Para que un país salga adelante, primero debe existir la mejor voluntad y determinación de hacer las cosas ¡bien! Si eso no sucede, no podemos esperar cosas buenas.
Gonzalo Marroquín Godoy
Son cerca de las 5:00 horas. La ciudad apenas empieza a despertar y el sol ni siquiera se asoma. El frío de la época motiva para acelerar el ejercicio. Camino, no corro. Los que corren pasan a mi lado, ajenos, metidos también en sus pensamientos. Mi mente de periodistas se concentra en las noticias… las ideas fluyen mejor con el ejercicio.
La oscuridad del momento parece marco oportuno de lo que sucede. La guerra en Ucrania: el mundo pende de un hilo. ¿Será capaz Putin de promover una escalada bélica y que la guerra escape de control? Todo es posible. En cualquier guerra se sabe cómo empieza, pero es imposible tener la certeza de cuál será el siguiente paso de las partes.
Parece increíble que en pleno siglo XXI veamos que se repiten situaciones que hicieron sufrir a millones en el pasado. La ONU y la carabina de Ambrosio, suelen parecer lo mismo –cómo la OEA–. Todo se decidirá en los focos de poder: El Kremlin, la Casa Blanca y Bruselas, sin olvidar a Beijing, que en algún momento puede mover piezas en este complejo tablero de ajedrez geopolítico.
Trato de dejar atrás la ansiedad durante mi caminar. Es el momento de dar un vistazo a Guatemala. ¡Terrible! Vacunas que se desperdician por su vencimiento –cerca de un millón y pronto habrá más–, empleados de Salud a los que no se atiende en medio de la pandemia y, para colmo de males, un proceso de postulación para fiscal general que muestra todos los vicios del pasado juntos.
El escenario –mundial y nacional– es oscuro como el momento. Hay que dejar atrás la ansiedad, el pesimismo y mirar adelante. Avanzar, respirar profundo y seguir avanzando. Las ideas dan vueltas por la cabeza. Hay que escribir esta columna. ¿Cuál tema? ¿No hay cosas buenas rescatables? Claro que las hay, el país no se detiene, su gente aguanta y seguramente Dios nos permitirá ver que todo este caos pasa… algún día, pero pasará.
¿Cómo abordar los temas de las tristemente célebres vacunas rusas Sputnik y la elección de fiscal general? Sucede que, cuando hay basura por todos lados, vemos que toda ella va a parar a un basurero común. Se junta la basura. En este caso, se junta el tema de las Sputnik con la elección de fiscal general.
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En efecto, resulta curioso que tres de los responsables de lo que ha sucedido en torno al negocio a las vacunas rusas estén en la lista de candidatos al cargo de fiscal general. ¿Cómo así? Veamos.
En orden cronológico, el primero en pecar por omisión en el caso de las vacunas, es el candidato a fiscal y procurador general de la Nación, Jorge Luis Donado, quien siendo el abogado del Gobierno debió revisar el contrato de esa compra, el cual contiene una serie de ilegalidades. Su tarea era la de velar por el interés del país y debió advertir que se estaba haciendo un pésimo negocio. Sin embargo, como dócil sirviente, dijo amén a las órdenes que le llegaban desde Casa Presidencial.
Es decir, facilitó que se hiciera una compra onerosa que ahora representa una pérdida para el país de Q84 millones o más. No hizo reparos, ni siquiera sugerencias para que la ministra Amelia Flores y el presidente Alejandro Giammattei lo pensaran un poco.
Luego vienen otros dos aspirantes a fiscal general. La titular actual del cargo, Consuelo Porras y el director de la Comisión Presidencial contra la Corrupción, Oscar Dávila. Ambos se hicieron literalmente los locos ante las denuncias claras, evidentes y palpables que la prensa independiente –principalmente elPeriódico– presentó sobre el contrato.
El caso apesta a corrupción o, en el mejor de los casos –cosa difícil– solamente a una incapacidad abrumadora de parte de Giammattei y Flores, que no repararon en el daño que podían provocar con una compra con tantas anomalías y con un contrato tan leonino, que no dejaba posibilidad de defensa para el comprador, es decir, para Guatemala.
Como diría algún patojo chispudo, para ver un negocio turbio vale hacer la anología: si tiene plumas, tiene pico, camina como pato, caga como pato y hace cuac-cuac, ¡es pato!
Si se hace un negocio en secreto absoluto, no se cumple con el mandato legal de comprar directamente al fabricante, sino que se hace a un intermediario, si no se exigen fechas de entrega, y se acepta que los rusos lo hagan como y cuando quieran, no falta siquiera el cua-cuac para sentir el olor a porquería.
Este es solo otro ejemplo de que tipo de candidatos a fiscal general tenemos. ¿Queremos que uno de ellos siga con el trabajo de tapadera en el MP para encubrir toda la corruptela como lo hicieron en este caso?
Menos mal que salió el sol. Todo se ve diferente. Sigo caminando, hay más gente corriendo. Todos pensamos y sentimos, pero son muchos los que no quieren ver el cuadro general del país.