PROVOCATIO: ¡La llevás!

José Alfredo Calderón

Historiador y analista político

Mucho se ha hablado en torno a los asesores de comunicación del presidente Poll Anria y Kif Nova. Para variar, la discusión se centra en cuestiones secundarias como ¿cuánto ganan? o ¿cuál es su situación migratoria? Pero hay otras preguntas más profundas que se deben hacer como: ¿quién les paga? ¿por qué no aparecen con cargos específicos en la planilla oficial? y ¿si no les paga el Estado, qué intereses habrán detrás de sus financistas? Estos y otros cuestionamientos podrían formar parte de una batería más amplia y profunda.  Es importante conocer el historial de los encartados y su influencia real en el mandatario, así como las dinámicas que rodean los entresijos presidenciales. La comunicación presidencial ha sido pésima en términos de liderazgo nacional y conducción estratégica del país, pero muy efectiva en términos prácticos para que la masa[1] (la inmensa mayoría) se coma y digiera el discurso oficial. La saturación de datos (que no información) y las contradicciones del mensaje del presidente, provocan que la población se quede esperando que las redes sociales les descifren sobre el real contenido de lo que dijo o quiso decir el que está a cargo de la nave nacional en esta crisis. Se puede conocer mucho de estos expertos a partir de la nota: Poll Anria y Kif Nava revelaron cómo ellos y el partido Vamos manipularon la Ley Electoral”.[2] Ambos reconocieron que burlaron las prohibiciones electorales con tácticas de propaganda.” Los detalles de la manipulación del año pasado están descritos por ellos mismos, quizá en un arranque de cinismo mercadológico para vender sus “habilidades especiales” en el arte del engaño y la manipulación.

Estos expertos pueden caernos bien o mal, pero algo sí es seguro: conocen de sobra tácticas y estrategias efectivas, pues los resultados, medidos en términos de imaginarios sociales, están a la vista. Ellos diseñaron un plan para hacer vendible a Giammattei en las pasadas elecciones, partiendo de las debilidades del entonces candidato y su nada consistente nuevo partido VAMOS.  Pero ya en el poder, la estrategia se adaptó para el arranque de su gobierno, con la obtención de la junta directiva del Congreso y la consolidación del proceso de cooptación del Estado, que ya habían encarrilado los gobiernos del partido Patriota y del FCN. Para ello, no tuvieron empacho para aliarse a lo que se denominó la alianza criminal.

Los resultados fueron exitosos en tan innoble tarea, pero un nuevo giro estratégico les esperaba a los expertos de comunicación política: La pandemia.  Ajustaron el plan general y se centraron en el uso de los medios de comunicación y las redes sociales, como las herramientas más efectivas e inmediatas de los aparatos ideológicos del Estado (AIE)[3]. Estos instrumentos (AIE) complementan el uso legítimo de la fuerza por parte de un Estado y, contrario a lo que se pueda pensar, la reproducción sistémica de los mensajes del statu quo, muchas veces se hace de forma inconsciente.  Veamos los principales instrumentos de los AIE: La Escuela (el sistema educativo público y privado); lo religioso (el sistema de las distintas iglesias) la familia (que también cumple otras funciones más allá de AIE, siendo la principal, la reproducción de la fuerza de trabajo) lo jurídico (El “Derecho” pertenece a la vez al aparato represivo del Estado y al sistema de los AIE) es quizá el instrumento más poderoso. Lo político (el sistema político y electoral del cual forman parte los distintos partidos); lo sindical y otras expresiones que incluyen el oenegismo; la cultura (letras, bellas artes, deportes) y los medios de comunicación informativos (prensa, radio, T.V. y otros medios audiovisuales).  Cuando Althusser acuñó el término de AIE, la existencia de las redes sociales era impensable, pero ahora, juegan un papel muy especial. Aunque los medios tradicionales, sobre todo la televisión, siguen siendo el principal canal de comunicación de la población para informarse, las redes son una caja de resonancia impresionante y que va dirigido a una masa menor pero más influyente.

