Revolotear y no quedarse quieto

DDanilo Arbilla Aanilo Arbilla


Acertijo que circula en estos días entre los brasileños: ¿En qué se diferencia un ladrón de gallinas de un político o gobernante corrupto?

Respuesta: En que al ladrón de gallinas lo meten preso y no importa que declare que fue para alimentar a sus hijos que tienen hambre, mientras que el político hace un acto partidario, convoca a sus militantes y se declara perseguido político, denuncia un golpe de Estado, una campaña de desestabilización y acusa a la prensa.

Eso, más algunas precisiones: solo valen cuando se trata de gobernantes o políticos progresistas, y si el ladrón de gallinas también lo es, entonces, ya es un problema social generado por el neoliberalismo y no hay acertijo.

El caso Lula, llevado a declarar —la policía dice que se negó a hacerlo voluntariamente—, en el marco de varias investigaciones sobre corrupción, tiene mucho qué ver con la propalación del acertijo.

Lula, su partido y hasta su heredera, Dilma Rousseff, optaron, efectivamente, por politizar el tema, acusando a la oposición y a los medios de intentar desestabilizar al gobierno y al país —por supuesto— y de propiciar un golpe de Estado.

Una vía de escape cantada: No se trata de una investigación judicial de casos de corrupción; se trata de una maniobra política y de la prensa, de los que perdieron las elecciones y, quizás, de los empresarios y si es necesario, de la patria financiera y del imperialismo yanqui.

No es que jueces y fiscales estén buscando a los que se quedaron con dinero del Estado para meterlos presos, sino que buscan llevar a la cárcel a un líder político y eventual candidato presidencial. Lula, ni lerdo ni perezoso, y ante cualquier eventualidad, ya anunció que será candidato en las próximas elecciones.

Un planteo cuyo propósito, como surge claro, es sacar el tema de su lugar natural —la justicia— y transformarlo en uno más de la campaña electoral.   Una alternativa, dicho sea de paso, que no tienen los ladrones de gallinas.

Lula ya lo había anticipado en agosto del pasado año, cuando arreciaban los ataques contra Dilma y ante los avances judiciales que lo involucraban con actos de corrupción: en ese momento, anunció que regresaría a la primera línea de la política nacional y que estaba dispuesto a ser candidato. Solo se puede matar al pájaro si se queda quieto. Si sigue volando es mas difícil. Por eso, yo volví a volar de nuevo, advirtió.

Y está volando. Habrá que ver hasta donde lo lleva el vuelo. Hay quienes respetan la habilidad y el olfato de Lula y le asignan aun un importante respaldo popular, en función de lo cual pronostican que va a salir airoso. Incluso, llegar a la presidencia.

Pero cada vez son más los que sostienen que las cosas han cambiado. Que las movilizaciones y actos de respaldo a Lula son mas reducidos, en lugares cerrados, y requieren un gran esfuerzo de organización por parte del PT.

Las manifestaciones populares en contra, en cambio, son cada vez mayores y cuasi espontáneas y decididamente no están organizadas por partidos políticos, sino por organizaciones sociales y civiles.

Por otra parte, lo del golpe de Estado no resiste mucho análisis. ¿Las Fuerzas Armadas brasileñas lo van a permitir? ¿O van a ser las que darán el golpe? Las sólidas FFAA, brasileñas se mantiene fuera de la polémica, pero vigilantes, como ha sido siempre.

¿Y si no son las FFAA, quién? El tema de vender como golpe de Estado la destitución de Dilma —impeachment— no es fácil: está previsto en la Constitución y se trata de un caso de fraude electoral. En realidad, hasta ahora lo único fuera de lo institucionalmente normal es la visita a domicilio y apoyo expreso de Dilma a Lula. Es la Jefa del Ejecutivo y en alguna forma, se interpreta como una manera de interferencia, de inmiscuirse indebidamente en un asunto a cargo de otro poder del Estado.

El pasado domingo 13 de marzo se llevó a cabo una nueva jornada de protestas contra el gobierno y la corrupción, lo que puede ser bastante decisivo, como también lo puede ser el nombramiento del expresidente Lula, como nuevo ministro del gabinete de Rousseff.

Lula, ni lerdo ni perezoso, ya anunció que será candidato presidencial en las próximas elecciones.