PROVOCATIO: Los pusilánimes como producto prefabricado

La consigna es homogeneizar la actitud pasiva ante el abuso y el dominio social, económico y político que se sufre, por parte de una minoría depredadora, la cual, cuenta con muchos “socios” gratuitos que le ayudan a reproducir el modelo.  Es así como se invisibiliza y/o banaliza la violencia intrafamiliar, la persecución a activistas de derechos humanos, la corrupción, la impunidad y la censura a la libertad de expresión y el libre ejercicio de derechos.  

José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

En reiteradas ocasiones he insistido que el estado actual de cosas y sobre todo, la actitud de la población, no es algo surgido al azar sino que constituye el producto de una macabra pero bien elaborada estrategia contrainsurgente. La victoria miliar era tan solo lo menos importante de lo estratégico.

Las élites dominantes: empresarios ultraconservadores, militares de línea dura, religiosos fundamentalistas y capos del narco se fijaron objetivos vitales para facilitar el ejercicio de su poder: Que el miedo se convirtiera en un eje transversal de las dinámicas de vida del guatemalteco promedio; que la gente aborreciera la política y que se concentrara en cosas fútiles; que la “clase media”, sobre todo la “ilustrada”, asumiera pensares y formas cada vez más conservadoras; que el fundamentalismo religioso se convirtiera en culto de masas y que la ilusión de vivir en democracia y no estar tan mal como otros, también. Como tapa al pomo, su obra maestra: la discriminación entre iguales.

Estas, y cientos de variadas tácticas más, se terminaron imponiendo como normas de vida. Muchos ejemplos más podrían citarse, pero estos son, a mi criterio, los principales factores.

Lo anterior, es fundamental para comprender la poca o nula cultura de denuncia en la ciudadanía, no digamos en el resto de la población, pues se debe entender que, la ciudadanía, conlleva un nivel cualitativo que implica conciencia de derechos y obligaciones y, en Guatemala, constituye una ínfima parte de la masa.

Para censurar la crítica de los dominados, no hay como utilizar a los advenedizos del poder elitario, quienes tienen alguna capacidad de influenciar a quienes sufren las preocupaciones del poder, como si fueran propias. Este aspiracionismo tropical permite aglutinar a vastos sectores de infelices, los cuales, a pesar de ser víctimas del sistema, lo defienden a ultranza.

El asunto fundamental es demonizar al que critica o denuncia y, en consecuencia, etiquetarlo como antisocial, resentido, muco, eterno inconforme y otros nada creativos epítetos. Desde la cotidianidad de lo más fútil, suele pasarse al prejuicio político y entonces surgen las frases que ya se conocen por burdas, pero aún así, dominantes. Leamos algunas perlas.

“Vos no amás a tu país, deberías irte a Cuba, Nicaragua o Venezuela”.

“¡De todo te quejás! Deberías vivir en Corea del Norte”.

“Dale gracias a Dios que vivís en democracia y tenés libertad” (asumiendo conceptos caricaturizados de lo que es una verdadera democracia y la libertad).

“Si no votás, le das tu poder a otro”.

“Vota por el menos malo o tendremos una dictadura” (como si la de 1954 a nuestros días no lo fuera).

“Si no votás o anulás tu voto, después no te quejés”.

“Ya te quisiera a vos de presidente, a ver qué harías” (por supuesto que escribirían: “haberqué harías”).

“Todo está malo para vos, por eso no prospera nuestra patria”.

“Si sos tan bueno para criticar, por qué no tenés éxito como los que criticás”.

Como ya se dijo, el ámbito de los ataques no deja rincón sin tocar. Ya lo decía el gran escritor guatemalteco radicado en Milán, Dante Liano: “En Guatemala, el ninguneo y la descalificación parece deporte olímpico”. Los ataques mecánicos para censurar al que disiente, invaden áreas cotidianas y comunes como los servicios públicos y privados, los precios y el costo de vida y no podía faltar, la selección de futbol de Guate, cariñosamente llamada: La Sele.

Si la crítica es hacia un servicio privado, la contestación suele concentrase en frases como: “Para eso vivís en un país libre, andate a otro”; “¿Cuál es la criticadera? Si vos no tenés el valor ni los recursos para poner tu propio negocio”; “mejor callate y ya no le volvés a comprar”.  Cuando es servicio público, o concebido como público[i], sucede algo interesante, pues las élites aplauden cualquier censura a lo estatal, en beneficio, claro, de lo privado. Sin embargo, aquí surge, entre los mismos que defenestran los servicios públicos, una variante: “Si no te parece, ¿por qué no te vas a lo privado?” o acuden al ejemplo circunstancial: “Pues a mi me atienden bien” o la amenaza sobre el futuro: “No critiqués, porque cuando no exista (la referida institución o servicio) te vas a estar quejando. Mal con ellos, peor sin ellos”.

Si el asunto es sobre el incremento abusivo del costo de vida, los defensores del sistema y víctimas de él a la vez, sacan perlas como estas: “Ya no comás tanta carne”, “adaptate a tu presupuesto”, “peor fuera que no hubiera”; “ya te quisiera ver en Cuba donde racionan”, “lo importante es que haya, aunque sea caro”.

Pero la excelsitud del cachimbirismo, la mediocridad y el aspiracionismo eterno, lo da la famosa y cada vez más alicaída Sele, que pareciera tener un manto sagrado cual mantra; por lo que, criticarla, es un acto de blasfemia: “No será la mejor, pero es nuestra”, “Por criticones como vos, es que el país no progresa”, “Cuando clasifique al mundial ya verás” (obvian comentar, por supuesto, los quinimil esfuerzos fallidos) y los millones de $ desperdiciados”; “Ya te quisiera ver en la cancha a ver qué harías” y otras joyas similares.

La consigna es homogeneizar la actitud pasiva ante el abuso y el dominio social, económico y político que se sufre, por parte de una minoría depredadora, la cual, cuenta con muchos “socios” gratuitos que le ayudan a reproducir el modelo.  Es así como se invisibiliza y/o banaliza la violencia intrafamiliar, la persecución a activistas de derechos humanos, la corrupción, la impunidad y la censura a la libertad de expresión y el libre ejercicio de derechos.

Quedarse callado en las pequeñas cosas, como denunciar un mal servicio o un producto fallido, prepara a la masa para agachar la cabeza para cosas peores. Los imaginarios descritos preparan, una vez más, a millones de votantes que le darán respiración artificial a las “alegres elecciones” del año entrante.

La ausencia de pensamiento crítico, aún en sus niveles más básicos, constituye la materia prima para obtener un pueblo que no solo se deja oprimir, sino que pareciera gustarle. Al haber tocado a la academia, el supuesto reducto que nos quedaba, la tragedia es aún mayor e irreversible.


[i] Al respecto, mención aparte merece esa creencia sobre que, entidades privadas con “ropaje social”, son públicas: El IGSS, por ejemplo o, en su momento, BANRURAL y BANTRAB.

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