PROVOCATIO: Los desencantos electorales en la historia reciente

El actual gobierno fue precedido por el regreso de los militares al poder (2008-2012) y los gobiernos canallas de Jimmy y Giammattei. Doce años de extrema derecha, desinstitucionalización de la paz, represión a la prensa y jueces; así como una corrupción descomunal. Este preámbulo contextual explica el porqué de las desbordadas expectativas que generó Semilla y que ahora están en la vitrina pública. El primer mes no fue como algunos esperaban (materia para otro artículo) pero la mayoría de la población sigue montada en la ola de la esperanza y la “nueva primavera…
José Alfredo Calderón E.

Historiador y analista político

Desde la victoria en segunda vuelta del actual binomio presidencial, se suscitó una expectativa general sobredimensionada, sin tomar en cuenta las limitaciones propias y de contexto, que matizarían lo que realmente se podía o no hacer. Con la toma de posesión, la esperanza se desarrolló con tal fuerza que, a 30 días de su llegada, algunos signos de desencanto ya se dejan ver.

Debemos conocer un poco de contexto histórico para explicar el tema que titula esta columna. Para el efecto, mencionaré tres ejemplos de gobiernos posteriores a la contrarrevolución (1954) que generaron muchos sueños, pero que, en poco tiempo, desilusionaron.

Veamos el primer desencanto. Julio César Méndez Montenegro y Clemente Marroquín Rojas del Partido Revolucionario (PR), el binomio ganador de las elecciones de 1966, quienes se hicieron llamar “el tercer gobierno de la Revolución”; en alusión a que, después de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz Guzmán, este binomio sería la continuidad. Es importante mencionar que el candidato era Mario Méndez Montenegro, hermano de Julio César, fundador y secretario general del partido, quien estaba más a la derecha política en el cuadrante electoral, pero su asesinato el 31 de octubre de 1965, dejó en una penosa posición a quienes comandaban las expectativas de triunfo. El 6 de marzo de 1966 se realizarían los comicios y ya no daba tiempo para mercadear otro candidato, y menos, de la talla y liderazgo de Mario; por lo que el PR designó al hermano, de los mismos apellidos, como candidato a la presidencia.  Julio César era un académico sancarlista, ex decano de la Facultad de Derecho de la USAC y más a la izquierda política que su hermano, pero con una dipsomanía de campeonato, lo cual le terminó pasando factura a él y al país, facilitando, además, la cooptación militar.  

El binomio civil ganó por mayoría simple ese 6 de marzo de 1966. Algunos medios titularían que se abría una ventana a la democracia guatemalteca, pues se venía de la invasión norteamericana, dos gobiernos militares de facto (Carlos Castillo Armas y Enrique Peralta Azurdia) y el gobierno convulso de otro militar (Miguel Ydígoras Fuentes) lapso en el que se formó el movimiento revolucionario guatemalteco y que se prolongó por 36 años (1960-1996).

El desencanto llegó cuando, más temprano que tarde, se hizo público el texto del llamado “Concordato”, documento mediante el cual el ejército condicionaba al gobierno civil para permitirle tomar posesión.  En consecuencia, los militares le asignaron a los nuevos “gobernantes” tareas puramente administrativas sin relevancia, mientras el alto mando castrense dirigía todo lo esencial en la conducción política. No está demás indicar que fue uno de los gobiernos donde la violencia en contra de los sectores democráticos y progresistas se manifestó de forma brutal. El causante fue el entonces coronel Carlos Manuel Arana Osorio (alias el Chacal y próximo gobernante 1970-74) quien, a sangre y fuego, como jefe del Estado Mayor del Ejército, derrotó a la primera guerrilla (PGT y FAR) dejando luto y dolor en muchas familias que ni siquiera eran guerrilleras y mucho menos, comunistas. Fue la primera acción de tierra arrasada en la historia político-militar moderna. La segunda la ejecutaría Ríos Montt con base al diseño de Harris Whitbeck padre en 1982-83.

El segundo desengaño sucedió con la llegada de Marco Vinicio Cerezo Arévalo y Roberto Carpio Nicolle (1986-1991)[i], binomio de la Democracia Cristiana Guatemalteca que, a pesar de su naturaleza de centro derecha en todo el mundo, aquí fue señalada como izquierdista. Una larga dictadura militar de 1954 a 1985 y dos sucesivos gobiernos de facto (Ríos Montt y Mejía Víctores) crearon un contexto de esperanza con su victoria aplastante (por poco llegan a mayoría absoluta).

En este lapso gubernamental se conocieron por primera vez los golpes de Estado técnicos o blandos (en los meses de mayo de 1988 y 1989) que doblegaron la voluntad política del gobernante progresista. Luego vendría el asesinato de Danilo Barillas Rodríguez, líder democristiano y futuro candidato oficial, el 1 de agosto de 1989. La esperanza –entonces– se terminó de diluir, porque de ahí en adelante, el panorama fue otro y la corrupción se extendió.

La tercera decepción llegó con el supuesto gobierno socialdemócrata de Álvaro Colom y Rafael Espada (2008-2012) que se hizo pasar por izquierda pero que, en la práctica, no solo fue funesto sino todo lo contrario a los postulados que decía defender.  Poco duró la fantasía de los testaferros de Sandra Torres (la verdadera gobernante) pues el supuesto asesinato de Rodrigo Rosenberg (10-05-2009) terminó en la confabulación de los “camisas blancas”, capas medias manipuladas por el gran capital y que acusaban a la familia presidencial del homicidio; cuando en realidad, resultó ser un suicidio inducido por la extrema derecha, pero que puso en predicamento la estabilidad del gobierno de la UNE. Si no hubiese sido por el comisionado Carlos Castresana de la CICIG, quien fue el que descubrió la trama siniestra, hubiésemos presenciado un nuevo golpe de Estado.  El asunto es que la marea verde de Sandra Torres quedó muy debilitada y la corrupción se generalizó.

El actual gobierno fue precedido por el regreso de los militares al poder (2008-2012) y los gobiernos canallas de Jimmy y Giammattei. Doce años de extrema derecha, desinstitucionalización de la paz, represión a la prensa y jueces; así como una corrupción descomunal.

Este preámbulo contextual explica el porqué de las desbordadas expectativas que generó Semilla y que ahora están en la vitrina pública. El primer mes no fue como algunos esperaban (materia para otro artículo) pero la mayoría de la población sigue montada en la ola de la esperanza y la “nueva primavera”, lo que les beneficia al otorgarles un lapso más, para que en las próximas semanas puedan gestionar acciones que impidan que el desencanto sea general y haga crisis.


[i] Vinicio fue el único gobernante que inició y terminó el período de 5 años. Después, con las reformas constitucionales de 1993, el lapso se redujo a 4 años.