En un Líbano en crisis, la explosión en el puerto de Beirut ha puesto de manifiesto la corrupción que reina en esta infraestructura vital. En este microcosmos, los sobornos, los fraudes y el clientelismo son habituales, a semejanza de lo que ocurre en el Estado.
En el puerto, principal entrada de las importaciones, los partidos que dominan el poder han instalado las mismas prácticas en vigor que en el sector público: desde salarios astronómicos para los funcionarios fieles hasta licitaciones públicas de dudosa transparencia.
El poderoso movimiento chiita armado Hezbolá, protegido por Irán, tiene en estas instalaciones una «vía exprés», que lo dispensa de cualquier control, según un juez retirado.
Pero estas corruptelas alcanzan a todos los mastodontes de la vida política, incluyendo el Movimiento Patriótico Libre (CPL) del presidente Michel Aoun, el partido Amal del jefe del Parlamento, Nabih Berri, y Movimiento del Futuro, del ex primer ministro Saad Hariri.
«El puerto es una de las instituciones más corruptas, tanto en el interior de la administración como en las aduanas», explica Mohamed Chamseddine, del instituto de investigaciones y sondeos Information International. «No hay control gubernamental eficaz, ya sea de ingresos de dinero o gastos», agrega.
En los años 1990, la gestión del puerto fue delegada a una comisión de siete miembros, que actúa como una «empresa privada», según este experto. La iniciativa, en un principio temporal, sigue en vigor.
Como en todas las instituciones del país, la atribución de los cargos de la comisión se hizo mediante cuotas entre las principales comunidades religiosas — musulmanas sunnita y chiita, y cristiana.
«La división (por confesiones) del poder dentro del Estado se aplica en el puerto. Todo el mundo se beneficia», señala Chamseddine.
Tras la devastadora explosión del 4 de agosto en el puerto, que causó 190 muertos y 6,500 heridos, el director general del puerto, Hassan Koraytem, cercano a Movimiento del Futuro, y el director general de aduanas, Badri Daher, del CPL, fueron detenidos.
La investigación todavía no ha establecido las causas exactas de la deflagración en un depósito donde estaban almacenadas desde hace más de seis años 2.750 toneladas de nitrato de amonio, «sin medidas de precaución», como admitieron las autoridades.
«Vía exprés»
Tras la explosión, los detractores de Hezbolá acusaron al movimiento de utilizar el puerto para almacenar y hacer circular armas.
El jefe de la organización, Hasán Nasralá, negó que tuviera un control del puerto. Pero el movimiento y sus empresarios tienen sus propios circuitos para gestionar discretamente sus transacciones y hacer transitar sus mercancías, según expertos consultados por la AFP.
«Es sabido que hay mercancías que pasan por el puerto y el aeropuerto (internacional de Beirut) por la cuenta de la ‘resistencia'», confirma el expresidente del Consejo de Estado, una institución jurídica, Choukri Sader, en alusión a Hezbolá.
Este tiene una «vía exprés» «en el puerto y en el aeropuerto, para hacer pasar sus cargamentos sin registros», asegura.
Pero Hezbolá no es el único que tiene preferencias en el puerto.
Un informe confidencial de un servicio de seguridad libanés sobre los sobornos en el puerto, al que la AFP tuvo acceso, nombra por ejemplo a cinco inspectores de aduanas que «no pueden ser sustituidos». La razón: uno es afiliado al CPL, uno al Hezbolá y a Amal, dos al Movimiento del Futuro y un quinto a las Fuerzas Libanesas Cristianas.
«¿Dónde va el dinero?»
Por el puerto de Beirut pasan el 70% de las importaciones del país. Los ingresos anuales de gestión del puerto representa una media de 220 millones de dólares, de los que sólo 60 millones terminan en manos del Estado, según Chamseddine.
«En principio, el resto se utiliza para los salarios y el desarrollo del puerto. Pero, de hecho, no sabemos dónde va el dinero».
En Líbano, el fraude en las aduanas se lleva a cabo principalmente en el puerto. Su costo se estima entre 1,000 y 2,000 millones de dólares por año, señala el experto.
Los principales beneficiarios son los empresarios vinculados a las fuerzas políticas, a veces mediante «asociaciones caritativas ficticias», unas entidades que legalmente cuentan con exoneraciones arancelarias, indica.
Imitaciones de productos de lujo, circulación de drones sin permiso… todo puede hacerse, aunque todo tiene un precio.
La suma a pagar depende de la mercancía. En contrapartida, los funcionarios pueden reducir los gastos de aduana, según el informe del servicio de seguridad que describe esta configuración bien establecida de sobornos entre los empleados del puerto.
Según este informe, gracias a los sobornos los responsables desvían la mirada ante el contrabando de armas y drogas, a veces escondidas en coches.
Desde hace años, el periodista libanés Riad Kobaissi investiga esta corrupción. «El servicio de aduanas es el más corrupto y las operaciones más fructíferas se hacen en el puerto», dice.
En este servicio «sólo interesa ver a Benjamin Franklin», cuenta, con ironía, en alusión a los billetes de 100 dólares estadounidenses.