Sin libertad de prensa, no puede haber democracia…

Ayer se conmemoró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, una fecha que me lleva a recapacitar sobre lo que Gabriel García Márquez definió como la profesión más bella del mundo.

Gonzalo Marroquín Godoy

Escribo esta columna el preciso Día Mundial de la Libertad de Prensa, una fecha especial para los periodistas.

Cuando me inicie en esta profesión hace alrededor de cinco décadas, no tenía clara la dimensión de la misma.  La veía simplemente como eso, como una profesión, como una actividad laboral, sin comprender que en realidad estaba abrazando algo mucho más grande, estaba abrazando una gama de valores y compromisos que me convertían en un servidor público, por medio de la libre expresión y los medios en los que trabajaría.

De mi abuelo –Clemente Marroquín Rojas– y mi padre –Oscar Marroquín Milla– recibí las primeras lecciones de ese periodismo comprometido, pero pronto quise volar del alero familiar y dar mis propios tanes en diferentes medios, a los que siempre intenté trasladar esos valores que hacen que la prensa cumpla una función de servicio para la comunidad.

Allá por los años 80, ser periodista en Guatemala era vivir en la cuerda floja. El poder militar no gustaba de la crítica ni el libre flujo de información, porque era más fácil gobernar a un pueblo desinformado, que a uno que supiera lo que sucedía y estuviera en capacidad de defender sus derechos y exigir respeto a la libertad. 

Fueron muchos los periodistas asesinados en esa época y otros tantos tuvieron que salir al exilio.  Yo mismo sufrí intimidaciones y amenazas y creo que no se concretaron por el respeto que había a la trayectoria familiar. 

Luego siguió un caminar largo, en el que he visto de cerca todo tipo de acciones en contra de medios y periodistas, tanto en Guatemala como en el resto del continente. 

Me hice casi un fanático de la frase quién tiene la información tiene el poder, porque interpreté correctamente que una de las labores de la prensa es democratizar la información, es decir, darle a la gente el poder que deviene de estar bien informada.  Los periodistas somos instrumentos para trasladar la información y los medios deben ser canales de expresión, de información y de formación de opinión.

Como contraparte al buen periodismo –que lo hay, aunque cada vez menos, lamentablemente–, he encontrado y comprobado que los dictadores, los presidentes autoritarios y las fuerzas oscurantistas que hay en nuestras sociedades, siempre intentan callar o controlar a la prensa.

La mayor parte de Latinoamérica vivió las dictaduras militares del siglo XX.  Todas ellas reprimieron a la prensa y limitaron la libertad de expresión.  Igual sucedió en Paraguay, Argentina, Uruguay, Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Cuba –¡por supuesto!–, y muchos más.

Aquellas dictaduras eran bravas y asesinas.  Muchos periodistas murieron entonces. Pero en la gran mayoría de casos, los gobernantes civiles que vinieron después, supuestamente más democráticos, cayeron en la misma tentación: tratar de limitar el poder que la información le brinda a los pueblos.

La lista de gobernantes autoritarios que he conocido –y a veces enfrentado–, es larga. Vienen a mi menta ahora los Chávez, Ortega, Arzú, Portillo, Correa, Morales, los esposos Kirchner, Jimmy Morales, Maduro y algunos que se quedan en el tintero, todos enemigos de la libertad de prensa y del derecho que tienen los pueblos a recibir información.

Gammattei no es precisamente un admirador de la prensa independiente.  Su autoritarismo lo lleva a estar al lado de los mencionados, porque no se ignora que, cuando hay un acoso judicial contra periodistas o medios, su mano está detrás, junto a fiscales, magistrados y jueces, manipulados por su alianza oficialista.

Para que una democracia sea fuerte, se necesita que las libertades se respeten.  Se necesita que el pueblo pueda elegir libremente, pero no lo puede hacer cuando no hay libertad de prensa y las instituciones democráticas están al servicio de los gobernantes y no de los gobernados.

Para terminar, quiero citar lo que dice la Declaración de Chapultepec de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Dice así:

La práctica democrática debe reflejarse en instituciones modernas, representativas y respetuosas de los ciudadanos; (…) Sólo mediante la libre expresión y circulación de ideas, la búsqueda y difusión de informaciones, la posibilidad de coincidir y discrepar, de dialogar y confrontar, de publicar y transmitir, es posible mantener una sociedad libre.

¡Qué viva la libertad de prensa!… Tu libertad.

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