Total para qué… el Parlacen no sirve para nada

Si algo no sirve…¡tíralo!  Si algo no lo usas durante más de un año… ¡tíralo! Son frases de la sabiduría popular que debiéramos contemplar con el Parlacen.

Gonzalo Marroquín Godoy

El 14 de enero de 1986, en su discurso de toma de posesión, Vinicio Cerezo anticipó que Guatemala impulsaría la creación de un Parlamento Centroamericano, que desde entonces fue llamado Parlacen.  La iniciativa fue llevada a las cumbres centroamericanas organizadas por el mandatario democratacristiano y la idea fue bien recibida.

Su vicepresidente, Roberto Carpio Nicolle, tomó al Parlacen como un padre que atesora a un hijo y fue su gran impulsor, hasta ver concretado su sueño el 28 de noviembre de 1991.  El jueves pasado, sin bombos ni platillos cumplió 30 años de existencia.  Sí 30 años de vegetar, 30 años sin ningún tipo de trascendencia, 30 años de engañar a los pueblos que están representados, 30 años de un proyecto que en todo ese tiempo no ha hecho nada trascendental. ¡Nada!

El tratado original le crea con grandes deficiencias, pero desde entonces no se ha dado ningún paso para convertir a la institución en un ente que aporte algo –aunque sea mínimo– a los países que lo integran: Guatemala, El Salvador, Honduras,  Nicaragua, Panamá y República Dominicana, con 20 diputados cada uno.

Hace varios años, durante una conversación sobre el Parlacen con mi experimentado padre, Oscar Marroquín Milla, me dijo algo así: esa babosada no sirve para nada, simplemente se ha convertido en una cueva de ladrones, a donde se van a refugiar Alí Babá y los 40 ladrones.

No estaba muy lejos de la realidad, porque hemos visto hasta correr –literalmente– a expresidentes como Jimmy Morales para ser juramentados y mantener su manto de inmunidad –impunidad– y que el brazo de la justicia no les alcance.  Bueno, eso a pesar de que la justicia se ha vuelto el brazo aliado de los políticos.

Para los partidos políticos se ha convertido, además, en una especie de fuente de empleo, ya que incluyen en sus planillas a amigos de la dirigencia, financistas o activistas.  Todos los que llegan al Parlacen, saben que es una especie de beca con sueldo, porque pasan cuatro años gozando de buen salario, a cambio de el menor esfuerzo o trabajo posible.  Ni siquiera tienen que ser inteligentes, porque lo que menos hay es un trabajo que demande capacidad intelectual o de cualquier otra naturaleza.

Mostrar el trabajo que realizan les debiera dar vergüenza. Los 120 diputados que viajan a nuestro país todos los meses, debaten y discuten para aprobar tres tipos de acuerdos: a) resoluciones; b) pronunciamientos y c) declaraciones y recomendaciones.  ¿Cuántas y qué alcance tienen?

Puede llamar a la risa o al llanto, pero ¿algo de admiración?, por supuesto que es imposible. Veamos.

Resoluciones.  Se han aprobado ocho en los diez meses transcurridos.  Ninguna ha logrado siquiera un titular de prensa.  Una es la creación de la Orden Bicentenario de la Independencia de Centroamérica y Panamá. Otra declara a Rubén Darío Prócer de la Unión Centroamericana, y una más declara al músico y profesor universitario Víctor Nicolás Paz Solanilla como Maestro Ilustre de la Música de la Región. Las demás resoluciones son por el estilo de inodoras, incoloras e inútiles.

Pronunciamientos.  Uno en diez meses, para defender a Panamá cuando fue incluido por la Unión Europea en la lista de paraísos fiscales.

Declaraciones y Recomendaciones: Siete cada una más sosa que las anteriores, pero lo peor de todo: ninguna de ellas ha tenido un impacto real de parte de los gobiernos a los que recomienda esto o aquello.  El Parlacen y la carabina de Ambrosio  son lo mismo.

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No es difícil entender la razón por la que no se hizo bulla para conmemorar los 30 años de existencia del Parlacen.  Seguramente sus diputados, más vivos que babosos, saben que si se hace bulla, llaman la atención, y ellos actúan y trabajan bajo el concepto de que calladito te ves más bonito.

Al final, también en este tema sale a relucir el presidente Giammattei, porque en campaña dijo que si ganaba las elecciones, él denunciaría el Pacto, es decir, que Guatemala seguiría el curso legal para abandonar ese elefante oscuro.  Claro, con el tiempo, alguien le habrá recordado que los expresidente pueden ir a esconderse al Parlacen y gozar del derecho de antejuicio.

Por eso Costa Rica, cuya democracia es sólida, no ha querido nunca ser parte del Parlacen.  Los ticos dirán para sus adentros –aunque lo dicen al aire con otras palabras– : total, para qué…  y se niegan a entrar al canasto de las manzanas podridas.