Mientras gran parte de Europa endurece las medidas para contener la pandemia de covid-19, Suecia mantiene su estrategia ajustándola al aumento de casos, pero sin confinamiento ni medidas coercitivas.
En los últimos días, el país nórdico anunció recomendaciones más estrictas, pero también flexibilizó varias medidas, siguiendo su sorprendente carrera en solitario.
El número de casos aumenta regularmente desde mediados de septiembre. El jueves, las autoridades sanitarias registraron 1.614 nuevos infectados con el coronavirus, la cifra más alta desde junio.
Una tendencia al alza similar a la mayoría de los países europeos, que para contener el virus, han decidido instaurar semiconfinamientos o toques de queda.
Menos estricta, Suecia que ha registrado 5,930 fallecidos por covid-19 desde el inicio de la pandemia y registró durante la primera ola una de las tasas de mortalidad más altas de Europa, trata de ajustar su enfoque.
A principios de semana, decretó nuevas medidas en la ciudad universitaria de Uppsala, a 70 kilómetros de la capital Estocolmo, que vive un aumento de casos tras la vuelta a clases a principios del otoño.
Ahora, el consejo a los habitantes es que eviten los transportes públicos y los contactos físicos con las personas que no viven bajo su mismo techo hasta el 3 de noviembre.
«La gente solo puede aguantar medidas tan estrictas un periodo limitado y el momento es importante. No se puede empezar demasiado pronto ni esperar demasiado tiempo (…), esperamos que es el buen momento», justifica el epidemiólogo Anders Tegnell, responsable de la estrategia sueca.
La vida continúa
A contracorriente del mundo, Suecia es uno de los pocos países que no recomienda llevar la mascarilla, ya que la autoridad sanitaria no la considera muy eficaz.
En Estocolmo, en apariencia, la vida diaria no ha cambiado mucho desde la pandemia. La mayoría de los habitantes se pasean con la cara descubierta, y los restaurantes y comercios nunca han cerrado.
Aunque las imágenes de autobuses y restaurantes repletos han dado la vuelta al mundo, muchos estudios de las autoridades muestran que el 80% de los suecos han cambiado sus hábitos, en un país conocido por su disciplina social.
Las autoridades han recomendado a la población que teletrabaje y que limite sus contactos y se lave las manos regularmente.
En el barrio de Södermalm en Estocolmo, donde centenares de ciclistas y peatones se apresuran en horas punta, Roger Palmqvist dice a la AFP que confía en la estrategia adoptada por las autoridades.
Aunque este sexagenario reconoce que quizá el enfoque sueco no funcionaría en todas partes. «Nadie les obliga, pero los suecos son así, siguen» las reglas.
Suavizar otras medidas
El jueves, el gobierno sorprendió al retirar las recomendaciones específicas para las personas de riesgo, sobre todo las mayores de 70 años, a las que se les había pedido desde el inicio de la epidemia que se quedaran en casa.
Para justificarlo, las autoridades dijeron que temen problemas de salud como la depresión y la soledad vinculadas al aislamiento.
A principios de octubre, también retiraron la prohibición de visitar a las personas en las residencias de ancianos, una de las pocas limitaciones decretadas durante la epidemia.
Aunque las congregaciones de más de 50 personas siguen prohibidas desde finales de marzo, el gobierno aumentó el límite a 300 personas para las actividades culturales y deportivas.
Los sondeos muestran que una mayoría de suecos apoyan el enfoque de las autoridades. Aunque la estrategia tiene detractores, tanto en Suecia como en el extranjero.
A principios de la epidemia, algunos acusaron a Suecia de jugar a la ruleta rusa con la población, con un número de muertes muy superior al de sus vecinos que habían adoptado medidas más estrictas.
El gobierno defiende su modelo y habla de medidas pertinentes de largo plazo, para un «maratón» y no un para un «sprint».
Para Johan Carlson, director de la Agencia Sueca de Salud Pública, se trata de «crear una situación en la que se pueda vivir una vida lo más normal posible dentro de las restricciones» y donde la estrategia sea ampliamente aceptada y seguida.
El resto de Europa muestra, según él, que los confinamientos y los desconfinamientos «no son una vía a seguir».