Muéstrame un obrero con grandes sueños y en él encontrarás un hombre que puede cambiar la historia. Muéstrame un hombre sin sueños, y en él hallarás a un simple obrero.
James Cash Penny
Gonzalo Marroquín Godoy
Frase sabia la del destacado empresario estadounidense James Cash Penny, sobre todo, para tenerla presente en este momento en el que nuestro país atraviesa por una profunda crisis institucional que nos mantiene como Estado fallido, abrumados por una larga lista de problemas, encabezados por la pandemia, la corrupción y la impunidad.
Pero para hablar de sueños, nadie mejor que el reverendo Martin Luther King, quien al cierre de una marcha de 200.000 personas en Washington para exigir la igualdad racial, dijo su memorable discurso Tengo un sueño, el cual causó un profundo impacto en Estados Unidos y el resto del mundo.
Pienso que los afroamericanos estadounidenses en 1963 vivían como la mayoría de guatemaltecos en 2021: marginados, sin justicia, los políticos no les tomaban en cuenta, el Estado no les aseguraba educación ni salud, carecían de oportunidades y el futuro para ellos era poco más que tenebroso.
Leyendo esa maravillosa pieza de oratoria que Luther King dijo desde el monumento a Lincoln en la capital estadounidense, me llevó a reflexionar sobre esa triste realidad que nos toca vivir y al momento crítico que vive Guatemala, en donde un gobierno ufano, que no reconoce su incapacidad y podredumbre, nos mantiene condenados al seguir en la fallida institucionalidad democrática que no permite cambios.
Entonces pensé: ¿Qué discurso hubiera dado Luther King si estuviera aquí ahora y fuera guatemalteco? Supongo que algo así:
- Yo tengo un sueño de que cada día esta Nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo, estampado en la Constitución: El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común.
- Yo tengo el sueño de que un día en Guatemala termine la injusticia y opresión. Que el país se transforme en un oasis de libertad y justicia.
- Yo tengo el sueño, de que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en donde puedan tener educación de calidad, atención de salud adecuada, donde no sean juzgados por su raza, sino por el contenido de su carácter.
- Yo tengo el sueño de que un día, allá en Quiché, San Marcos, Alta Verapaz, El Progreso, Chiquimula y otros departamentos, los niños menores de cinco años tenga la oportunidad de ser alimentados correctamente, para no sufrir desnutrición infantil crónica.
- Yo tengo el sueño de que un día cada río, cada lago, cada bosque, cada montaña serán respetados y no serán parte de la naturaleza destruida.
- Yo tengo el sueño de que un día tendremos políticos que trabajen para el bienestar de la población y no para su enriquecimiento personal. Ese día debe privar la ley y la justicia, en lugar de la impunidad y podredumbre.
- Yo tengo el sueño de ver a mi país cambiado. Tengo el sueño de ver una Guatemala unida, aprovechando el corazón y coraje de sus pueblos para promover desarrollo.
- Este será el día en que todos los niños de Dios serán capaces de cantar con un nuevo significado: Mi país, dulce tierra de libertad, sobre ti canto. Tierra donde mis padres murieron, tierra de orgullo ancestral en donde resuene la libertad.
Mientras esos sueños maravillosos siguen siendo sueños, aquí el MP funciona como tapadera de la corruptela. Ahora resulta que, para la fiscal general Consuelo Porras, a quién hay que perseguir es a Juan Francisco Sandoval, cuyo delito es haber buscado castigo para los corruptos.
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No hay cambios a la vista, ni siquiera vemos a un presidente auténticamente preocupado por la escalada de muertes por el covid-19. Giammattei insiste en sus estados de Calamidad tibios que, ya lo veremos, no darán el resultado deseado.
Luther King soñaba como lo hacemos miles de guatemaltecos. Nuestra realidad, por ahora, es terrible. La alianza oficialista ha destruido la institucionalidad. Controla las cortes –CC, la CSJ y el TSE–, las salas y a la mayoría de jueces, así como al MP, la Contraloría y organismos autónomos y semiautónomos.
Pero no debemos dejar de soñar. ¡Eso jamás! Porque de lo contrario, condenamos a nuestros hijos y las futuras generaciones. El cambio debe llegar.