Viaje de retorno a la vida

 Servir a la VGUSTAVO LEIVAida por: Gustavo Leiva


Cuando uno ha intentado miles de veces salir adelante y no ha logrado alcanzar aquello que tanto se quería, es porque, sin que-rerlo, se cae en este tipo de trampas: no estoy haciendo suficientes esfuerzos, tengo que trabajar más duro.

Luego, se pone a trabajar más duro, y nada pasa. Las cosas siguen igual, o peor.

Muchos de estos problemas ocurren porque hemos sido educados para ver la vida desde nuestra perspectiva. Como si se tratara de un dibujo, todo lo que puedo pintar comienza a partir de uno mismo. Cuando esa ha sido nuestra programación, el mundo va a ser un lugar muy limitado, porque va a comenzar a partir de nuestros ojos y, a lo sumo, va a terminar en la punta de nuestros dedos, porque, en esta manera de ver la vida, el centro de todo lo que existe somos nosotros mismos. El mundo comienza conmigo y termina conmigo mismo. Estamos encerrados en la cárcel que nosotros hemos armado para vivir enjaulados.

Este tipo de pensamientos se pueden volver tan repetitivos que poco a poco van acabando con nuestra conciencia. En el libro Servir a la Vida de Rodolfo Paiz Andrade, este problema se aborda siguiendo una manera totalmente distinta a nuestra programación tradicional, hasta el punto de que, para cambiar, es preciso rendirse, y decir ya no puedo más, esta manera de ver el mundo desde mi mismo, me está matando. Cuando uno llega a este punto, lo recomendable es hacer un viaje de retorno a la vida. Como el autor de este libro ya lo ha escrito, a continuación lo cito para ayudar a aquellos que, como yo, queremos poder ver la vida al revés, no que va de nosotros hacia fuera, sino que la vida viene de afuera hacia nosotros. Dice Fito—páginas 53-55.

 ¿Qué tendría que ocurrir para lanzarme a este viaje de retorno a sabiendas de que estaba ante retos imposibles de superar?

¿Por qué ir tras algo que, desde un principio, parecía más que imposible?

Una madrugada desperté bruscamente porque creí que había encontrado cómo resolver este nudo gordiano. Hacía mucho tiempo había conocido personalmente a Ronald Heifetz y había leído su libro Leadership Without Easy Answers. Heifetz propone que, cuando se llega al punto donde enfrentamos problemas cuya complejidad es superior a nuestras fuerzas mentales y físicas, debemos abandonar la sala de baile, dejar de bailar, y subirnos al balcón, para ver la fiesta desde arriba.

Esta imagen, subirse el balcón y ver cómo es la fiesta desde arriba, fue el impulso imaginativo que necesité para dar mi primer gran paso en este viaje de retorno.

Heifetz tiene toda la razón. Mientras estuve involucrado en el crecimiento y desarrollo de la empresa familiar, mi papel, y el de mi grupo de hermanos y hermana, fue el de bailar. Por eso, aunque habíamos sido la fuerza creativa de una empresa de proporciones mayores a nuestras fuerzas, nunca, nunca antes, ninguno de nosotros había visto a la empresa desde arriba.

Nunca nos habíamos subido al balcón. Habíamos creado una gran corporación pero nunca habíamos meditado sobre las lecciones que habíamos aprendido.

Fue así, afortunadamente, como comencé a ver mi realidad con otros ojos:

El viento que atraviesa al bosque, o al lago, está al servicio de la vida. Sin viento, sin lago y sin bosque no habría vida. El pensamiento que separa al viento del lago, y al viento del bosque impulsa a la muerte… miles de miles de veces… durante miles de miles de años.

Hay algo más grande que va nadando a la par del renacuajo y lo lleva sano y salvo a convertirse en rana… miles de miles de veces… durante miles de miles de años.

Hay una dulce fuerza invisible que vuela a la par de la mariposa y vuelve a transformarla en capullo… miles de miles de veces… durante miles de miles de años.

Del cielo, y no sólo de las raíces y los nutrientes de la tierra, se alimentan los árboles que guardan en su celulosa a los rayos que vienen del sol… miles de miles de veces… durante miles de miles de años.

¿Por qué las tortugas necesitan ser incubadas en el dulce calor de las arenas de las playas? … miles de miles de veces… durante miles de miles de años.

Pensémoslo: podemos ver la vida al revés, no que va de nosotros hacia fuera, sino que viene de afuera hacia nosotros.

Aceptémoslo y seamos felices: ante las fuerzas del universo, nosotros somos como ese renacuajo, como esa mariposa, como esa tortuga, como esa lagartija, como ese cangrejo, como ese árbol, que acaba de convertir a la energía que viene del sol en vida.

Estamos encerrados en la cárcel que nosotros hemos armado para vivir enjaulados.