Enfoque por:
Gonzalo Marroquín Godoy
En esta era de la hiperinformación es muy fácil perderse, equivocarse o simplemente ser engañado por estrategas de la comunicación, a quienes más bien habría que llamarles desinformadores. La lucha por ganar en el campo de la opinión pública no es nueva, pues se ha visto desde que el hombre se organizó políticamente para que hubiera control sobre las sociedades.
Aun antes de la introducción de la imprenta en el siglo XV, era en las plazas donde se intercambiaba verbalmente la información. En Guatemala, la única guerra que se libró por la independencia, fue precisamente por medio de volantes y luego los dos primeros periódicos que existieron aquí: El Editor Constitucional –liberal– y El amigo de la Patria –conservador–.
Después, surgieron los diarios. Más tarde fue la radio la que evolucionó la información con mayor inmediatez, antes de que la televisión se convirtiera en el medio dominante, aunque nunca el más serio. Pero nada que ver con la revolución que ha provocado internet, con su transmisión de videos, redes sociales y páginas informativas de todo tipo. Sin embargo, la web es tan abierta que permite publicaciones apócrifas que pueden llevar al engaño y la desinformación.
La llamada Guerra Fría tuvo sus mayores batallas en el campo de la información –o desinformación–, porque tanto capitalistas (Estados Unidos), como comunistas (la URSS) querían influir en las masas, más allá de las fronteras propias. Nosotros aún tenemos el rezago de esas luchas informativas.
Cuando se vive mucho tiempo en el medio periodístico se aprende a dimensionar las noticias, porque muchas veces llegan a las salas de redacción con intereses o fines particulares. Por eso, no se le puede, ni debe, dar crédito a cualquier cosa que le digan a uno. Hay que meditar, en el caso nuestro, investigar, verificar con fuentes de crédito, corroborar y, finalmente, dar a conocer la información con el claro compromiso con la búsqueda de la verdad.
Por supuesto, el refrán que dice que cuando el río suena es porque piedras lleva, se puede aplicar en la mayoría de los casos, pero hay que saber antes quién ha lanzado esas piedras que hacen ruido, porque a veces, quien lo ha hecho, tiene algún interés particular y no siempre acompañado de alguna buena intención.
Ahora mismo, con todo este desbarajuste que se ha creado a causa de la corrupción galopante que tanto daño ha causado al país, vemos que empiezan a surgir peligrosas campañas de desinformación, con el fin de detener esa cruzada que se libra contra el saqueo que ha sufrido el Estado y la impunidad imperante.
En las redes sociales se asumen posturas, desde pedir la cabeza de los responsables, hasta quienes denuncian que todo es una conspiración de Estados Unidos y la comunidad internacional, sin reparar en el fondo del asunto, que serían las pruebas que se puedan presentar para sustentar la famosa Cooptación del Estado.
No se trata de negar intereses o de que puedan existir actitudes intervencionistas. Estados Unidos ha tenido intervenciones groseras y criticables en nuestro país –experimentos de sífilis (1946); intervención de la CIA para derrocar a Árbenz (1954); entrenamiento militar de cubanos para la invasión de Bahía Cochinos (1960)–, pero de eso a censurar el apoyo que ahora brinda a la CICIG, hay un mar de diferencia.
Otra de las lecciones que uno aprende en este oficio, es que no es fácil tener la certeza de que una noticia es 100 % como alguien la presenta. Me explico con un ejemplo: cuando se habla de corrupción y de montos, es posible que lo que se pueda comprobar no sea exactamente lo que dice la fiscalía, pero tampoco es inexistente, como asegura la defensa.
Recuerdo el ejemplo de un desfalco millonario que se dio en el Ministerio de Gobernación en la época de Alfonso Portillo, por el que finalmente pagó con algo de cárcel Byron Barrientos, quien era ministro en se momento. Cuando Prensa Libre publicó la noticia y consignaba que eran más de Q80 millones lo robado. El Presidente, su vice, Francisco Reyes y el contralor, Marco Tulio Abadío, salieron a criticarme como director del diario, asegurando que la publicación se hacía para vender más periódico, como si ese diario necesitara del sensacionalismo para vender.
Lo interesante fue que con el tiempo algo de razón tenían esos personajes. Prensa Libre se equivocó en la primera publicación, porque el desfalco no era de Q80 y pico millones, sino que superaba los Q100 millones –no recuerdo las cifras precisas ahora–. Eso puede pasar, pero nuestro compromiso era con la búsqueda de la verdad y se cumplió finalmente, aunque en un momento nos equivocamos en el monto, pero la noticia era cierta: hubo un desfalco multimillonario.
Estamos, pues, en la etapa de la humanidad en donde la información está al alcance de todos. Se puede obtener tanta, que hay que tener cuidado para no caer en trampas.
Hoy en día hay tanta información a nuestro alcance, que debemos ser cuidadosos y no caer en la trampa de quienes quieren desinformar a la sociedad, con fines perversos.