Solo hay una manera de vivir

luis fernando copy


Planos en emociones o llenos de pasión. ¿Se han parado a observar con atención a esas personas que llevan una luz adentro, que brilla cuando se expone a algo que las entusiasma profundamente? Resulta de verdad intrigante verlas desenvolverse en el entorno que tanto las atrae. Es como si su corazón entrara en resonancia con un factor externo que las busca. Es una relación simbiótica; el individuo no logra vivir sin rodearse de ella y la actividad no existiría sin estos meritorios entusiastas.

Y no hablo de esos que tienen hobbies de fin de semana o quincena –algunos son de semestre, con suerte– sino de las personas que necesitan nutrir su espíritu de algo específico. Es como Rivera le decía a la pequeña Frida: “¿Qué importa lo que yo opine? Si realmente necesitas pintar, eso harás”.

Seguramente los han notado, son las niñas que, por ejemplo, desde chiquitas se paraban a ver todo acerca de la fotografía. La cámara de la familia las llamaba, las embrujaba, ejercía sobre ellas un hechizo formidable que las acompañaría toda su vida. Querían fotografiar todo y necesitaban aprender y conocer más. Siempre más. Orbitaban en el colegio hacia amistades que mostraban la misma emoción. Mientras crecían, su conocimiento se desarrollaba y su necesidad iba en aumento.

Personas así hay en todas las ramas del deporte, del arte, de la exploración, de los negocios, etcétera. ¿Qué será lo que nos hace experimentar profundas emociones por ciertas actividades? Aunque tal vez una pregunta más relevante es: ¿por qué hay personas que presentan emociones planas que se interesan pero solo superficialmente por ciertas actividades, mientras que hay otras que desbordan pasión?

Para mí, la pregunta se vuelve relevante en más de un área: en lo estrictamente personal, porque quisiera ser un padre que les permita a sus hijos explorar diferentes intereses, uno que estimule un corazón dispuesto y una mente curiosa; en lo profesional, porque quisiera ser un facilitador de ambientes donde personas profundas encuentren una forma de vivir que comprende, agradece y aprovecha sus particulares intereses.

A veces encontramos personas que –por alguna razón que quisiera conocer– traen está pasión desde pequeños y en otras ocasiones nos toca desarrollarla. Los tres ingredientes son amplitud, profundidad y frecuencia. El abanico de opciones es muy importante; esto permitirá descubrir al individuo. A menudo encontrarán que a esto le llaman “tener mundo” y, generalmente, va ligado a la capacidad de salir del entorno inmediato. La profundidad marcará cuán importantes resultan las experiencias y el conocimiento, en un área, a las que se expone una persona. Si esto, además, lo hace frecuentemente, habremos, muy probablemente, llegado a la pasión.

Vivir rodeado de las personas, actividades y cosas que más dialogan con su espíritu es la única forma de vivir; sin nada ni nadie que no sume, que no tenga una razón de orbitar a su alrededor. Ha de ser terrible vivir al azar, a merced de la corriente de turno, apagado; sin saber a ciencia cierta todo lo que uno pudiera llegar a ser. No. Solo hay una manera: una vida de diseño personal. Inclaudicablemente, irreductiblemente, invariablemente una vida de diseño personal.

 

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