Sopor, corrupción e imágenes desdibujadas

RENZO ROSAL

Renzo Lautaro Rosal


Tenemos tantas necesidades de canalizar los sentimientos y las emociones que con facilidad caemos en los momentos de catarsis, donde tienden a concentrarse frustraciones, sueños y aspiraciones, remoción de escombros que buscan quién la pague y no quién la debe. Uno de esos instantes son los Juegos Olímpicos, evento de atracción global que se repite cada cuatro años y que concentra niveles descomunales de atención.  Sea por interés, ampliar conocimiento, disfrute de los múltiples eventos, aprendizajes sobre deportes que no se practican en Guatemala, hacer al lado los múltiples problemas nacionales (tomar aire), entre miles de posibles explicaciones.

Ahora, tres temas adicionales se han sumado: el primero es el sopor (estado en el que se tiene sensación de cansancio, pesadez, sueño, embotamiento de los sentidos y torpeza en los movimientos). Aprovechamos los J.O para tomar distancia, alejarnos de la cotidianidad, olvidarnos de muchos de los absurdos de la vida nacional; pero como nos gusta llevar las cosas al extremo, terminamos emborrachándonos de imágenes deportivas. Pasamos horas y horas cambiando de canales para tomar notas dispersas de un fenómeno avasallador que distrae.

En el plano nacional, el otro factor es la serie de incentivos de la dirigencia deportiva que acompaña a los deportistas. En el primer caso, se confirma lo que por años se ha sabido. Las cabezas de la institucionalidad deportiva viven a cuerpo a rey, trafican intereses para mantenerse en esos puestos, se cubren con la chamarra común para tapar la corrupción galopante que figura en la mayoría de federaciones deportivas. Como quinda al pastel, aprovechan los J.O para servirse con la cuchara aún más grande: se auto-recetan viáticos de primer mundo, compran enseres para su disfrute personal (como las famosas maletas), aprovechan para hacerse acompañar de familias, amigos y todo tipo de aprovechados.

Desde el inicio de la etapa actual de lucha contra la impunidad, diversos han sido los llamados al Ministerio Público y CICIG para que le pongan atención a ese capítulo de frenesí, sección aparte de corrupción. No por gusto esa dirigencia se ha nutrido de políticos, ex-magistrados, ex-fiscales, narcos  y todo un desfile de truhanes que descubrieron el arca de los enormes recursos públicos destinado al deporte federado. Ojalá que esto ocurra pronto y a profundidad. Cuánto se podría hacer con esos dineros de manera tal que transformara las estructuras del deporte nacional?

El tercer factor es el cuestionamiento de los resultados deportivos. Queda claro, una vez más, que las áreas de posibilidad para los deportistas de élite son reducidas. Los avances logrados por los países desarrollados son enormes; cualquier comparación no tiene sentido. Mejorar marcas nacionales, ocupar lugares decorosos, codearse con la creme de la creme es lo que queda. Lo que no se vale es caerles a palos a los personajes que han tenido éxitos pero que ahora ocuparon puestos secundarios. El caso concreto es Erick Barrondo, único que ostenta con medalla olímpica. La presión mediática, la “ansiedad por el éxito” hicieron crear percepciones equivocadas. Haber estado en el pódium en Londres 2012 no obliga a nadie, y menos si alrededor ocurren diversos fenómenos alteradores. Ya estar en Río es indicador de todo lo que se ha hecho para ocupar sitios de honor.

Denomino ansiedad por el éxito, a ese discurso que busca instalarse en la sociedad. Las nuevas generaciones, especialmente, apelan como objetivo ser exitosos, aunque no tengan idea en qué consiste ese deseo; lo cual se traduce a conquistar objetivos sin importar los métodos, las formas, los supuestos de partida. Sobresalir, a costa de lo que sea, se convierte en el issue provocador y al mismo tiempo, azuzador. Ahora vemos las implicaciones de ese falso imaginario, llevado al extremo.

El evento de los JJ. OO. es pasajero. Lo permanente son los vicios, las aberraciones que saltan a escena nacional aprovechando ese acontecimiento. Sopor, corrupción e imágenes desdibujadas.

El evento de los JJ. OO. es pasajero. Lo permanente son los vicios, las aberraciones que saltan a escena nacional aprovechando ese acontencimiento.