ENFOQUE: Un encierro de 15 días no se puede… punto!!!

Las medidas que se tomen en medio de la pandemia, deben tener en cuenta la realidad nacional, y no solamente la realidad citadina y burguesa.

Usemos un poco de imaginación. Cualquier día de estos se pueden reportar, lamentablemente, más de 500 casos de contagio de coronavirus covid-19.  Es el momento para que el presidente Alejandro Giammattei se ponga frente a las cámaras de televisión, se quite la elegante mascarilla con el logo del Gobierno y diga, sin medir las consecuencias, lo siguiente: Conciudadanos, ¡se los dije!, ahora cierro el país por 15 días.

Esto puede suceder en cualquier momento por dos razones: la pandemia avanza y, finalmente, las autoridades de Salud hacen más pruebas o test entre la población.  A mayor número de pruebas, mayor el número de contagios detectados.  Por cierto, que elevar el número de pruebas se debió hacer desde hace mucho tiempo.  Pero eso es otra cosa.  Volvamos con nuestra imaginación. 

¿Qué pasaría en cada familia y con las personas que viven solas? Encontraríamos situaciones muy distintas, según el nivel socioeconómico.  Aquellos con muchos recursos llenarían los supermercados para abastecerse para dos semanas. Comprarían hasta donde la plata alcance para no tener que pasar problemas en el encierro.  Eso sí, esos quince días –que llegan después de dos meses de restricciones– harían que aumente la tensión, el estrés y, como consecuencia, el miedo ante la pandemia.

Los de clase media y media baja tratarían de comprar lo que puedan, pero algunos saben que la chamarra difícilmente alcanzará para 15 días, por lo que deben tener moderación en el gasto, en medio de los jalones y pleitos en los supermercados por comprar huevos, cereales y cosas que abunden.  El encierro para ellos sería más incómodo, porque sus viviendas no tienen jardines y –a veces– son muchos en la casa o apartamento.  El estrés sería mayor, por supuesto.

Estos dos segmentos no entran en los programas sociales que ha anunciado el gobierno y que apenas han principiado a llegar, a cuenta gotas.

Los de las clases alta, media y media baja, que viven en los centros urbanos, son una minoría. La mayoría de guatemaltecos no tiene capacidad para aperarse para una quincena y sus condiciones de vivienda no son precisamente las que solemos tener en el imaginario.  Ellos se ganan la vida saliendo diariamente a trabajar, para recolectar el dinero que les permite pasar el día.  Son los que están esperando que llegue la ayuda estatal.

Estos entonces, no se sentirán a gusto con la medida del presidente Giammattei.  Además, según el censo, viven 5 o más personas en una humilde vivienda con pocos espacios, como para mantenerse en ellos durante dos semanas.  Su nivel de estrés, ansiedad y miedo se verán disparados.  Lo más seguro es que se produciría una explosión social de rechazo.  Los agricultores perderán parte sus productos al no poder llegar a los mercados.  Esta gente, no solo tendrá problemas para alimentarse 15 días, sino que, al salir, habrán sumado una quincena sin producir nada y la economía doméstica estará quebrada. 

No digamos aquellos que son pobres y viven solos. Quince días de encierro significan limitaciones groseras y una soledad enfermiza.

En Casa Presidencial hay de todo.  Ni siquiera se toca el sueldo del presidente para que él y su círculo íntimo coman, beban y disfruten.  Pero en muchas casas habrá apenas tortillas y frijoles. En Madrid, Nueva York y otras ciudades hubo encierros largos, pero la gente tiene más recursos.  Aún así, el Estado respondió con programas sociales agresivos y efectivos.  Guatemala, en cambio, ha sido el país centroamericano con menor ayuda social, a pesar de ser el de mayor pobreza.

Las medidas para atender esta crisis deben hacerse desde la perspectiva del país que somos. Estoy seguro de que si se tomara la decisión de ese encierro descabellado, surgiría un nuevo foco de problema para el Gobierno: conflictividad social, que provoca ingobernabilidad.  Sería peor el remedio que la enfermedad.