La estrategia fue esconder la responsabilidad presidencial en el caos que estamos, su desdén por la ciencia, así como evitar la exposición de la galopante y escandalosa corrupción en plena pandemia. Para ello implementaron varias tácticas. La primera de ellas fue la construcción de un personaje al estilo “Hombre Rubios” que todo lo puede y todo lo hace. No hay área, campo, experticia, territorio o problema que el mandatario no conozca ni maneje. La segunda táctica fue la excesiva aparición pública, con énfasis en las repetitivas y cansadas cadenas, que, si bien terminaron desgastándolo, cumplieron su objetivo principal: posicionar a Giammattei en el imaginario nacional como el “líder” que está a cargo, anulando a su propio gabinete y otros actores, lo cual incluyó al vicepresidente, que sigue luchando por sobrevivir políticamente hablando.

Luego elaboraron toda una estratagema para confundir, combinando contradicciones entre lo oral de su discurso y lo escrito en las disposiciones; la cortedad discursiva con abúlicas peroratas largas, insulsas y sin data confiable de respaldo; en otras ocasiones, exceso de datos inconexos y parciales (como la famosa tabla de excel). No faltó la creación de personajes populares (hasta infantiles) como doña Chonita o mensajes paternales como “si se portan bien les traeré buenas noticias”.  En su camino histriónico, el melodrama mostró multipolaridad: la víctima incomprendida, el padre amoroso pero enojado, el jefe regañón y el que todo lo puede pero la gente no le ayuda.  Esta parafernalia comunicativa produjo un pueblo desorientado y angustiado, que desobedeció las restricciones por distintas razones, pero la principal, por la falta de verdadero liderazgo nacional y la conducción estratégica de quien debiera tener dotes de estadista.

Finalmente, tocó victimizarlo.  Generar la imagen de un médico sensible pero cansado y asediado por los politiqueros de siempre (él excluido por supuesto). Un presidente al que le quieren dar golpe de Estado y sus colaboradores no le ayudan. Alguien que hace su mejor esfuerzo pero que malos guatemaltecos lo boicotean; alguien que da todo pero que el resto de los funcionarios ingratos van en sentido contrario.  La guinda en el pastel fueron los “ataques” de la extrema derecha, cuyo resultado práctico no solo fue su victimización total sino la construcción de una nueva figura: alguien que siendo de derecha (inocultable condición) pero que no es necesariamente proempresarial ni mucho menos fascista, por eso “las extremas lo atacan”.

El resultado final fue la desobediencia.  Por distintas razones, pero la población actuó de la única forma posible ante todo lo descrito. “Dijo tal cosa, pero como luego dice otra, mejor no hago caso.” Además, si bien un buen porcentaje sale de sus casas por motivos espurios, las mayorías lo hacen POR NECESIDAD Y NO NECEDAD.

Por increíble que parezca, es que a pesar de la evidencia de incapacidad y corrupción y que su popularidad ha bajado, Giammattei todavía es visto por la masa como alejado de la corrupción que generan otros y él -pobre– no se da abasto para controlar. Un hombre bien intencionado que lucha contra todos, pero lo más cínico, aunque brillante: la culpa ahora resulta ser de la población y no de la incapacidad y corrupción de él y su gobierno. El comportamiento de la plebe es lo que provoca el caos. “La llevás” nos dijo Giammattei…


[1] Masa es un término difuso que, para el caso, representa no solo a las mayorías pobres sino también a clases medias desinformadas, políticamente analfabetas y cínicamente aspiracionales, continuamente deformadas por los memes de redes sociales.

[2] https://articulo35.com/2020/04/poll-anria-y-kif-nava-revelaron-como-ellos-y-el-partido-vamos-manipularon-la-ley-electoral/. Autores Marvin del Cid / Sonny Figueroa. 14 de abril 2020.

[3] Ideología y aparatos ideológicos de Estado es un texto del filósofo francés Louis Althusser fue publicado en abril de 1970. Es quien mejor explica el funcionamiento de estos instrumentos llamados por él: Aparatos Ideológicos del Estado. 

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