PROVOCATIO: Ven la tempestad y no se arrodillan…

La gente hace gala de todas las lecturas de autoayuda y se resiste a aceptar la realidad y ver más allá de lo visible. Se impone, cual noble y sacrificada tarea, la misión de ser positivo y optimista a fuerza, siendo fieles a su pensamiento mágico, el cual les dicta que las cosas pueden cambiar por obra y gracia de un poder omnímodo e invisible

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

He visto con gran preocupación que nuestros incautos compatriotas siguen sin darse cuenta de la dimensión del monstruo que enfrentamos. La reacción ante todo lo que sucede es de una sorpresa e indignación momentánea, para luego doblar la página y pasar a discutir sobre cualquier otro tema, de preferencia que no sea negativo.

Entiendo que es más cómodo evadir que enfrentar pero quiero matizar cuatro aspectos en torno a este mecanismo de escape:

  • Nuestra siquis tiende a esconder lo que nos es complicado y dañino y lo ubica en un espacio donde queda “archivado” y silencioso.
  • Como no se termina de entender la magnitud de ese monstruo, vamos conociendo sus partes y quizá así, es más digerible, aunque sea de forma temporal.
  • Las redes sociales han construido un mundo social ideal, especialmente Facebook, en el que la gran mayoría son felices, todos tienen estudios universitarios avanzados, viajan constantemente, poseen parejas y trabajos maravillosos y disfrutan del hedonismo y placeres mundanos que suelen compartir para ser admirados por otros, igual de fatuos.
  • La mayoría se declara impotente para hacer algo y recurre a sus creencias religiosas o a terceras personas, sin especificar quiénes, la noble y muy difícil tarea de resolver las cosas. Al final, el precio de su indiferencia es ser gobernados por los peores, pero ellos igual, siempre le echarán la culpa a otros.

El guatemalteco no se caracteriza por defender posiciones, más bien tiende a seguir a otros que considera sus referentes, aunque compartan la falta de luces.

Efectuada esta acotación, quiero referirme a la “preocupación” de la mayoría por lo que consideran el peor de los males: los políticos. No logran reconocer, identificar los hilos de conexión con las élites empresariales depredadoras y corruptas, quienes son los principales financistas de estas agrupaciones electoreras. Si mucho, alcanzan a señalar al Narco como ente aislado, cuando en realidad, ya forma parte de la alianza criminal en la que destacan y se confunden, empresarios, militares, proveedores del Estado, líderes religiosos fundamentalistas, burócratas de todos los niveles y, por supuesto, el crimen organizado.

Recientemente, comentaba el tétrico cuadro de campaña anticipada de cara a las elecciones del 2023, pues ya la carrera politiquera empezó, a pesar de las limitaciones que la Ley Electoral y de Partidos Políticos –LEPP– impone.

Cuando me preguntan quiénes correrán para los próximos comicios, les aseguro que serán todos los que fracasaron en 2019 más un buen número de improvisados oportunistas de ocasión. Poco a poco se va develando el acierto de mis predicciones.

En 2019 participaron 25 agrupaciones políticas (que no partidos) y el Tribunal Supremo Electoral –TSE– canceló en 2020 a media docena por no llegar al porcentaje mínimo (5%) ni haber obtenido ninguna diputación. Se cuenta entonces con 19 partidos ya autorizados y varios más por inscribirse si culminan el proceso de conseguir financiamiento, pues los requisitos, una vez haya plata, son irrelevantes.

Recientemente, el TSE dio a conocer que 26 grupos pretenden ser nuevos partidos políticos. Catorce ya tienen comité pro formación y 12 todavía están como Grupo Promotor. Sus patrocinadores y gestores van desde militares y ex funcionarios públicos de los cuestionados gobiernos del partido Patriota y del FCN-Nación de Jimmy Morales, hasta personajes señalados de nexos con el narcotráfico.  

A pesar que la normativa electoral prohíbe –por diez años– usar o registrar los mismos nombres y símbolos de los partidos ya cancelados, entre las 26 agrupaciones “nuevas” tenemos casos como los siguientes:

  • Partido Republicano: ya habiendo tenido un PRI: Partido Republicano Institucional.
  • Partido Fuerza Guatemala: Símil del partido Fuerza.

Pero también hay datos risibles como el de dos grupos promotores que ni siquiera tienen nombre para el futuro partido o el caso de JAGUAR que encarna una mención espeluznante, pues con ese mote se conoció a la organización paramilitar anticomunista: Jaguar Justiciero.

Las organizaciones partidarias violan la ley a su sabor antojo y a pesar de su liviandad, el TSE anterior inició proceso de cancelación a diez de los partidos políticos vigentes: FCN-Nación, PAN, Compromiso Renovación y Orden (CREO), Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), VALOR, PODEMOS, URNG-Maíz, VAMOS, Movimiento Político WINAQ y Bienestar Nacional (BIEN).

¿Por qué tanta chabacanería y descaro? Simplemente porque el consumidor (votante) no solo lo tolera, sino pareciera disfrutar de esta parafernalia electoral de cuarto mundo.

El problema esencial, es que casi todas las personas se concentran en lo superficial y empiezan a soñar con unas elecciones próximas que sean diferentes a pesar de tener una pésima ley electoral y una caricatura de partidos políticos que no son tales: 2023 no puede ser diferente porque seguimos tolerando lo mismo.

La gente hace gala de todas las lecturas de autoayuda y se resiste a aceptar la realidad y ver más allá de lo visible. Se impone, cual noble y sacrificada tarea, la misión de ser positivo y optimista a fuerza, siendo fieles a su pensamiento mágico, el cual les dicta que las cosas pueden cambiar por obra y gracia de un poder omnímodo e invisible.

Ya empiezo a escuchar los estribillos preelectorales: “De todo lo malo debe haber algo bueno”; “quizá el partido es chueco pero hay que apostarle a una persona que no lo sea”; y el peor de todos, que nos ha condenado por décadas: “votemos por el menos peor”.

Crónica de una muerte anunciada dirían por ahí…