿Alguna de esas variables se pueden moderar? Difícil. Las expectativas van a ir in crescendo, por la acumulación de pendientes y por el surgimiento de nuevos requerimientos. A partir de las siguientes semanas se liberará la presa de presiones, todas las cuales exigen respuestas concretas e inmediatas. Esa realidad obliga a que el nuevo equipo pueda separar los planteamientos, priorizar las básicas o prioritarias y crear un mecanismo de seguimiento que impida que ese proceso de arranque se atasque tempranamente. Los márgenes de maniobra se podrán ampliar o reducir, en la medida que el nuevo gobierno logre generar alianzas, pactos/acuerdos. En el escenario actual es indispensable en términos de asegurar la mínima gobernabilidad que permita caminar adecuadamente. El reto está en tener la capacidad de discernir para saber qué, cuándo y con quiénes acordar.

Diversos sectores y personajes están ávidos de pactar, especialmente aquellos que han sido desplazados o se ven amenazados con los sucesos de 2015, cuya senda continuará durante el nuevo año. Se están readecuando los escenarios y actores, tanto los que enfrentan la impunidad como aquellos que han vivido y apuestan por su mantenimiento y reproducción. De allí que el mandatario entrante cuide cada uno de sus pasos, vigile las asociaciones que le serán planteadas y priorice, ante todo, los resultados que se obtendrán de esos consorcios. Ese es el escenario de las abejas atraídas por el nuevo polen.

En materia de resultados, la cosa se pone cuesta arriba. Corresponde separar el activismo de los resultados. Ambos son necesarios y están vinculados, pero la apuesta central está en el segundo plano; es decir, aquellas decisiones que se traduzcan en condiciones de cambio respecto de condiciones prevalecientes. La sumatoria de acciones debe traducirse en resultados, de lo contrario se cae fácilmente en la dispersión que privilegia hacer de todo para concluir en poco o nada. Ministros, secretarios y nuevos equipos asumen en un escenario difícil, pero con cierta dosis de optimismo y bastante energía. Este es el momento para emprender los retos mayores, que siguen sin plantearse con claridad. Tal parece que esa ausencia responde a una decisión intencional. Sin plan concreto y ordenado es más fácil caer en la tentación del activismo, mostrar que se está en todo, ganar simpatías, sumar aliados pero postergar las decisiones de fondo.

En un momento donde afloran las viejas polarizaciones producto del conflicto armado, donde los reclamos por la justicia se confunden con rencillas de baja monta, el desafío del gobernante está en no ceder para que se replique otra confrontación, ahora entre quienes se conforman con el activismo y quienes apuestan por aprovechar los nuevos vientos para insuflar cambios de mayor envergadura. No se trata de abonar en nuevas dicotomías; ambos pueden ser complementarios. Se necesita un gobierno en movimiento, donde las cabezas asuman el control del abanico intrincado de frentes de trabajo. Ese paso es necesario y no se puede obviar; pero es insuficiente frente a la agenda de los pendientes que exige no solo dinámica, sino direccionalidad y sentido de unidad.

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Se necesita de un gobierno en movimiento, donde las cabezas asuman el control del abanico intrincado de frentes de trabajo.