Tristemente… al final, privó la lógica del oficialismo

Se hicieron cambios para que nada cambie en el Congreso… y todo siga igual en el país, con una alianza oficialista sobrada, controlando todo y arremetiendo con todo.

Gonzalo Marroquín Godoy

Durante varios años viajé a la Venezuela de Chávez, al Ecuador de Correa y la Bolivia de Evo –para citar tres casos paradigmáticos–.  El motivo siempre fue el mismo: exigir de las más altas autoridades el respeto a la libertad de prensa y que no se limitara el derecho a informar y ser informado.

Todos ellos tenían la misma actitud en contra de la prensa independiente.  La acosaban, amenazaban y, en muchos casos, procedían al cierre legal de algún medio con argumento falaces–, mientras que los demás tenían que soportar los ataques provenientes de los dictadores.   

Chávez nunca aceptó reunirse con nosotros y más bien hizo que el Congreso nos declarara personas non gratas, aunque no se atrevió nunca a prohibir el ingreso de las misiones de ejecutivos de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y nosotros no suspendimos ninguno de los viajes por la amenaza de los legisladores.

Algo parecido fue con Correa, aunque él aprovechaba nuestras visitas para promover un sentimiento popular contra los periodistas.  No lo lograba.  Evo, más astuto, utilizó a la prensa oficialista para que cubriera una reunión que sostuvimos.  Sus argumentos no justificaban los ataques contra los derechos de todos los bolivianos que nosotros defendíamos, pero el ejercicio fue interesante, aunque muy tirante.

Los tres tenían cosas en común: detentaban un poder absoluto; no respetaban la libertad de expresión y atacaban a la prensa para controlar la información; además, manejaban a su sabor y antojo a los otros poderes del Estado –Legislativo y Judicial–.

Cuento esto para hacer un paralelismo con lo que viene sucediendo en Guatemala.  Aquí no hay un dictador como tal, pero se ha venido creando un sistema político todopoderoso que, aunque parece renovarse cada cuatro años, en realidad se cambia gobernante y partido político, pero el sistema sigue siendo el mismo, aunque cada vez más corrupto, con mayor impunidad y, ojo con esto, acumulando mayor poder.

Yo le llamo a esto dictadura de sistema.

Ya hemos visto desde el Ejecutivo se manejan los hilos para controlar todo: Congreso, cortes (CSJ y CC), MP, TSE y, en general, toda la institucionalidad del país, pues hasta en el deporte han querido meter mano.

En el Congreso, la oposición intentó vanamente hacer frente a la poderosa alianza oficialista, pero salió trasquilada.  Privó, por supuesto, la lógica de la negociación, de la compra de voluntades y el uso del poder.  Quitaron la fea cara de Allan Rodríguez y armaron una planilla nueva, pero para seguir en lo mismo, haciendo todo lo que tienen que hacer para que el país siga sumido en la porquería, la mediocridad y, para colmo de males, repitiendo que hacemos las cosas mejor que nadie en el pasado.

No hay peor ciego que el que no quiere ver Son muchos los que no quieren darse cuenta de lo nefasto que es para el país que este tipo de cosas sucedan.  No es sano que el poder siga concentrado en la alianza oficialista, que ya demostró que no tiene la menor intención de actuar seria y democráticamente.

No fueron pocos los ecuatorianos que respaldaron a Correa, pero terminaron por ver que su actitud autocrática no hacía más que impedir que el país se desarrollara.  Las dictaduras –de personas, partidos o sistema, como el caso de Guatemala– no son buenas.  Por eso la repudiamos el siglo pasado.

A poco menos de dos años para las elecciones, ya se puede ver que el sistema cuida sus piezas de recambio.  Sandra Torres y Zury Ríos puede que sean rivales en la próxima contienda electoral, pero por ahora, forman parte de esa alianza oficialista, pues ambas necesitan de la manipulación de la justicia –jueces, magistrados y cortes– para poder participar en las elecciones de 2023.

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Se hacen mal las cosas, pero nada pasa.  Hay corrupción, pero nada pasa.  Se viola la Constitución, pero nada pasa.  No hay peor cosa que las instituciones se muevan como marionetas con hilos.  Si se pierde la institucionalidad –como ya sucedió aquí–, la democracia deja de ser funcional. El problema es que, al menos por ahora, no parece haber una solución a la vista.

Llegará, de eso no me cabe duda, pero ojalá que haya una forma, lo más rápido posible, para provocar un cambio de rumbo en la conducción del país.

Da risa oír a quienes dicen nos quieren llevar a ser una Venezuela o NicaraguaNo se equivoquen, no es cosa de ideologías.  Estamos en las mismas.

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